En 1970, Kate Millett revolucionó el pensamiento feminista con Política sexual, una obra que desnudó al patriarcado como un sistema político y cultural. Su análisis del género como construcción de poder sigue siendo clave para comprender las desigualdades del presente
Anna Margoliner
@marxoliner
En un contexto de profundos cambios sociales, en el que el movimiento feminista comenzaba a expandirse con fuerza en Estados Unidos y Europa, Política sexual se convirtió en un manifiesto teórico y político que cuestionó no solo la vida privada, sino también la manera en que la cultura y el poder organizan la sexualidad y los roles de género, convirtiéndose en una de las obras fundacionales del feminismo radical de la segunda ola.
La revolución íntima del feminismo
En Política sexual, Kate Millett expone que el patriarcado no es un orden natural ni biológico, sino un sistema político que organiza y controla las relaciones entre hombres y mujeres. Su análisis se centra en cómo las instituciones —la familia, la educación, la literatura, la cultura e incluso la ciencia— funcionan como engranajes que reproducen esta jerarquía, garantizando la subordinación femenina y el dominio masculino.
Millett demuestra que la opresión de género es tan estructural como la explotación económica, y que ambas deben analizarse de manera conjunta para entender el alcance de la desigualdad.
La autora denuncia también la complicidad de la cultura en este proceso, subrayando cómo la literatura, el arte y los discursos intelectuales han servido históricamente para legitimar el control sobre las mujeres, representándolas como objetos pasivos o dependientes. Su crítica va más allá de la esfera privada, mostrando que la sexualidad misma es una construcción política que regula los cuerpos y deseos.
En sus propias palabras: “El patriarcado tiene como principio básico el dominio masculine sobre la mujer y la extensión de este dominio a todas las áreas de la vida humana”. Esta afirmación sintetiza el núcleo de su pensamiento: el género no es un dato biológico, sino una relación de poder que organiza la vida social.
La autora, plantea que la verdadera revolución no puede limitarse al terreno económico o institucional, sino que debe transformar las relaciones íntimas, los roles de género y la manera en que se concibe la sexualidad. Su propuesta de entender el género como construcción política abrió un horizonte crítico que marcaría el rumbo del feminismo radical y posterior teoría de género.
La sexualidad como campo de batalla
La obra surge en el marco de la llamada “segunda ola del feminismo”, que emergió en las décadas de 1960 y 1970 en respuesta a las limitaciones del sufragismo y a los cambios sociales del período. Tras la Segunda Guerra Mundial, muchas mujeres habían experimentado el ingreso al mundo laboral y a la vida pública, pero al finalizar el conflicto fueron empujadas nuevamente hacia el ámbito doméstico.
La aparente prosperidad de la posguerra escondía una contradicción: mientras las sociedades occidentales hablaban de progreso y modernidad, las mujeres eran confinadas a la familia nuclear, con roles definidos por la maternidad y la dependencia.
En este escenario, la segunda ola del feminismo puso en el centro temas que hasta entonces habían sido silenciados: la sexualidad, la violencia doméstica, el trabajo no remunerado y la autonomía del cuerpo. Política sexual apareció como un texto capaz de articular estas demandas con una visión teórica potente, mostrando que lo personal es político, una de las consignas más representativas del movimiento.
Una vida de disidencia y creación
Kate Millett nació en 1934 en St. Paul, Minnesota, en el seno de una familia católica de origen irlandés. Estudió en la Universidad de Minnesota y más tarde en Oxford, donde obtuvo su maestría en literatura inglesa. Su formación académica se combinó con un activismo constante por los derechos civiles y el feminismo.
Con la publicación de Política sexual, Millett alcanzó un reconocimiento internacional inmediato, aunque también enfrentó fuertes resistencias y críticas, tanto del establishment académico como de sectores conservadores. Además de su obra teórica, se dedicó a la docencia y a la defensa de los derechos de las mujeres y de la comunidad LGBTQ+. Falleció en 2017, dejando un legado fundamental para el pensamiento feminista contemporáneo.
Vigencia de una obra incómoda
Más de medio siglo después de su publicación, Política sexual conserva una vigencia sorprendente. El análisis de Millett permite comprender cómo las desigualdades de género siguen operando en distintas esferas: desde las brechas salariales hasta la violencia contra las mujeres y la resistencia frente a la educación sexual y de género. Su planteamiento de que la sexualidad es una construcción política resulta clave para debates actuales sobre identidades, diversidad y derechos reproductivos.
En tiempos de nuevas resistencias conservadoras, donde movimientos reaccionarios intentan reinstalar ideales de domesticidad femenina —como ocurre con las tendencias “tradwife” en redes sociales—, la lectura de Millett se vuelve urgente. Recordar que los roles de género no son naturales, sino resultado de relaciones de poder, es una herramienta indispensable para enfrentar los discursos que buscan restaurar viejas jerarquías.
Política sexual de Kate Millett no solo ayudó a fundar el feminismo radical, sino que abrió una puerta para comprender que lo íntimo, lo cultural y lo sexual son terrenos atravesados por la política. Su legado continúa iluminando las luchas feministas actuales, recordándonos que desmontar el patriarcado requiere transformar tanto las estructuras sociales como las relaciones más cotidianas. Leer a Millett hoy es, en definitiva, un ejercicio de resistencia y de construcción de futuros más justos e igualitarios.