En muchos de los abaleos, no solo las víctimas son menores de edad; también los agresores.
Al menos tres personas resultaron heridas y permanecen en estado crítico, tras un tiroteo, en la mañana del pasado sábado 23 de abril, en una escuela de secundaria de Antigo, pequeño poblado de Wisconsin. El atacante había llegado muy temprano, esperó a que los estudiantes salieran y luego comenzó a disparar con un rifle.
Dos días antes, siete personas murieron, entre ellas cinco niños, en un tiroteo en la localidad de Peebles, en el estado de Ohio. En una semana, se presentaron al menos tres tiroteos más, la mayoría en escuelas de secundaria. Anteriormente, la prensa había registrado tiroteos en Kansas, en Pensilvania, en cercanías del Capitolio y en una base aérea de los Estados Unidos.
En muchos de los abaleos, no solo las víctimas son menores de edad; también los agresores. En la última semana de marzo pasado, en la Florida, una mujer, defensora del derecho al porte de armas, dejó cargada una pistola calibre 45 en el asiento trasero de su auto. Su hijo de cuatro años de edad, le disparó y la hirió por la espalda.
Muchos padres de niños víctimas de tiroteos en las escuelas, tiene armas de diverso calibre con licencia legal. El pasado año, en Estados Unidos, murieron más personas por disparos de niños pequeños que por la acción de terroristas. En 2013, el New York Times presentó un informe sobre la cantidad de niños muertos por otros niños. En ese momento se refirió a “víctimas colaterales de la accesibilidad a las armas en Estados Unidos, y sus muertes son aún más devastadoras por ser eminentemente previsibles”. Los Estados con más armas, son los que más muertes tienen en ese país.