sábado, julio 27, 2024
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Armando un entrampamiento

No estamos solo ante un “escándalo” fabricado por los medios, la Fiscalía y la derecha reaccionaria para debilitar al Gobierno, siguiendo el manual nazi de la propaganda. Estamos ante una sedición

Federico García Naranjo
@garcianaranjo

Niñeras millonarias, polígrafos abusivos, intimidaciones, secuestros en fríos sótanos de Presidencia, torturas, chuzadas, audios comprometedores, amenazas y financiación ilegal de campañas políticas. Estos son algunos de los ingredientes que en los últimos días se han venido agregando a la receta de la conspiración, en una estrategia metódicamente coordinada de desestabilización del Gobierno y que los medios se empeñan en vendernos como “un novelón”.

Lo que comenzó como la magnificación de un simple interrogatorio por un caso de robo, se ha convertido en un cuestionamiento a la legitimidad de la elección de Petro y Francia. ¿Qué hay detrás?

El bucle

El país ha sido aturdido durante la última semana por el bullicio provocado por los medios corporativos y los políticos de la oposición. Los medios revelan a cuentagotas informaciones banales, confusas o directamente manipuladas con titulares del tipo “¡Escándalo!”, “¡Urgente!” o “¡Última hora!” y utilizan un lenguaje provocador que da la sensación de que estamos ante hechos gravísimos. Inmediatamente los políticos de oposición –incluyendo al fiscal general– aprovechan y ante la cascada de revelaciones reaccionan con declaraciones apocalípticas y amenazas contra el Gobierno.

El juego se completa con el principio nazi de la orquestación, cuando los propios medios reproducen las declaraciones de los políticos, invitan a “sesudos” analistas que advierten de una “grave crisis” sin detallar en qué consiste y publican encuestas donde el presidente y el Gobierno ven mermados sus apoyos entre la ciudadanía. Todo cuadra para que al final del día la gente se vaya a dormir con la percepción de que el Gobierno es corrupto y no tiene apoyos, pero sin tener muy en claro por qué. Aquí lo importante es implantar una percepción, no darle contenido ni explicación. Por eso hoy la batalla es en el terreno del relato.

La trama

La semana anterior explicamos en estas mismas páginas cómo la antigua niñera del hijo de la exjefa de gabinete, Laura Sarabia, había sido sometida en enero a una prueba voluntaria de polígrafo por un robo en la casa donde trabajaba. El hecho fue presentado por Semana como un atropello contra la niñera y un abuso de poder de Sarabia –principio nazi de la desfiguración–, pero no fue reproducido por otros medios, lo que despertó la ira de la directora quien se atrevió a insinuar que medios como W Radio estaban comprados por el Gobierno. La bulla sí se volvió noticia cuando se reveló días después que el teléfono de la niñera había sido interceptado por la Policía ya que fue incluido en una lista de usuarios relacionados con el Clan del Golfo.

La receta iba adquiriendo forma. Lo que comenzó como la insinuación de un abuso de poder por parte de Sarabia se convirtió en un plan de espionaje del Gobierno contra personas del común, lo que inmediatamente fue equiparado con el famoso episodio de las “chuzadas”.

Lo irónico es que quienes más vociferaron para insistir en ello fueron los más cercanos a Álvaro Uribe, responsable en su momento de las “chuzadas”. Y no es este un caso de “el burro hablando de orejas” sino la implantación sistemática de la idea de que este gobierno es más de lo mismo, aunque “lo mismo” sean justamente quienes lo dicen, en otras palabras, el principio nazi de la transposición.

La noticia adquirió mayores proporciones cuando entró en escena el ahora exembajador en Venezuela, Armando Benedetti, antiguo jefe de Laura Sarabia. El periodista Daniel Coronell reveló que la niñera había trabajado en casa de Benedetti, estuvo involucrada en un caso similar de robo, fue sometida a la prueba del polígrafo y sus resultados no fueron satisfactorios, lo que llevó a Benedetti a despedirla. Luego, por situaciones que están por aclarar, la señora terminó trabajando en casa de Sarabia para sospechosamente repetir, casi de forma calcada, la situación de robo en la que había estado involucrada.

