sábado, febrero 8, 2025
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Una agresión a Latinoamérica

La mayoría de los argumentos del nuevo mandatario de los Estados Unidos son mentirosos. Las acusaciones contra los migrantes carecen de fundamento y se trata más bien de una nueva cruzada xenófoba. Su fin parece ser capitalizar esta retórica para una política exterior agresiva contra América Latina

Alberto Acevedo

Según cifras oficiales de organismos de estadística y de autoridades del Trabajo, los inmigrantes representan en este momento el seis por ciento del total de la fuerza laboral en Estados Unidos. De cumplirse al pie de la letra las amenazas del presidente Trump de deportar hasta once millones de inmigrantes sin regularizar su estadía o que no tienen papeles de ninguna índole, su salida implicaría incontables traumatismos para la economía norteamericana.

La continuada expulsión de inmigrantes afectaría a sectores productivos importantes como la agricultura, la construcción, la alimentación, entre otros. Los inmigrantes, en particular los latinos, se ocupan de oficios que los norteamericanos se rehúsan a cumplir. En 2020, por ejemplo, se anunciaron cien mil vacantes para trabajos estacionarios de recolección de cosechas en diversas regiones de la Unión.

A la convocatoria respondieron apenas 337 ciudadanos norteamericanos, que mostraron disposición de tomar el empleo. La franja de inmigrantes, sobre todo la más antigua, votó por Trump, seducida por la propaganda del magnate que prometió el oro y el moro para hacer de nuevo Grande a América. Los inmigrantes representan además un segmento importante en el poder de compra, lo que sin duda beneficia las arcas federales y estatales.

Las cifras no mienten

La propaganda de Trump acusa de todos los males dentro de la política doméstica a los inmigrantes, responsabilizándolos de quitar fuentes empleo a la población nativa. Sin embargo, las cifras oficiales no respaldan esto. La tasa de desempleo actual en Estados Unidos es de 4,1 por ciento, una de las más bajas en términos históricos, y el crecimiento de la economía y la generación de nuevos empleos siguen siendo sólidos.

Está el caso de la criminalidad. Esta misma semana, cuando comenzaron a llegar aviones norteamericanos repletos de inmigrantes, aterrizando en varias capitales del continente, Trump se refirió a ellos como “criminales malos y duros”, como “asesinos”. Pero las estadísticas del país del norte indican que los inmigrantes tienden a cometer menos crímenes que los estadounidenses, precisamente por el gran temor a ser deportados.

Estas cifras indican que la mayoría de los argumentos del nuevo mandatario de los Estados Unidos son mentirosos. Las acusaciones contra los migrantes carecen de fundamento y se trata más bien de una nueva cruzada xenófoba. Su fin parece ser capitalizar una política exterior agresiva contra América Latina.

El canciller de Cuba, Bruno Rodríguez, ha sido más certero en calificar esta agresión; la semana pasada aseguró que la deportación de migrantes está siendo utilizada como arma de presión política contra los pueblos de América Latina.

Nuevo abuso

“Resulta inaceptable la deportación violenta, indiscriminada y violando los más elementales derechos humanos de migrantes ilegales en EE. UU. Se emplea como arma de presión política contra pueblos de nuestra América”, escribió Rodríguez el pasado domingo en su cuenta de X.

Enfatizó que esta política exterior es un “nuevo abuso” de Washington en contra de Latinoamérica. El ministro de Exteriores manifestó que su gobierno respaldará las iniciativas de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, Celac, para hacerle frente.

El pronunciamiento coincide con el anuncio de la Celac de convocar para este 30 de enero una reunión urgente de presidentes y jefes de Estado de esa comunidad. En este encuentro, se abordarán, entre otros temas, la migración, que ha generado una verdadera crisis diplomática en la región.

Contra el derecho de asilo

Las deportaciones o el cierre de fronteras, según defensores de derechos humanos, violan las leyes nacionales (de Estados Unidos) e internacionales sobre el derecho de asilo. Trump ha llegado a la Casa Blanca en un momento en el que el número de personas indocumentadas cruzando la frontera de México a Estados Unidos está en su nivel más bajo desde 2020, como resultado de las serias medidas impuestas por Biden, los esfuerzos de México de evitar la saturación de la zona fronteriza y los efectos intimidantes de la retórica antinmigrante del recién posesionado presidente Trump.

Aunque Biden deportó a más indocumentados en 2024 que Trump en cualquiera de sus cuatro años en la Casa Blanca, el número de inmigrantes interceptados al intentar cruzar se incrementó cada año desde unos 850 mil en 2019, a un pico de más de dos millones entre 2022 y 2023.

Los países de origen de estos migrantes también cambiaron, indican estudiosos del tema. Durante el primer gobierno de Trump, el 90 por ciento de quienes intentaban ingresar a Estados Unidos provenía de México y Centroamérica. Para 2023, ese indicador bajó a 55 por ciento, explicó Adam Isacson, experto en estos flujos migratorios de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos, Wola.

Por la soberanía nacional

En 2024, el número de indocumentados intentando cruzar la frontera desde México se empezó a reducir y para los últimos dos meses del año pasado, la Patrulla Fronteriza registró que el nivel de interceptaciones era menor a 50 mil cada mes.

No tienen fundamento, pues, al menos en el fenómeno del flujo migratorio, las acusaciones de Trump, cargadas de odio y de resentimiento, contra decenas de miles de trabajadores que aspiran a mejorar sus ingresos y nivel de vida, con el ‘sueño americano’, y de paso contribuir con su mano de obra, generalmente mal remunerada, al desarrollo de esa nación.

Por eso, el incidente diplomático registrado esta semana entre Colombia y Estados Unidos (ver página siguiente) y la actitud inamistosa y desobligante de la nueva administración norteamericana contra Panamá, México, Cuba, Venezuela y Canadá, estimulan de nuevo un sentimiento antimperialista, anticolonial y de defensa de la soberanía nacional, de la dignidad de los pueblos, de su derecho a la autodeterminación, sin injerencia extranjera de ninguna índole.

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