Informaciones falsas difundidas en redes sociales provocaron linchamientos, destrucción de propiedades y brotes de odio
Ricardo Arenales
“Queremos recuperar a nuestro país”, gritaban, como chicharras, casi a reventar, los centenares de manifestantes británicos que a lo largo de dos semanas salieron a las calles de las principales ciudades de la gran nación, a vandalizar y saquear negocios que presumieran pertenecían a ciudadanos migrantes, fuera esto cierto o no.
Los manifestantes pertenecían a grupos de ultraderecha, que expresaron sentimientos de rechazo contra la migración al país, reclamando de las autoridades expulsar a las personas no blancas. Estas expresiones cobraron la forma de una verdadera cacería racista, en la cual hostigaron y golpearon a cuanta persona de piel oscura encontraron a su paso, pero también a personas pobres o indigentes o de cualquier condición cultural o nacionalidad distinta a los nativos británicos.
Las hordas fascistas arremetieron contra los agentes de policía y antimotines que intentaban contener sus desmanes. Y, pese a ello, se dieron muestras de pasividad, permisividad o indiferencia de los uniformados que, en cierta medida, toleraron los desmanes de la ultraderecha; actitud que contrasta con la agresividad policial contra las protestas pacíficas de miles de ciudadanos protagonizadas semanas antes para denunciar el genocidio perpetrado por Israel contra el pueblo palestino.
Discurso de odio
Para algunos observadores de la política internacional, la irrupción de la ultraderecha en el Reino Unido es producto del discurso y las conductas deshumanizantes de los gobiernos conservadores hacia los migrantes. Pero también de un proceso de normalización de la actividad de los grupos fascistas en buena parte del planeta, sobre todo en Europa.
Es el resurgimiento del mismo discurso nazi que exalta la pretendida superioridad racial de las élites blancas frente a pueblos ‘inferiores’, y que criminaliza la pobreza y la diferencia étnica, sexual, religiosa, política o de otro tipo, y convierte la desigualdad social en odio contra grupos marginados.
Los disturbios comenzaron al medio día del pasado 4 de agosto y, rápidamente, se convirtieron en choques violentos con la policía en varias ciudades británicas. El detonante fue el anuncio, unas horas antes, de que el asesinato de tres niñas, pertenecientes a un grupo de estudiantes de baile en la ciudad de Southport, había sido cometido por un joven migrante, quien llegó en un barco al Reino Unido y estaba en condición de residente en esa población.
Matones descerebrados
Luego se estableció que se trataba de una noticia falsa. El asesino en realidad fue un joven británico de diecisiete años, Axel Rudakubana, oriundo de Lancashie. Pero el mensaje inicial ya se había difundido profusamente en las redes de internet y las calles de varias ciudades ardían en llamas.
“La violencia que hemos visto en nuestras calles es el resultado de la manipulación de acontecimientos trágicos, un ataque a nuestra comunidad por parte de delincuentes sin escrúpulos. No podemos permitir que gane una minoraría de matones descerebrados. No son representativos de nuestra ciudad y trabajaremos con nuestros socios para garantizar que los autores sean rápidamente llevados ante la justicia”, dijo el concejal Liam Robinson, portavoz del Ayuntamiento de Liverpool.
Los disturbios comenzaron en Rotherham, al sudeste de Manchester, donde una turba de extrema derecha intentó incendiar el hotel Halliday Inn Express, donde se alojaba un grupo de solicitantes de asilo. Algunos de los manifestantes lanzaron palos, botellas, sillas y rociaron con extintores a los policías que intentaron detenerlos.
Choques en varias ciudades
La policía de South Yorkshire informó que al menos diez agentes resultaron heridos, entre ellos uno que perdió el conocimiento después de sufrir un golpe en la cabeza, con un ladrillo. Imágenes publicadas muestran un contenedor de basuras en llamas y algunos de los manifestantes envueltos en la bandera británica, gritando “que los saquen de aquí”. Un informe posterior indica que en determinado momento los manifestantes intentaron entrar en el hotel por la fuerza y que, en el interior, se produjo un incendio.
La ministra británica del Interior, Ivette Cooper, condenó los hechos: “El ataque criminal y violento a un hotel que aloja a solicitantes de asilo en Rotherham es una auténtica atrocidad”. “Han prendido fuego deliberadamente a un edificio, conscientes de que había personas en su interior. La policía de Yorkshire tiene el pleno apoyo del Gobierno para tomar las medidas más enérgicas contra los responsables de este ataque violento”, puntualizó.
Estos fueron los hechos más graves. En otras ciudades como Middlesbrough, los grupos fascistas montaron retenes en las vías y rompieron los vidrios de vehículos que conducían migrantes, lanzándoles piedras y objetos contundentes. Más tarde atacaron las casas donde viven personas de origen asiático.
Las personas migrantes y activistas antifascistas se organizaron rápidamente y confrontaron a los grupos de ultraderecha, produciéndose choques en ciudades como Bolton y Middlesbrough.