Más de 40 disparos pusieron fin a la vida del cantante, sometido además a torturas y suplicios. Los asesinos descargaron todo su odio de clase y cortaron una vida prometedora, que hoy recuerda con cariño la humanidad entera
Redacción VOZ
La Segunda Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, en un fallo de la última semana de agosto, condenó a siete miembros del ejército, en retiro, a penas de prisión intramural por ser partícipes de los delitos de secuestro calificado y homicidio calificado en la persona del renombrado cantante Víctor Jara Martínez y de Littré Abraham Quiroga Carvajal, ilícitos cometidos en los días siguientes al golpe militar fascista perpetrado por el general Augusto Pinochet, el 11 de septiembre de 1973.
Con su decisión, la Corte confirmó lo resuelto por la Corte de Apelaciones de Santiago, en fallo de segunda instancia, en el que condenaron a los oficiales Raúl Jofré González, Edwin Dimter Bianchi, Nelson Haase Mazzei, Ernesto Bethke Walf, Juan Jara Quintana y Hernán Chacón Soto, a penas de prisión de 15 años y un día, en calidad de autores del homicidio de Jara y Littré. La pena se aumenta en diez años y un día de prisión, por el secuestro previo de las víctimas.
Además, el ex oficial Rolando Melo Silva fue condenado a cinco años y un día de prisión en su condición de encubridor de ambos homicidios, así como a tres años y un día de presidio, por ser también encubridor de los secuestros.
La justicia hizo su tarea
El abogado demandante, Nelson Caucoto, representante de las familias de Jara y Quiroga, comentó que con el pronunciamiento de la Corte Suprema “se ha dictado sentencia final y definitiva por parte del máximo tribunal de la República, en dos crímenes infamantes cometidos por militares chilenos en las personas de Víctor Jara y Littré Quiroga, dos figuras relevantes de la sociedad chilena.
“Uno, un ícono del firmamento cultural y musical de nuestro país, y el otro un funcionario público ejemplar, abogado y exdirector del Servicio de Prisiones. Ambos torturados cobardemente hasta la saciedad y acribillados con varias decenas de balazos. Para abandonar finalmente sus cuerpos en la vía pública en el anonimato de un amanecer santiaguino. La justicia ha hecho finalmente su tarea con absoluto apego al derecho, tanto nacional como internacional, trayendo consuelo para las familias de las víctimas que esperaron tantos años para este momento”, puntualizó el jurista.
De la lectura de los numerosos folios de la investigación se desprende que Víctor Jara fue detenido el 12 de septiembre de 1973, un día después del golpe fascista, en inmediaciones de la Universidad Técnica del Estado. De inmediato fue conducido al Estadio de Chile, convertido en gigantesco campo de concentración, destino final de miles de activistas sociales capturados durante las redadas de los militares.
Apareció como NN
El 15 de septiembre fue el último día en que lo vieron con vida, cuando en horas de la tarde fue trasladado al Estadio Nacional. En la madrugada del día siguiente su cuerpo fue encontrado por unos pobladores en inmediaciones del Cementerio Metropolitano, junto a otros cinco cadáveres, entre ellos el de Littré Quiroga Carvajal.
El informe de la autopsia indica que Jara murió después de haber recibido 44 impactos de bala y ser sometido a crueles torturas. Littré Quiroga, quien al momento del golpe hacía uso de una incapacidad médica, la suspendió para ir hasta la Dirección Nacional de Prisiones.
Desde allí decidió enviar a la mayoría de los funcionarios a su cargo a sus casas y se comunicó con la autoridad militar. Se le indicó que se presentara el día 12 a las ocho de la mañana en el Ministerio de Defensa, pero unos 20 miembros del Cuerpo de Carabineros se presentaron a sus oficinas, lo detuvieron y lo trasladaron al Estado Nacional, de donde nunca salió con vida.
La figura de Víctor Jara ha sido un referente internacional de la denominada canción protesta o canción social, aunque Jara en algunas ocasiones expresó algún desacuerdo con esa denominación. Partícipe de un movimiento llamado Nueva Canción Chilena, fue músico, cantautor, docente, escritor y director de teatro.
Pueblo de terremotos
Nació el 28 de septiembre de 1932 en San Ignacio de Chile y falleció asesinado el 16 de septiembre de 1973, dos días después del golpe de Estado.
En una de las numerosas entrevistas que concedió a diferentes medios, Jara dijo: “Yo nací en el sur de Chile, en la provincia de Ñuble, es una provincia muy lluviosa y también sacudida por terremotos. Mis padres eran inquilinos de un fundo y mi madre fue la que me estimuló en la música porque ella cantaba, en la casa siempre había una guitarra. Más adelante, cuando yo contaba con unos 12 años y por razones de trabajo, nos acercamos a la capital”.
Víctor Jara era conocido además por su militancia en el Partido Comunista de Chile. De antemano, había despertado odios entre los sectores fascistas que se reagrupaban en torno a la figura de Pinochet. La letra de sus canciones, sus poemas, sus proclamas, incomodaban a los sectores de la alta burguesía chilena.
De ahí la fiereza, el odio y el desprecio a la vida humana con que fue tratado una vez capturado y llevado al Estadio de Chile. Señalan los testigos que Jara fue golpeado y torturado brutalmente. Le quebraron las costillas a patadas. Le fracturaron las manos y sus dedos a culatazos. Era evidente la intención de dañar sus manos preciosas para que nunca más volviera a ejecutar sus canciones. Pero quedaba aún su voz. Y hay quienes cuentan que ya con sus manos hechas muñones sangrantes, Víctor Jara seguía cantando.
¡Cuánto terror y locura!
En todo de burla, sus verdugos, a pesar de que Jara ya estaba hecho girones y casi moribundo, le pedían que cantara, que tocara la guitarra. Torpes, desconocían las lecciones de la historia tantas veces repetidas. Pensaron que iban a callar su voz, que nunca calló.
Pensaron que iban a silenciar su guitarra, que siguió dejando escuchar sus acordes, acompañados por la voz de millones de muchachos por calles, plazas, ciudades y montañas, hasta el sol de hoy. Incluso, el estadio en el que fue inmolado, lleva el nombre de Víctor Jara, para perpetuar su memoria.
Presintiendo su final, trágico y apoteósico, en el Estado de Chile Víctor Jara consiguió un papel, y escribió el que se conocería como su último poema: “Somos cinco mil aquí. En esta pequeña parte de la ciudad. Somos cinco mil. ¿Cuántos somos en total en las ciudades y en todo el país? Somos aquí diez mil manos que siembran y hacen andar las fábricas. ¡Cuánta humanidad con hambre, frío, pánico, dolor, presión moral, terror y locura!”.