Siempre mantuvo Vargas Vila una posición crítica y reservada frente a la Revolución Rusa de 1917 y a su máximo dirigente, el gran Lenin.
Hernán A. Ortiz Rivas
Vargas Vila no solo fue un excelente novelista, dramaturgo, poeta y cuentista. También consagró su talento a temas y problemas políticos, históricos, sociales o filosóficos, lo mismo que a estudiar con estilo literario los asuntos importantes de su tiempo, como el reseñado antes sobre el imperialismo norteamericano. Por esto, hay en la obra de Vargas Vila varios textos dedicados a un hecho histórico de enorme significación: la Revolución Rusa de 1917. Con rapidez, vamos a tratar su posición frente a ese hecho que tanto ha repercutido en la vida social, económica, política, filosófica en el mundo entero, desde su aparición hasta los días actuales.
Intérprete idealista de la historia
Antes de entrar en el asunto propuesto, digamos que Vargas Vila, como autor culto, estaba enterado de la existencia de Marx, sustento ideológico de esa revolución; pero creemos que no lo había estudiado. Tal vez pudo saber algo elemental del gran fundador del comunismo contemporáneo, como se desprende de una nota que figura en su libro El ritmo de la vida, en el cual lo presenta como creador de la “interpretación materialista de la historia”, que pretende explicar todos los acontecimientos de la sociedad civil y la política por las “fuerzas económicas”, tesis que no le parece convincente, sin explicar los motivos ideológicos de su posición.
Vargas Vila se inclinó por una interpretación idealista de la historia; para él, las civilizaciones no las forman los pueblos sino “un núcleo de almas, en torno a un núcleo de ideas” que se mueven en las “soledades del océano”; se trata, pues, de palabras en el aire, sin ningún respaldo serio, riguroso ni objetivo.
En varios escritos, Vargas Vila se refirió a la Revolución Rusa de 1917. En primer lugar, ocupémonos de la contenida en su libro Belona Dea Orbi, donde dijo que la Rusia zarista era una vergüenza para la libertad, sin que tal situación hubiese mejorado mucho con el advenimiento del socialismo dirigido por Lenin, que se vendió a los alemanes.
He aquí sus palabras: “si la Revolución Rusa sale del estado caótico en que está, y no se cristaliza y se solidifica en algo más que en esa jerarquía de cuerpos organizados para la traición, será preciso confesar que esa revolución ha sido más funesta al triunfo de la libertad que lo fueron el zar y su dominio confuso y fatal”. Para Vargas Vila, la entrega de los rusos a los alemanes en la guerra, a más de traición fue un detrimento de la libertad.
Nacimiento de un sol
En otro de sus libros: En las zarzas del Horeb, en la parte dedicada a Rusia, escribió que estaba invadida por un “enigma rojo”, al pie de los escombros de un “enigma gris”. Lenin había sucedido a Rasputín. Rusia con su revolución era todavía la “anarquía”, no la “libertad”, pero lo será. Rusia, en palabras de Vargas Vila: “es un volcán brillando en las tinieblas: es el caos; no hay que olvidar que del caos surgió el sol, según el Génesis; y la libertad del mundo surgirá de allí… de aquel pestañear de tinieblas que anuncia el nacimiento de un sol”. Hay, pues, en esta rápida y ligera actitud de Vargas Vila hacia la Revolución Rusa de 1917 una esperanza de vislumbrar un futuro mejor para la humanidad, pero llena de cautela.
En una entrevista de Vargas Vila, concedida en 1932, un año antes de su muerte, al colombiano Marcelino Valencia, fue más directo frente a Lenin, al decir: “es demasiado grande para ser juzgado todavía y para saber si su obra ha hecho más bien o más mal al mundo, porque siempre quedará el derecho a preguntar si este mundo estaba preparado en su cobardía para el mantenimiento de esas ideas. Ya en Lenin es dividido siempre el traidor y el pensador; el hombre que abrió la brecha en Rusia para que pasaran sus ideas”.
Siempre mantuvo Vargas Vila una posición crítica y reservada frente a la Revolución Rusa de 1917 y a su máximo dirigente, el gran Lenin. No podía ir más lejos un intelectual, heredero fiel del liberalismo doctrinario europeo, producto de la modernidad burguesa, que sin haber asumido una posición antisocialista, tampoco se identificaba con la ideas de un Lenin, continuador ejemplar del pensamiento marxista.