María Eugenia Londoño (*)
A propósito de lo ocurrido en Saravena, Arauca, los atentados con carrobomba en inmediaciones de organizaciones sociales, oficinas gubernamentales o cualquier organización de reconocimiento público; explosivos abandonados o dirigidos a figuras del orden nacional, hostigamientos o balaceras en la ruralidad o en las ciudades capitales, amenazas, atentados de cualquier índole hacia personas destacadas de la vida política, masacres, matrices de desinformación, entelequias de categorías como el castrochavismo, o que desdibujen la imagen de cualquier alternativa en el poder político, tiende a agudizarse en tiempos electorales; no con esto queremos decir que el conflicto no existe, sino por el contrario, es instrumentalizado.
Para nadie es un secreto que la vida política y el curso de los gobiernos en Colombia, ha estado claramente definido por matrices de terror, que luego de agudizarse, logran capitalizar en algún candidato/a o fuerza política, la “mágica solución” a tan cruenta ola de violencia o situación que reviste “peligro”.
Desde el mismo Frente Nacional se viene gestando una táctica casi infalible que permite argumentar la necesidad del triunfo de la derecha, la ultraderecha o la ultraderecha fascista y guerrerista en el poder, para garantizar una suerte de “seguridad” que, representada en la mano fuerte de la fuerza pública, o en la toma de decisiones aparentemente acertadas, promete “mejores” resultados en el gobierno venidero, “brindando seguridad”, aplicando con tal cuidado, las ya reconocidas acciones de la guía básica para conservar el poder, en las que debemos destacar, las 10 Estrategias de Manipulación Mediática expuestas por el francés Sylvain Timsit.
En este sentido, es evidente la estrategia de la distracción, en la que, lejos de denunciar o cuestionar la promesa cumplida de “hacer trizas la paz”, las nulas acciones de un Estado cooptado para mitigar el conflicto en los territorios o sus probados vínculos con el narcotráfico (motivo anunciado de la afrenta), se categoriza la tendencia política de los actores, para intentar vincularla con las alternativas en el espectro político y satanizar sus candidaturas, desviando la atención, ya sea por medio de la invisibilización o de la manipulación de la información.
Simultáneamente se crea el problema para ofrecer la “solución”, aplicando la gradualidad, como en el caso de la militarización de Arauca, cuya medida inició como una acción preventiva, con cerca de 100 efectivos del ejército y hoy ya son más de 600, como si el ejercicio de militarización mitigara el conflicto o la desigualdad social per se, caminando hacia la cuarta estrategia de diferir para aceptar una decisión impopular que es “dolorosa pero necesaria”, para obtener aceptación pública.
En este sentido, poco tardan en llegar las cadenas desinformativas y de desprestigio, que dejan en responsabilidad como causa o como foco de agudización a Petro, el Pacto Histórico, o cualquier alternativa de poder, infantilizando la capacidad de crítica y de indagación de la población, valiéndose de discursos emotivos que limitan el análisis racional y que dejan en la subjetividad, la realidad aparente de que, en efecto, esa situación de violencia y terror, sí es evitable gracias al voto decidido en favor de la clásica derecha en el poder.
Es tiempo de sacudir la historia, de dar pasos conscientes, esta vez no nos atemorizarán, pues con el Pacto Histórico recuperaremos la acción colectiva para construir paz con justicia económica, política y social desde los territorios y con la gente, visibilizando y mitigando las causas estructurales del conflicto.
(*) Comité Ejecutivo de Fecode