En 1871 Rimbaud sería testigo de un episodio histórico que le impactaría para el resto de su vida: la Comuna de París. Se interesa por ese hecho en el cual, por primera vez, la clase obrera se toma el poder de manera efímera, pues la Comuna es ahogada en sangre.

Libardo Muñoz
El 20 de octubre de 1854, nace en Charleville (Francia), Jean-Nicolas Arthur Rimbaud.
El padre de Rimbaud fue un militar que pronto se separó de la madre del futuro poeta, mujer inteligente surgida de una familia del lugar, que financiaría con sus recursos la publicación de la mayor parte de las obras de su hijo.
Rimbaud fue descrito pronto como “un joven de asombrosa precocidad”. A los 10 años de edad Rimbaud sorprende a todos con una escritura de gran retórica. Lee de una manera infatigable todo lo que pasa por sus ojos, especialmente a los socialistas franceses y novelas del siglo XVII.
En Charleville, Rimbaud escribe un “Proyecto de Constitución Comunista”, lamentablemente extraviado por el permanente éxodo que caracterizó su breve vida. Se convirtió en un infatigable viajero por varios continentes, donde desempeña variados oficios, desde negociar un cargamento de fusiles para un rey, hasta estibador de un puerto lejano. Son trabajos para sobrevivir.
Rimbaud, de apenas 17 años, escribe su famoso poema “El Barco Ebrio”, que será la antesala de su vida aventurera y de la cual se aferrarían sus detractores para divulgar una imagen falsa de alcohólico que nunca correspondió a la verdad.
En 1871 Rimbaud sería testigo de un episodio histórico que le impactaría para el resto de su vida: la Comuna de París. Se interesa por ese hecho en el cual, por primera vez, la clase obrera se toma el poder de manera efímera, pues la Comuna es ahogada en sangre.
Entonces Rimbaud escribe: “Al gran sol cargado de amor, sobre el bronce de las ametralladoras, que atraviesan a París insurrecto” (Las manos de Juana María).
Rimbaud cruza Europa una y otra vez, pero es la derrota de la Comuna de París lo que lo impulsa, en 1873, al Londres por donde otro filósofo desesperado, que sacudiría al mundo con sus ideas, Karl Henrich Marx, busca con angustia la manera de salvar vidas de exiliados revolucionarios franceses, a muchos de los cuales ocultaría en su habitación.
Se cree que Rimbaud y Marx, aunque frecuentaron los mismos cafetines que hervían de refugiados de la Comuna, en Londres, se cruzaron pero no se conocieron, no apareció el eslabón que hubiera podido unir a estos dos gigantes del pensamiento. Todo se remite entonces a la imaginación: ¿se encontrarían Marx y Rimbaud en Picadilly, tomarían un café juntos cerca de Hyde Park?
En “Una Temporada en el infierno” diría Rimbaud: “El Canto de los Cielos, la Marcha de los Pueblos. ¡Esclavos, no maldigamos a la vida!”.
“Feroz destructor de los valores burgueses, escribió una obra para el futuro, una obra hecha de ritmos nuevos, de palabras nuevas, de términos con nuevos significados, con los que destrozar cuanto asqueaba a su alma juvenil: la falsa moral burguesa, la religión, los patriotismos que ocultan las mentiras y avaricias de los poderosos”. Lo define de esta manera Ana María Moix, escritora española y estudiosa de Rimbaud, el poeta revolucionario, bien llamado el Mozart de las letras, que ocultan cuidadosamente las grandes editoriales.
De Rimbaud también nos dice Verlaine, destruyendo la imagen falsa que se ha tratado de mantener: “Rimbaud no era un bohemio. No tenía las costumbres licenciosas, ni la pereza, ni ninguno de los defectos que se atribuyen generalmente a los de esta casta”.
Rimbaud escribió: “Democracia. La bandera va al paisaje inmundo, y nuestra jerga ahoga el tambor. En los centros alimentaremos la más cínica prostitución. Masacraremos a los rebeldes lógicos. ¡A los Países de pimienta y humedad! al servicio de las más monstruosas explotaciones industriales o militares. Hasta la vista, aquí no importa dónde. Reclutas de buena voluntad, nuestra filosofía será feroz: ignorantes de la ciencia, enredados por el confort: de este mundo reciente. Es la verdadera senda. ¡Adelante, en marcha!” (De Las determinaciones).
El 10 de noviembre de 1891 Rimbaud muere en el Hospital de Marsella. Un tumor maligno en su rodilla derecha obliga a los médicos a amputarle la pierna, pero eso no bastó para salvarle la vida. Tenía apenas 37 años de edad.