Editorial VOZ 3150
En las últimas semanas hemos visto algo impensable hace algunos meses, la derecha y sectores del empresariado han convocado a la ciudadanía a protestar en las calles contra el gobierno. Aunque uno de los motivos centrales que se han usado para convocar la movilización es la oposición a la reforma tributaria, quienes marchan esgrimen todo tipo de argumentos en contra del Presidente, a quien culpan de todos los males que aquejan al país. Algunos son ficticios.
Las consignas y reclamaciones que hemos visto circular entre quienes desfilan por ciudades como Bogotá, Cali y Medellín, han causado risas y burlas. Ante cada nueva movilización vemos personas que salen a las calles pagadas o presionadas por sus patronos, o simplemente es gente ignorante engañada por la propaganda, que se deja llevar por una histeria colectiva desatada por el miedo que los medios han sabido inculcar ante cualquier posibilidad de cambio en nuestro país. No podemos simplemente desestimar como un hecho menor las protestas que se han venido adelantado contra el gobierno del Pacto Histórico.
Aunque no podemos dejar de reconocer que la reacción tiene suficientes recursos como para movilizar gente en las calles, lo cierto es que, ya sea por ignorancia o miedo, hay también personas, jóvenes y ancianos, dispuestas a protestar contra el nuevo Gobierno.
Y si subestimamos esta realidad, corremos el riesgo de que el empresariado y las fuerzas de la derecha –que ya de por sí cuentan con un amplio repertorio de medios para frenar los cambios, que van desde el lobby parlamentario hasta la acción de grupos armados– copen el espacio desde donde les disputamos el poder: la protesta popular en las calles.
Muchos analistas y organizaciones políticas, encuadradas en las matrices de la Guerra Fría, siguen pensando que uno de los mayores riesgos que afronta Petro es la posibilidad de un golpe militar. Pero un análisis detallado de la historia latinoamericana en las últimas tres décadas nos mostrará que el imperialismo y la reacción han afinado sus vías de acción para frenar a las fuerzas populares.
Los golpes de cuartel, como lo han reconocido muchos funcionarios norteamericanos, resultan en la actualidad políticamente muy negativos. Por eso han recurrido a formas más sutiles para detener a los proyectos alternativos y emancipatorios.
Hoy las agencias de inteligencia estadounidenses se han preocupado más por entrenar y financiar jueces, periodistas y líderes sociales que a militares. Y precisamente, en la última década ha sido a través de redes sociales, grandes medios de comunicación y jueces, en complicidad con movimientos sociales, que se han llevado a cabo acciones de desestabilización, con mayor o menor éxito, contra gobiernos populares en Paraguay, Brasil, Bolivia, Ecuador, Venezuela, Nicaragua, entre otros.
Ya para evidenciar este escenario, basta con dar una mirada a nuestro vecindario. A pesar de que el Movimiento al Socialismo en Bolivia logró recomponerse y frenar a los golpistas, en este momento Luis Arce vuelve a encarar a la reacción, que se ha tomado las calles en Santa Cruz, y que amenaza con el desarrollo de un paro nacional.
El rostro visible de la protesta son los llamados comités cívicos, que se nos presentan como organizaciones no partidistas de la sociedad civil, en las que aparentemente prima la democracia. Pero lo cierto es que son grupos de presión, muchas veces financiados por Estados Unidos y los terratenientes nacionales donde imperan los intereses de los grandes gremios empresariales e ideas racistas y supremacistas afines con el fascismo.
En esta coyuntura todas las fuerzas democráticas, alternativas y de izquierda colombianas deben ser conscientes de la importancia de retomar la movilización. No podemos esperar impávidos a que la derecha siga saliendo a las calles para embaucar y engañar al pueblo y ponerlo a favor de sus planes revanchistas siniestros.
La victoria electoral no es el punto de llegada, es una conquista que marca el inicio de un proceso que debe llevarnos a la apertura de cambios profundos para nuestro país. La calle contribuyó al triunfo electoral, en la calle debemos defender los cambios.
Los primeros 100 días de gobierno de Petro dan muestra de ello. Se han comenzado a tomar medidas que potencialmente pueden llevarnos por el camino de la reforma agraria, la reforma laboral y la paz. Pero estas medidas inmediatamente han encontrado resistencia, mostrándonos que el futuro inmediato estará marcado, una vez más por la respuesta decidida de las masas para imponer la democracia y los cambios en favor del pueblo.
La movilización del próximo 15 de noviembre convocada por el Pacto Histórico debe ser una expresión de la voluntad popular y de respaldo al cambio. Solo con acciones se puede enfrentar la mentira y el rumor, que alimentan el odio y el miedo, que a su vez con la violencia y el paramilitarismo los instrumentos que utiliza la derecha para sabotear los cambios que ya está ejecutando Gustavo Petro.
Para proseguir profundizando los cambios, es necesario elevar el nivel de conciencia del pueblo y potenciar su combatividad y las movilizaciones en las calles son el medio más efectivo para obtener estos objetivos. Las calles son el escenario ideal para apoyar el gobierno y dinamizar los cambios y más democracia. Esto es lo que teme la derecha.