martes, mayo 27, 2025
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Un mural por una caja de ron blanco

Una historia fantástica, de realismo mágico caribeño y universal

Zabier Hernández Buelvas
@ZabierHernndez

Ariel Arteta, descendiente directo de los Arteta fundadores del municipio de Juan De Acosta, Atlántico, comparte con VOZ su versión sobre la historia del mural que Alejandro Obregón pintó en el cementerio del pueblo.

Los Santo Domingo y los Molina

¿En qué momento comienza la historia de Obregón pintando en el cementerio de Juan de Acosta?

Mario Santo Domingo, padre de Julio Mario Santo Domingo y de Luis Felipe Santo Domingo, se estableció en Barranquilla, donde desarrolló el emporio económico de la familia. Allí fundó en 1911 la cervecería Águila y la empresa de importaciones y exportaciones Santo Domingo y Compañía.

Datos interesantes, pero ¿Qué tienen que ver con Obregón y el mural?

Luis Felipe Santo Domingo, el segundo hijo de don Mario, sostuvo una relación amorosa con Ana Isabel Molina, de Juan De Acosta. De esta unión nació Luis Alberto Santo Domingo Molina. Este creció y alrededor de los 30 años inició un juicio de sucesión para ser reconocido legalmente como hijo natural de Luis Felipe Santo Domingo.

Efectivamente, en un fallo muy conocido en Barranquilla, el Tribunal Superior de esta ciudad consideró que Luis Alberto Santo Domingo sí era hijo natural de Luis Felipe Santo Domingo y que, por tanto, tenía derecho a la herencia.

Todavía no veo dónde aparece Obregón en todo esto…

Ya vamos para allá. Aunque Santo Domingo Molina vivió principalmente en Barranquilla, mantuvo estrechos lazos con Juan De Acosta, pueblo natal de su madre, Ana Isabel Molina. Y aquí otro dato interesante: Luis Alberto Santo Domingo Molina es el padre de Isabela Santo Domingo, reconocida por belleza y carisma, muy famosa en las décadas de 1980 y 1990.

El Grupo de Barranquilla

¿Y ahora sí llegamos al tema del mural?

Luis Alberto Santo Domingo Molina mantenía una estrecha amistad con los hermanos Arteta De La Hoz, oriundos de la costa. De estos, Gilberto Arteta De La Hoz era el más cercano a “Gabito”, como llamaban a Gabriel García Márquez en el Grupo de Barranquilla, integrado por el premio nobel colombiano, Álvaro Cepeda Samudio, Germán Vargas, Alfonso Fuenmayor, Alejandro Obregón, José Félix Fuenmayor, Nereo López, Cecilia Porras y Orlando “Figurita” Rivera.

En ese contexto, Luis Alberto Santo Domingo Molina le pidió a Alejandro Obregón que viajara hasta Juan De Acosta para realizar un mural en homenaje a su madre, fallecida unos 25 años atrás, en 1930. La propuesta de Santo Domingo Molina era que el mural se pintara sobre el mausoleo donde reposaban los restos de Ana.

¿Y Obregón aceptó?

No solo aceptó, sino que, además, se llevó con él a gran parte del Grupo de Barranquilla. Prácticamente, se trasladaron a vivir a Juan De Acosta durante esos días.

Imagino que la gente los llegó a ver, ¿Qué comentaban? ¿Qué recuerdos quedaron?

Esos días quedaron grabados en la memoria del pueblo. Quienes tuvieron el honor de presenciar la experiencia cuentan que Obregón, con sus oleos, pinceles, en chancletas y su icónico bigote, se mostraba pintando bajo el sol canicular del Caribe. Mientras trabajaban, no paraban de hablar, en especial Gabo, pero a la vez no paraban de tomar ron blanco, especialmente Obregón. Relatan que siempre al maestro se le veía gustoso y, además, pintando esta obra para su amigo, por una causa noble.

Obregón, Gabo y la caja de ron

Dicen que Alejandro Obregón no cobró por el mural, sino que impuso una condición. ¿Cuál fue esa condición?

Obregón y Luis Alberto Santo Domingo Molina eran muy amigos, y el maestro era una persona muy especial con sus amigos. Además, era una figura muy popular, cercana al pueblo, a la gente. Según versiones populares, el convenio entre ellos no fue económico, sino que consistió en que le mantuvieran siempre una caja de ron blanco a Obregón, a cambio, este pintaba el mural sin cobrar honorarios. Una de las características que más definían a Obregón era que no le gustaba el whisky, prefería tomar ron blanco con sus amigos, ya fuera a la sombra de un árbol de mango o en una esquina de una tienda.

¿Y qué papel jugó Gabriel García Márquez en todo esto?

Álvaro Cepeda Samudio y Gabriel García Márquez acompañaron a Obregón durante su estancia en Juan De Acosta. Justo diagonal al cementerio, en una esquina, se encontraba una cantina y una gallera. Gabo se interesó mucho en ir a ver las peleas de gallos, necesitaba conocer ese mundo porque estaba escribiendo una novela o una crónica en la que debía hablar de ese tema, aunque no se sabe cuál de sus posteriores obras sería. Si tenemos en cuenta que el mural fue pintado alrededor de 1957, es posible que Gabo estuviera escribiendo El coronel no tiene quien le escriba, La Hojarasca o Crónica de una muerte anunciada.

¿Casi 50 años después, el mural sigue allí?

Juan De Acosta siente un profundo orgullo. El mural es parte de la memoria social-cultural de nuestro municipio. Es el único mural de Obregón en un cementerio, lo convierte en pieza única en el mundo. La fama y la historia del más destacado pintor están vinculadas a Juan De Acosta.

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