Dicen los sanjacinteros mayores de edad que ya perdieron la cuenta de las veces que se anuncian acueductos fantasma, que nunca funcionan y, lo que es más sospechoso, con unas asignaciones en dinero que no se sabe a dónde van a parar.
Libardo Muñoz
La comunidad de San Jacinto, norte de Bolívar, entra a un nuevo año sin contar con un abastecimiento normal de agua, sometida a la misma angustia que ya se volvió asunto del diario vivir, corriendo con ollas, tanques o cualquier vasija detrás de los carrotanques viejos y oxidados que envían de Cartagena para aplacar los bloqueos a la carretera troncal de occidente.
Un poco menos de cien kilómetros separan a San Jacinto de Cartagena. Es una población famosa por la habilidad de sus artesanas que producen las más solicitadas hamacas del país, que hasta inspiraron una canción titulada “La Hamaca Grande”, compuesta e interpretada por uno de sus hijos destacados: Adolfo Pacheco.
Los sanjacinteros opinan que ese buen nombre dentro del folclor y la tradición artesanal le dan lustre a Colombia, y que como comunidad acogedora y cordial merecen una suerte distinta a la que le han dado los políticos incapaces de proyectar y construir un acueducto con toda la técnica que los abastezca de agua limpia, confiable y permanente. El propio Adolfo Pacheco es político de los tradicionales.
Dicen los sanjacinteros mayores de edad que ya perdieron la cuenta de las veces que se anuncian acueductos fantasma, que nunca funcionan y, lo que es más sospechoso, con unas asignaciones en dinero que no se sabe a dónde van a parar.
Se teme en San Jacinto que la ausencia de lluvia y la entrada del fenómeno del Niño agraven el desabastecimiento de agua, ya que desaparecerían los jagüeyes rurales y las reservas de cisternas domésticas, algunas construidas hace hasta ochenta años, que conservan algunos galones de agua bajo restricciones muy severas para aseo personal, cocinas y alimentos para recién nacidos.
La ciudadanía de San Jacinto denuncia, además, que muchos terratenientes y ganaderos ligados al latifundio desvían agua para sus fincas, un hecho que debería sancionarse porque influye en la escasez del suministro por las redes precarias tan viejas de haber sido enterradas que pocos recuerdan su trazado.