Intervención de Salvador Allende denunciando las agresiones de los Estados Unidos para impedir que tuvieran éxitos las propuestas socialistas de la alianza que gobernaba en Chile
José R. Llanos
Cuando ya los Estados Unidos habían urdido el asqueroso plan de derrocar a Salvador Allende, este pronunciaba su memorable discurso en la ONU. Mientras el chileno compartía con todos los representantes de los países del mundo el contenido de su intervención, verdadero sueño y anhelos de todos los pueblos latinoamericanos, las hordas insaciables de los grandes monopolios estadounidenses urdían sigilosamente el asesinato de Salvador Allende y el genocidio del pueblo chileno.
Pocas veces en la historia de la humanidad un Gobierno y los representantes de su empresariado monopolista se habían comprometido en una acción tan bellacamente criminal contra una comunidad política que solo tenía el empeño de construir real democracia, inclusión social, equiparar los derechos de las mujeres con los de los hombres y evitar la muerte de millones de niños a causa del hambre. Esta tropelía del Estado norteamericano y su burguesía es igual o peor que las cometidas por Adolfo Hitler y sus agentes criminales que asolaron a Europa y aterrorizaron al mundo en los años treinta y cuarenta del siglo pasado.
El discurso de Salvador Allende
El 12 de abril de 1972 en el recinto de la ONU, Salvador Allende, después de los saludos protocolares, expresaba orgullosamente ante el orbe los sentimientos, pensamientos y describía las instituciones que orientan a los pueblos originarios y a toda la población de su país, así:
“Vengo de Chile, un país pequeño, pero donde hoy cualquier ciudadano es libre de expresarse como mejor prefiera, de irrestricta tolerancia cultural, religiosa e ideológica, donde la discriminación racial no tiene cabida. Un país con una clase obrera unida en una sola organización sindical, donde el sufragio universal y secreto es el vehículo de definición de un régimen multipartidista, con un Parlamento de actividad ininterrumpida desde su creación hace 160 años, donde los tribunales de justicia son independientes del Ejecutivo, en que desde 1833 sólo una vez se ha cambiado la carta constitucional, sin que ésta prácticamente jamás haya dejado de ser aplicada”.
Allende, al contrario de las advertencias de Fidel Castro y otros líderes revolucionarios y progresistas que le advertían de la posibilidad que las Fuerzas Armadas chilenas traicionaran su país y se prestaran para hacerle el mandado al imperialismo estadounidense, defenestrándolo, consideraba que era imposible que los militares ejecutaran esa acción inconstitucional. El dirigente cubano para que no quedara dudas sobre los riesgos que corría el mandatario austral, le donó un objeto muy simbólico, una ametralladora, la cual tenía terciada al hombro al momento del magnicidio.
El estado de la economía chilena
En algún momento de su exposición describió las dificultades y obstáculos de la situación económico –social de su nación, identificó al país como atrasado, “incluso enajenado a empresas capitalistas extranjeras, que ha sido conducido a un endeudamiento externo superior a los cuatro mil millones de dólares, cuyo servicio anual significa más del 30% del valor de sus exportaciones”. Por lo cual la economía de Chile resultaba excesivamente dependiente de los vaivenes y manipulaciones de los monopolios internacionales y de las imposiciones de los bancos y otras instituciones financieras.
Consideraba que esta dependencia de sus exportaciones al mundo imperialista sujetaban al país a los bajos precios de los productos exportados y a los altísimos precios de las maquinarias y otros medios de producción que tenían que importar de las potencias que adquirían sus exportaciones por bagatelas. Por ese intercambio desigual la población chilena malvive en situación de extremada miseria por el alto nivel de desempleo y otras circunstancias que se derivan de las condiciones de subdesarrollo, consecuencia de lo que estaba denunciando
Las utilidades de los grandes monopolios
La antítesis de esta precaria situación es la de las empresas monopolistas que tienen inversiones en la nación sureña. Veamos lo que denunció Allende en el discurso referenciado. Una filial de la Anaconda que funcionaba en el país entre 1955 y 1970 percibió utilidades del 21, 5 por ciento anual sobre su valor invertido, pero en otros países era apenas de 3,6 por ciento anual. Situación similar era de una sucursal de la Kennecott Copper Corporation, que logró en el país ganancias promedio del 52,8 por ciento, incluso en algunos años se embolsilló sumas exorbitantes, 106 por ciento en 1967, 113 por ciento en 1968, y más del 205 por ciento en 1969.
Una parte de la denuncia causó un impacto inusual en los diplomáticos que escuchaban la exposición del líder chileno, cuando este afirmó que las firmas que extrajeron el cobre de su nación durante 42 años ganaron más de cuatro mil millones de dólares y solamente habían invertido 30 millones. Para que el auditorio viera el panorama que la política entreguista de la burguesía nacional había causado en la población nativa, afirmó:
“Un simple y doloroso ejemplo, un agudo contraste: en mi país hay seiscientos mil niños que jamás podrán gozar de la vida en términos normalmente humanos, porque en sus primeros ocho meses de existencia no recibieron la cantidad elemental de proteínas. Cuatro mil millones de dólares transformarían totalmente a Chile. Sólo parte de esa suma, aseguraría proteínas para siempre a todos los niños de mi patria”.
Las agresiones imperialistas
Una parte de su discurso lo empezó así: “Por eso resulta tanto más doloroso tener que venir a esta tribuna a denunciar que mi país es víctima de una grave agresión. El imperialismo y su crueldad tienen un largo y ominoso historial en América Latina y está muy cerca la dramática y heroica experiencia de Cuba. También lo está la del Perú, que ha debido sufrir las consecuencias de su decisión de disponer soberanamente de su petróleo…, somos víctimas de una nueva manifestación del imperialismo. Más sutil, más artera y terriblemente eficaz, para impedir el ejercicio de nuestros derechos de Estado soberano”.
Las agresiones denunciadas por Allende fueron de toda naturaleza económicas, sutilmente planteadas, intentos de sabotear su comercio exterior, impedir el acceso a créditos de las instituciones financieras manipuladas por el Gobierno de Estados Unidos. Tretas para impedir que se posesionara, falsas declaraciones de apoyo, “somos víctimas de acciones casi imperceptibles, disfrazadas generalmente con frases que ensalzan el respeto a la soberanía de nuestro país”.
Aunque pareciera imposible el imperialismo estadounidense atacó el proyecto democrático de Salvador Allende como actúan los delincuentes de las barriadas, embozado en las sombras nocturnas y finalmente descaradamente consumó el golpe de Estado y asesinó a Salvador Allende y masacró al pueblo chileno y torturó y asesinó a los intelectuales y artistas y en atentado con explosivo eliminó a los exfuncionarios del Gobierno allendista. Los pueblos del mundo no olvidan esa acción villana del Imperialismo estadounidense cometida en septiembre 11 de 1973, hace 49 años.