El país teutón entró formalmente en recesión, tras contraerse su economía dos trimestres seguidos. Políticas energéticas defectuosas y una lenta transición a las nuevas tecnologías son factores que se juntan para configurar la más seria amenaza a la prosperidad alemana
Alberto Acevedo
La formidable paliza que la selección Colombia de fútbol le propinó a la de Alemania en el estadio de Gelsenkirchen el pasado 20 de junio, conmocionó al mundo deportivo en el país europeo y amenazó con una crisis que podría llevar a la salida del director técnico del equipo, Hansi Flick, y a un replanteamiento de la estrategia deportiva en el país teutón.
Sin embargo, los resultados del encuentro futbolero, para algunos humillantes, no son la principal preocupación de los alemanes hoy en día. Al fin y al cabo, se trató de un partido amistoso. Lo que preocupa al ciudadano común de ese país es el hundimiento de la economía, que amenaza con arrastrar, en un efecto dominó, a una recesión generalizada a todo el viejo continente.
De acuerdo con un artículo de la publicación especializada norteamericana Bloomberg, en la última semana de mayo, Alemania entró formalmente en recesión, tras contraerse su economía dos trimestres seguidos. En términos económicos, una recesión se define comúnmente como dos trimestres seguidos de crecimiento negativo del Producto Interno Bruto, PIB, de una nación. En el caso de Alemania, en términos interanuales, el PIB se redujo en 0.5 por ciento.
Prosperidad amenazada
Alemania, considerada el motor económico de Europa (es la potencia de mayor desarrollo en la región), entró en recesión, su resiliencia se está desmoronando, dice Bloomberg.
El medio indica que varias décadas de políticas energéticas defectuosas, la desaparición de los automóviles con motor de combustión y una lenta transición a las nuevas tecnologías, son factores que se juntan para configurar la más seria amenaza a la prosperidad alemana.
Pero, las “políticas energéticas defectuosas”, es una manera muy sutil de Bloomberg, de referirse a la hondura de la crisis económica alemana. Hay cosas que se pierden de vista en este enfoque. Para llegar a esta situación, una de las razones fundamentales ha sido el aumento masivo de los precios de la energía, desde que el canciller socialdemócrata Olaf Scholz siguió a ciegas las órdenes de Estados Unidos de no adquirir el gas proveniente de Rusia, con el fin de debilitar al gigante euroasiático, víctima de las sanciones ideadas por Washington.
Sabotaje al gasoducto ruso
Desde hace tiempos, Estados Unidos ha tenido intenciones de debilitar y controlar la principal economía de la Unión Europea. Sabe que, controlándola, el resto del continente se rendirá a sus pies. A partir del momento en que comenzaron a diseñarse las sanciones a Rusia, Washington tenía el propósito de que Europa Occidental le comprara el gas que produce en sus yacimientos con la técnica de fracking, mucho más costosa, lo que aumentaría los precios, por tenerlo que transportar en barcos, en vez de gasoductos.
En ese afán por amordazar y controlar a la Unión Europea, y sobre todo a Alemania, el presidente Biden le dio el visto bueno a la voladura de los gasoductos rusos Nord Stream 1 y Nord Stream 2, según investigación realizada por el periodista Seymour Hersh.
Someterse a las recomendaciones de la Casa Blanca le ha costado caro a Alemania y a otros socios europeos, que tienen que comprarle combustible a Estados Unidos casi al doble del precio que proveía Rusia.
Así, Alemania entró en un periodo de dificultades industriales que repercuten en la economía general y en la vida de las personas. Analistas aseguran que el peso de la enorme inflación y la caída del consumo arrastrarán toda la economía. Según la agencia Reuters, el PIB alemán cayó un 0.3 por ciento, antecedido por una disminución del 0.5 por ciento registrado en el cuatro trimestre de 2022.
Optimismo del canciller
Las previsiones económicas de la Comisión Europea no son nada alentadoras, por decir lo menos. Indican que el crecimiento de Alemania será del 0.2 por ciento este año, y de 1.4 por ciento en 2024, frente a un promedio de la Eurozona de 1.1 por ciento y del 1.6 por ciento, respectivamente.
Divulgados estos datos, la reacción del canciller Olaf Scholz fue afirmar que las perspectivas de la economía nacional “son muy buenas”, pues al desbloquear las fuerzas del mercado y reducir la burocracia, están “resolviendo los desafíos” que enfrentan.
No piensa lo mismo la profesora de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins, Dana Allin, al afirmar que “la salud de la economía alemana es crucial para la economía europea en general, y para la armonía y solidaridad del bloque”.
En realidad, los días por venir serán más sombríos, distinto al optimismo del canciller Sholz. El Fondo Monetario Internacional pronostica que Alemania mostrará el peor rendimiento del G-7, y algunos economistas auguran un retraso de Alemania frente a los demás países del viejo continente.
Economía débil
Otros analistas se refieren a riesgos de inestabilidad, impulsados por el envejecimiento de la población, que enfrenta a los “cómodos pensionados con los jóvenes, preocupados por su futuro”.
“Bajo el peso de la enorme inflación, el consumidor alemán ha caído de rodillas, arrastrando consigo a toda la economía”, asegura Andreas Scheuerle, analista del banco DekaBank. Para la agencia Reuters, además, la caída del poder adquisitivo, la reducción de los pedidos industriales, el endurecimiento agresivo de la política monetaria y la desaceleración prevista de la economía de Estados Unidos, son factores que apuntan hacia una actividad económica débil en Alemania.
Y es que paralelo a esta situación hay un notorio proceso de desindustrialización. El gigante químico alemán BASF anunció que recortará 2.600 puestos de trabajo, que equivalen al 2.3 por ciento de su plantilla global, y reveló además que tiene intenciones de trasladar parte de sus instalaciones de producción a China, debido a los elevados costos energéticos.
Esto, en momentos en que el 10 por ciento de las pequeñas y medianas empresas alemanas han dicho que trasladarán su producción al extranjero, según encuesta realizada por la Fundación para la Economía Familiar. En un círculo vicioso, como consecuencia del decrecimiento, se espera que para este año la inflación se sitúe entre el 7-8 por ciento, el precio de los alimentos se incremente en un 25 por ciento, lo que impactará el nivel de vida de los consumidores, sobre todo de clase media.
La cabeza del director técnico de la selección del equipo de fútbol alemán no debería ser la única en estar en la picota pública. También debería estarlo la del canciller alemán, responsable en buena medida de la debacle. El marcador del estadio de Gelsenkirchen mide el termómetro de las grandes economías capitalistas, hundidas en el lodo de la guerra y del caos. En contraste con las de los países en vías de desarrollo, como lo muestran las vigorosas alianzas económicas emergentes.