viernes, abril 19, 2024
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AMLO y Petro: Emulación de liderazgos

Con la llegada de los primeros gobiernos progresistas en América Latina a principios del siglo XX cambió la correlación de fuerzas, varios mandatarios le pusieron la cara al modelo neoliberal y los pueblos de la región, cada vez con más fuerza, se niegan a ser el patio trasero de los Estados Unidos

Alberto Acevedo

Antes de la llegada de Gustavo Petro a la Casa de Nariño, y de exponer las líneas generales de su obra de gobierno tanto a nivel doméstico como en el área internacional, muchos observadores de la política latinoamericana no dudaban en asignar al mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, un ganado y justificado liderazgo en el continente, en lo que a la conducción de las fuerzas progresistas compete.

Pero ya con Petro en el gobierno, otros sectores comienzan a atribuirle esas mismas capacidades al mandatario colombiano, con lo que se abriría una sana emulación entre ambos gobernantes en torno a quién interpreta mejor los intereses democráticos de la región.

Los primeros pasos de López Obrador, después de varios intentos por llegar a la presidencia, comienzan a llamar la atención de la opinión pública latinoamericana:  uno de ellos, en la gestión económica, tiene que ver con su decisión de no acudir al endeudamiento externo y desechar los cantos de sirena del Fondo Monetario Internacional; contrario al camino seguido por otros mandatarios de la región.

Sin la tentación del FMI 

Este paso fue posible, sin mayores traumatismos, gracias a la puesta en marcha de programas de acopio de recursos, que hicieron innecesario un mayor endeudamiento. Y también a la reducción de gastos excesivos, inútiles, en alta burocracia. Por cierto, la misma línea que adopta el recién instalado gobierno de Gustavo Petro.

López Obrador hace énfasis en su gestión en la eliminación de la evasión fiscal entre los grandes contribuyentes y no acudir al endeudamiento. “El crédito promete miel, pero termina en amargura”, dice el mandatario azteca.

Tras la pandemia del covid-19, para muchos países se volvió una prioridad replantear la globalización de las cadenas de producción, el conflicto en Ucrania, la crisis de los sectores energético y alimentario, lo que puso de relieve la importancia de las alianzas regionales. Justamente a este tema se refirió Petro en su discurso de posesión el 7 de agosto pasado.

El intento más audaz en los últimos meses por alcanzar estos objetivos en la región fue la Cumbre de las Américas, cuya convocatoria en manos de Biden resultó un fiasco y la cita terminó sin pena ni gloria.

Cumbre en Los Ángeles

Uno de los factores decisivos para el fracaso de esta cumbre fue el papel valiente de López Obrador, quien le notificó a la Casa Blanca que no asistiría a la reunión de Los Ángeles mientras no se invitara a países como Cuba, Venezuela y Nicaragua, excluidos de la invitación por decisión arbitraria y unilateral de Washington. Obrador envió sin embargo a su canciller, y tanto el gobernante como su enviado hablaron claro y fuerte.

López Obrador criticó el intervencionismo de Estados Unidos en los asuntos internos de los países de la región, defendió el derecho que tiene cada pueblo a ser libre y soberano. Dijo que la relación entre países debe ser entre iguales y no condicionada a la voluntad de una sola de las partes. Dijo que por ser la cita de Las Américas una reunión excluyente, él no asistiría.

América Latina entendió que tenía en López Obrador a un vocero auténtico, al que no le faltó valor para enfrentar cara a cara al representante del imperio del Norte. Más tarde, el gobernante azteca hizo valer intereses de la región en torno al carácter del Tratado de Libre Comercio con América del Norte, al que pidió revisar, y alrededor de la cuestión de la inmigración latinoamericana, que debía abordarse en el marco del respeto a la vida y los derechos humanos de los migrantes, como personas y no como estadísticas frías.

Potencia mundial de la vida 

Gustavo Petro

Después, el continente se sorprendió con el triunfo de una coalición progresista en Colombia, liderada por el Pacto Histórico y la fórmula Gustavo Petro Francia Márquez para la presidencia y la vicepresidencia respectivamente.

Petro levantó en su programa, y lo reivindicó en sus primeras medidas como gobernante, la idea de que Colombia se convierta en potencia mundial de la vida. Fue una idea recibida en la región como un aire refrescante, sobre todo si provenía de un país asolado por décadas de conflicto armado, en el que la muerte de líderes y combatientes sociales es el pan de cada día.

Dos componentes tiene esa estrategia. Alcanzar la paz completa en Colombia, mediante la implementación de los diálogos con todos los actores armados, e irradiar una propuesta de paz en el continente. “Si Petro arregla el problema de la paz, es un campeón mundial”, dijo en ese momento, con su acostumbrado lenguaje coloquial, el expresidente de Uruguay Pepe Mujica.

El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, saludó las conversaciones de paz con el ELN, que en menos de una semana de gobierno anunció Petro. Dijo el alto dignatario que “saluda los esfuerzos del presidente Petro por profundizar y ampliar la paz en Colombia”, a la vez que ofreció todo el apoyo de la ONU para lograr un acuerdo de paz definitivo. Así mismo agradeció a naciones como Cuba, Chile, Venezuela, Noruega, Rusia y China “un compromiso constante con la paz en Colombia”.

Afianzando el destino de los pueblos

“Hay motivos para ser optimistas”, dijo por su parte Carlos Ruiz Massieu, jefe de la Misión de Verificación de la ONU en Colombia, quien llamó a la comunidad internacional a respaldar el proceso integral de paz en el país suramericano.

Dijo Massieu que el país tiene un serio reto por delante, pues a pesar de los logros alcanzados, el país tiene pendiente la aprobación de al menos 30 nuevas normas relacionadas con la paz, consignadas en el Acuerdo de La Habana, entre ellas “la reforma rural integral y las garantías para la participación en política”.

Estos hechos ponen sobre el tapete la idea de una sana emulación entre los líderes de Colombia y México en torno a las reivindicaciones más sentidas de los pueblos de América Latina. Petro ha sugerido la idea de una cumbre regional para abordar el problema de la lucha contra el tráfico de drogas y la defensa del medio ambiente.

Sin embargo, más importante que saber cuál de los dos gobernantes es el mejor líder regional, es tomar en cuenta que sus gobiernos refuerzan las tendencias democráticas en la región. Que con la llegada de los primeros gobiernos progresistas en América Latina a principios del siglo XX cambió la correlación de fuerzas, varios mandatarios le pusieron la cara al modelo neoliberal y que los pueblos de la región, cada vez con más fuerza, se niegan a ser el patio trasero de los Estados Unidos.

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