“Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la madrugada”
Jaime Cedano Roldan
@Cedano85
Flores de mil colores y fotografías cargadas de historias inundaban la sala. Durante todo el día circularon decenas y decenas de personas en medio de abrazos, cálidos apretones de mano y lágrimas furtivas. Un encuentro de generaciones, y de regiones, convocadas para rendir homenaje a Luz Estela Aponte, la defensora de derechos humanos, la amiga de sonrisa cómplice y regaño fraternal, la compañera y colega de inacabables jornadas de trabajo plenas de fraternidad, la abogada juiciosa y perseverante, la camarada de hermosas aventuras juveniles, la esposa-compañera, y la madre que sabía complacer y ser fuerte en la exigencia. La noticia de su muerte nos llegó abrupta, de repente. Fue muy difícil convencerse de que era verdad.
Daniel, su hijo, durante ese largo día se maravilló de ver tantas abrazos y sonrisas, y dijo que llamaba a que ello fuera parte de la cotidianidad en el seno de las organizaciones que luchan por los cambios en el país. Reflexión que nos lleva a pensar que generalmente no valoramos la dimensión exacta del trabajo de personas con quienes interactuamos cotidianamente. Reconocíamos el trabajo de Luz Estela, especialmente lo sentían las víctimas del genocidio contra la Unión Patriótica. Ahora hemos podido percibir la dimensión real, amplia y extensa de ese reconocimiento que la ubican como una de las grandes defensoras de derechos humanos del país de las últimas décadas. Es unánime el aplauso al aporte de Estela Aponte para lograr la sentencia contra el Estado colombiano por el Genocidio contra la Unión Patriótica. Una batalla jurídica, política y humanista de tres décadas, que en sus inicios parecía una loca utopía hasta que logró vencer todos los obstáculos jurídicos y políticos. Pero igual se señala el papel tan importante que jugara para que el autor intelectual de la Masacre de Segovia fuera condenado, y también para que hubiera sentencias por el magnicidio de José Antequera.
Estela inició su vida de pleno compromiso en las filas de la Juventud Comunista en Cali, su ciudad, en tiempos de tormentas, crisis y duros debates, junto a una muchachada incombustible de activismos, sueños y apasionada entrega militante. En medio del frenesí era la serena organizadora. Posteriormente asume en Bogotá la responsabilidad nacional del trabajo con los pioneros y en el Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos inicia su actividad de defensora, integrándose luego al recién creado equipo de la Corporación Reiniciar, cuya misión fundamental era denunciar el Genocidio en desarrollo contra la Unión Patriótica, apoyar a las víctimas y buscar justicia en los estrados internacionales, ante la impunidad reinante en el país. Lo que parecía imposible se hizo realidad.
El profesor Omer Calderón, su compañero, colega y esposo, agradeció que Estela haya vivido plenamente. Su legado es ampliamente reconocido. Jahel Quiroga, fundadora y ex directora de Reiniciar, en dolidas pero serenas palabras de despedida afirmó que Estela Aponte fue una mujer especial, única, guerrera.
Una hermana del alma.