Luego se supo que días antes de la publicación de Semana, la niñera había viajado en vuelo chárter a Caracas donde había permanecido una semana para regresar con Benedetti a entrevistarse con la revista. Además, Coronell reveló unos mensajes de chat donde Benedetti veladamente amenazaba a Sarabia en lo que parecía a todas luces un chantaje, aunque aún sin saberse por qué ni el papel jugado por la niñera. Todo pintaba muy raro y Petro pidió la renuncia de ambos funcionarios. En este momento, comenzó a ser claro que todo el episodio se trataba de un entrampamiento, como parte de un plan calculado para dañar al Gobierno.

Lo más reciente –y lo más escandaloso, no tanto por el contenido como por el lenguaje procaz– son los audios de Benedetti a Sarabia que fueron revelados por Semana. En dichos mensajes, Benedetti se despacha a gritos contra Sarabia, se jacta de haber sido el único responsable del triunfo de la campaña en la Costa, le enrostra una financiación que dice haber tramitado, se queja de no haber sido recibido en Palacio, exige que lo reubique en un mejor puesto en el país y amenaza con decir todo lo que sabe y hundir al Gobierno si no son atendidas sus peticiones. En otra voltereta mediática, un político borracho quejándose porque el Gobierno no le da la cuota burocrática que cree merecer se convierte en munición contra el propio Gobierno.

Acoso y derribo

Mientras tanto, los voceros de la oposición, los analistas de ocasión, algunos políticos que se resisten a la intrascendencia y funcionarios como el Fiscal general se regodean alertando sobre el apocalipsis, anunciando nuevas y “escandalosas” revelaciones y alimentando la sensación de desconfianza con el Gobierno. Por su parte, personajes en busca de figuración se apresuran a interponer denuncias contra Petro en la Comisión de Acusación de la Cámara, encargada constitucionalmente de investigar y acusar al presidente.

La tarea investigativa de periodistas como Daniel Coronell ha permitido comenzar a deshilvanar la trama, aunque sus revelaciones de lo que realmente ocurre se producen tres o cuatro días después de que los hechos son divulgados. Por eso cuando Coronell reveló detalles que contradecían la versión de la Fiscalía con respecto a la interceptación del teléfono de la niñera, el país ya estaba hablando de los groseros mensajes de voz de Benedetti. Ya se había pasado del abuso de poder a la financiación ilegal de la campaña, en otras palabras, el principio nazi de la renovación.

El objetivo

Quieren matar dos pájaros de un tiro. No es casualidad que este “escándalo” haya sido fabricado justo después de que Salvatore Mancuso declarase ante la JEP sobre la complicidad del Establecimiento con el paramilitarismo y de que el presidente pidiese al fiscal el informe sobre asesinatos del Clan de Golfo en la Costa.

No solo estamos ante una cortina de humo, que también, sino ante una sedición que busca encubrir lo verdaderamente escandaloso del régimen político, sabotear la labor de la CPI en Colombia, frenar los proyectos de reforma en curso en el Congreso, entorpecer la conformación de la terna para el nuevo fiscal general y, por qué no, hacer un proceso de lawfare contra Petro.

Lo que hay detrás de toda esta estrategia de golpe blando no es otra cosa que la resistencia de los poderosos a ceder sus privilegios. El cambio les incomoda, el nuevo país les asusta y están dispuestos a acabar con todo para mantener este país en la Colonia. Por eso hay que hacer pedagogía, explicar lo que está sucediendo y, si es preciso, salir a la calle a defender los cambios.

Si fracasamos, nos esperan cien años de uribismo en el poder.

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