El vientre de la mujer fantasma, dirigida por Luis Daniel Monroy y protagonizada por Marcela Ferrucho, materializa el monólogo del escritor José Martínez, en un montaje que invita a reflexionar sobre el maltrato a las mujeres y el poder del arte para transformar la sociedad
Diana Galvis
@Dianag_27g
En entrevista con Voz, Marcela Ferrucho, actriz de larga trayectoria en el teatro Colombian Dream, habló sobre el arte escénico como herramienta de cambio social. Su visión parte de una certeza, la literatura y el teatro no solo se complementan, sino que se funden en un mismo propósito, el de dar vida a historias que nos definen como sociedad.
“La literatura nos da las puertas para que el teatro se vuelva forma, se vuelva vida”, expresó Ferrucho. Para ella, llevar un texto literario al escenario es un acto de traducción emocional, una manera de acercar al público a realidades profundas, que a menudo permanecen ocultas entre las páginas de un libro. “El teatro nos permite visibilizar otro tipo de literatura a través del arte”, añadió.
De la palabra escrita al cuerpo en escena
Su más reciente proyecto, El vientre de la mujer fantasma, surge del cuento del escritor José Martínez, una historia que explora el sufrimiento, la resistencia y la esperanza de las mujeres. “Es un texto mágico, escrito de forma inteligente. Muestra cómo todas las mujeres del mundo hemos sido transformadas y, de alguna manera, también maltratadas”, explicó la actriz.
Ferrucho encontró en este relato una oportunidad para reflexionar sobre el dolor y la reconstrucción. Desde su experiencia, el montaje busca demostrar que el maltrato no debe asumirse como parte de la vida cotidiana, sino enfrentarse y transformarse a través del arte. “Podemos cambiar nuestra historia y demostrar que la vida no debe ser sinónimo de maltrato. Ninguna forma de violencia está bien”, enfatizó.
Una voz femenina que se escribe y se actúa
Marcela Ferrucho no solo interpreta, también escribe. En 2024 presentó su primera obra de dramaturgia propia, Las cadenas del silencio, sobre el abuso y el silencio impuesto a las mujeres. Su interés por los monólogos con perspectiva de género surge de su convicción de que el teatro puede ser un espacio de reivindicación y empoderamiento femenino.
“He trabajado durante años en montajes y creaciones colectivas, pero mi búsqueda artística siempre ha sido darle voz a la voz femenina”, comentó. Con El vientre de la mujer fantasma continúa ese propósito, codirigiendo en escena junto al director Luis Daniel Monroy.
Trabajar bajo una dirección compartida fue, según relata, un desafío enriquecedor. “Fue un proceso difícil porque José Martínez es un escritor de renombre y su obra inspira respeto. No todos los directores querían asumir el reto. Sin embargo, Luis Daniel Monroy lo aceptó y juntos construimos una propuesta sólida y sensible”, contó.
El escenario como territorio de autonomía
Ferrucho considera que el teatro también es una forma de lucha política y social. Desde las tablas busca recordar que la autonomía y la libertad son derechos innegociables. “El mundo ha cambiado y debemos entender que no somos personas sumisas ni debemos aceptar decisiones impuestas por otros. Tenemos autonomía sobre nuestro cuerpo, nuestra vida y nuestras decisiones”, afirmó con firmeza.
Para ella, el escenario se convierte en un espacio de resistencia simbólica, donde las mujeres pueden alzar la voz que durante siglos fue silenciada. El vientre de la mujer fantasma, asegura, es precisamente “ese grito que rompe las cadenas del silencio”.
El arte como herramienta de transformación
Ferrucho sostiene que el teatro tiene la capacidad de transformar realidades porque conecta con la sensibilidad del espectador. “Muchas veces las personas creen que ciertas cosas están bien porque las han normalizado. Pero cuando las ven representadas en escena, entienden que un grito, un golpe o un control excesivo también son formas de violencia”, explicó.
A través de su interpretación, busca generar un momento de lucidez en el público: una conexión que despierte empatía y reflexión. “Cuando alguien se ve reflejado en lo que ocurre en el escenario, comienza a cuestionarse y, sobre todo, a transformar su vida”, afirmó.
Un aprendizaje profundo y un llamado a la reflexión
El proceso creativo de la obra ha sido, además, una experiencia personal de crecimiento. “Pasé mucho tiempo estudiando el texto, analizando cada frase, intentando comprender al escritor y el porqué de sus palabras. Crear el personaje fue todo un aprendizaje. Hasta que la obra no se presente por primera vez, no terminamos de conocerla completamente”, confesó.
Más allá de la técnica, Ferrucho reconoce que interpretar historias como esta le ha permitido sanar y acompañar a otras mujeres en sus búsquedas de libertad. “El arte también cura, y cada función se vuelve un espacio para compartir y liberar emociones”, afirmó.
El teatro como hogar y esperanza
Durante la conversación, la actriz hizo un llamado a apoyar el teatro independiente y a los artistas locales. “Vivir del arte no es fácil. No se trata solo de ser famoso o aparecer en grandes producciones, sino de mantener viva la llama de los pequeños teatros que siguen resistiendo en Bogotá. El Colombian Dream es mi casa, y siempre está abierta para el público que quiera soñar con nosotros”, dijo emocionada.
Con la mirada puesta en el futuro, Ferrucho imagina una sociedad donde las puestas en escena ya no tengan que hablar del maltrato, sino de libertad y dignidad plena. “Algún día lo lograremos. El arte ha sido testigo de nuestras luchas y será también parte de nuestra victoria. El teatro seguirá siendo ese lugar donde los sueños se vuelven realidad.”
“El teatro es un arte vivo que nos permite mirar de frente lo que no está bien y abrir los ojos del público ante lo que se normaliza.”







