El presidente estadounidense acusa al Smithsonian de centrar sus exhibiciones en lo negativo de la historia, promete eliminar narrativas “divisivas” en museos públicos y ordena revisión institucional
Anna Margoliner
@marxoliner
En agosto de 2025, Donald Trump desató una nueva controversia al criticar públicamente al Smithsonian Institution, por lo que calificó como un “enfoque enfermizo” en los aspectos negativos de la historia de Estados Unidos. A través de su red Truth Social, el expresidente y actual candidato afirmó: “Todo lo que se discute es lo horrible que fue nuestro país, lo mal que era la esclavitud… nada sobre el éxito, nada sobre nuestro brillante futuro”. Según el medio especializado The Art Newspaper, estas críticas apuntan especialmente a exhibiciones que abordan temas como la esclavitud, el racismo, la migración o la opresión indígena.
Las declaraciones no fueron un mero exabrupto de campaña. La Casa Blanca —bajo la administración Trump— envió el 12 de agosto una carta formal al secretario del Smithsonian, Lonnie G. Bunch III, ordenando una revisión interna de al menos ocho museos clave, incluyendo el Museo Nacional de Historia Americana, el Museo de Historia Afroamericana y el Museo Nacional del Indígena Americano. La revisión debía abarcar no solo exposiciones físicas, sino también materiales educativos, contenidos digitales y futuras curadurías.
Qué exige el Ejecutivo
De acuerdo con The Art Newspaper y la propia carta publicada por la Casa Blanca, el objetivo declarado es “alinear la narrativa museística con los valores de unidad, orgullo y excepcionalismo estadounidense”. Se solicita que todo contenido considerado divisivo, ideológico o centrado en lo que Trump llama “culpabilidad racial”, sea modificado o retirado. Además, se establece un plazo de 120 días para reportar avances en los ajustes sugeridos.
Esta intervención se enmarca en la Orden Ejecutiva 14253, firmada en marzo de 2025, titulada “Restoring Truth and Sanity to American History”. En ella, Trump ordena que los espacios públicos, monumentos y museos federales reflejen una narrativa “constructiva” y que restauren monumentos retirados por “razones ideológicas”.
Entre historia crítica y excepcionalismo
Los museos del Smithsonian han sido reconocidos por su esfuerzo en presentar una visión amplia e inclusiva de la historia estadounidense. Como recuerda The Washington Post, el Museo Nacional de Historia Afroamericana no solo expone el legado de la esclavitud, sino también los aportes de la comunidad afroamericana en el arte, la ciencia, el deporte y la política. Lo mismo ocurre en el Museo del Indígena Americano, donde se narran tanto las tragedias del genocidio como la resistencia cultural.
Para Trump, sin embargo, esta complejidad constituye una “visión derrotista” del pasado. En su discurso, estos relatos se presentan como parte de una agenda “woke” que —según él— busca dividir a los estadounidenses y destruir su identidad nacional. En su lugar, propone una historia que “una e inspire”, centrada en los padres fundadores, los logros económicos y la expansión estadounidense como sinónimo de progreso.
Voces que advierten
La reacción del sector académico y cultural fue inmediata. Según declaraciones recogidas por KCCI News, la Organización de Historiadores Americanos, advirtió que esta directriz presidencial amenaza la independencia institucional del Smithsonian, creada por ley en 1846. Por su parte, la American Alliance of Museums expresó su preocupación por lo que calificó como “una injerencia política sin precedentes” que podría tener un efecto paralizante sobre el mundo museístico estadounidense.
Desde la misma institución, el secretario Lonnie Bunch fue enfático al afirmar que el Smithsonian seguirá guiándose por principios académicos y científicos, y que cualquier ajuste será evaluado bajo criterios profesionales, no ideológicos. “Nuestra misión es contar la historia completa de Estados Unidos, incluso cuando es difícil o incómoda”, sostuvo en un comunicado publicado en su página oficial.
Una disputa más allá de los museos
Este episodio se inscribe en una estrategia más amplia de Donald Trump: utilizar la cultura como campo de batalla político. Ya en su primer mandato propuso la “Comisión 1776” para contrarrestar el Proyecto 1619 del New York Times, que replanteaba la historia de Estados Unidos desde la esclavitud como punto de partida. Ahora, su cruzada contra el Smithsonian responde al mismo patrón: disputar quién tiene el derecho de contar la historia.
Como explica el historiador Kevin Young en The Art Newspaper, esta ofensiva no busca corregir errores históricos, sino reinstalar una visión monocultural del pasado. “Eliminar lo incómodo no es sanear la historia, es reescribirla al gusto del poder”, afirma.
Lo que se juega es la memoria
Más allá del debate técnico sobre curaduría o pedagogía museística, lo que está en juego es la disputa por la narrativa nacional. Las instituciones culturales como el Smithsonian son espacios de construcción de memoria colectiva. Al intentar controlar sus contenidos, el poder político interfiere directamente en cómo una sociedad se ve a sí misma.
Donald Trump no está solo en esta cruzada; cuenta con el apoyo de sectores conservadores que ven en la historia crítica una amenaza a su identidad. Pero la respuesta institucional, académica y ciudadana demuestra que aún existe un compromiso firme con la historia como campo de verdad, no de propaganda.
Como dijo el propio Lonnie Bunch, “ocultar el pasado no lo hace desaparecer”. Si la historia estadounidense ha sido conflictiva, desigual y profundamente contradictoria, negarlo no une: desinforma.
Los museos no deben ser vitrinas ideológicas ni santuarios del olvido, sino espacios donde el país pueda verse tal como es, para decidir con mayor conciencia lo que quiere ser.