viernes, julio 26, 2024

¡Qué video!

La filtración de los videos de las reuniones estratégicas del Pacto Histórico son parte de la guerra sucia contra el cambio, pero pueden tener efectos inesperados

Roberto Amorebieta
@amorebieta7

Son cientos y cientos de horas de grabación de las reuniones virtuales del equipo estratégico de la campaña presidencial del Pacto Histórico. Allí, los altos cuadros de la campaña diseñan la forma de defenderse de los ataques de las otras candidaturas y planean sus propias iniciativas para minar la credibilidad de sus oponentes, exponiendo sus falencias y poniendo el foco en sus debilidades. Es normal, se trata de una campaña política. Se hacen propuestas, se hacen críticas, hay desahogos, se alcanzan acuerdos, se programan nuevas actividades.

La revelación no deja de tener morbo porque devela cómo se planea tras bambalinas la política competitiva, es decir, aquella donde dos o más grupos defienden unas propuestas ante un electorado y se disputan sus votos, como en cualquier ejercicio de competencia.

Quienes aman el fútbol no han podido evitar hacer la comparación con el director técnico que en el camerino alecciona a sus jugadores antes de entrar a la cancha. Allí, con toda seguridad, el míster no les dice que lo importante es competir. No, les anima a ganar, a vencer a su oponente aprovechando sus flancos débiles. Algo así ha sucedido con los videos.

¡Qué escándalo!

Los videos recogen detalles de las reuniones desde hace, por lo menos, diez meses. Ello es particularmente inquietante porque evidencia que no fue una filtración casual sino un plan de infiltración desde el principio, que tuvo como propósito tener algo con qué crear un escándalo mediático e inclinar la balanza de la opinión ciudadana contra Petro y Francia, sin importar quién fuese su oponente. La idea era aprovechar un momento crucial de la campaña, exactamente como este, para perjudicar la candidatura del cambio. Era un as bajo la manga.

Desde el mismo momento de la publicación, la revista Semana –medio que difundió la “primicia”– se esforzó en fabricar una matriz de interpretación de los hechos que definía lo allí conversado como “juego sucio”, “violencia” e “incoherencia” del Pacto Histórico con su propósito de hacer una política del amor. “Lo más deleznable de la política colombiana desde los narcocasetes y el proceso 8.000”, tituló la Fox News colombiana.

Los innumerables artículos, videos y horas de análisis publicado por la antes respetable revista son generosos en adjetivos descalificativos: macabro, aterrador, sucio, cerebro del mal, oportunista, villano, oscuro… Sin embargo, en los videos se usa un lenguaje directo y por momentos crudo, pero nada de lo que allí se discute admite tales adjetivos, básicamente porque nada de lo dicho allí es mentira.

Lo hecho por Semana es una operación de enlodamiento que se vale de la superficialidad en el análisis y el uso sensiblero de la emocionalidad. En otras palabras, a punta de titulares quiere que la gente se indigne con los videos, sin haberlo visto.

Lo más preocupante es que si bien la revista Semana fue quien reveló los videos, los demás medios de comunicación tradicionales –con la honrosa excepción de El Espectador y Noticias Uno– no han tenido problema en hacerse parte del coro que repite como una letanía dicha matriz de interpretación.

Está bien que los medios informen, sin duda es una gran noticia, pero no está bien que repliquen la misma forma sesgada de interpretar los hechos sin, por ejemplo, darle la misma cobertura a las voces de dirigentes del Pacto Histórico que han protestado por la ilegalidad de la infiltración.

Lo que se dice

Si las grabaciones más antiguas provienen de hace tantos meses, es seguro que la revista tiene muchísimo más material audiovisual de aquellas reuniones, pero también es de suponer que la propia revista seleccionó lo que, a su juicio, era lo más “sensible” y lo que podía hacer más daño a la campaña del Pacto. Lo irónico es que lo publicado –hasta ahora– no pone en evidencia ningún delito ni ninguna conducta reprochable por parte de los allí expuestos.

Es cierto que se usan palabras de grueso calibre, se diseñan “tácticas paralelas” –aquellas que pretenden atacar más que defender– y se usan metáforas tomadas del lenguaje bélico. Todo ello es cierto. Lo que no puede decirse es que allí haya algo que pueda considerarse inmoral o ilegal. Por eso el propio Gustavo Petro pidió que se revelara la totalidad de las grabaciones, en particular aquella en la que Roy Barreras dice que “gente del Pacto está visitando La Picota”, porque el fragmento publicado no muestra la frase anterior que dice “la prensa va a decir que…”, cambiando todo el significado de la expresión.

Por supuesto, el sentido de aquellas conversaciones debe entenderse en el contexto de una campaña política. Quienes piensan que una estrategia electoral se construye solo con bonitos mensajes y sin tener en cuenta a los rivales, se equivocan. La política del amor que ha propuesto Petro no tiene nada que ver con la candidez o la ingenuidad. Para implementar un programa de transformaciones profundas hay que ganar las elecciones, y para ganarlas hay que hacer una estrategia hábil e inteligente. Es lo que se ha visto en los videos.

Lo que queda claro

Tras el inevitable chaparrón mediático, la excitación por la revelación de las conversaciones y las declaraciones de personajes de todo el espectro político opinando sobre ellas, lo cierto es que no se produjo el tan esperado desplome del Pacto Histórico.

El impacto por la publicación de los videos aún está por determinarse, debido a que está prohibido divulgar encuestas una semana antes de elecciones, de modo que tendremos que esperar hasta el domingo en la noche. En cualquier caso, más allá de la previsible histeria de ciertos medios, la revelación no ha tenido el efecto esperado por quienes la divulgaron.

Lo segundo es que queda claro que hay un plan para torpedear la campaña del Pacto Histórico, pero no atacando las debilidades de Petro o Francia como sería aceptable, sino con una estrategia sucia que incluye toda suerte de mentiras y difamaciones, incluyendo “chuzadas” ilegales, como fue denunciado en su momento por el senador Iván Cepeda. Ello pone en evidencia la desesperación del Establecimiento, consciente de que no tiene nada qué proponer al país y por eso solo le queda concentrarse en infundir miedo hacia la candidatura del cambio.

Queda claro también que existe una concepción equivocada del funcionamiento de una campaña política y de la planeación de estrategias electorales. Más allá del entusiasmo de los biempensantes, los videos son una invaluable lección de cómo se diseñan mensajes para cautivar nuevos públicos, se identifican fallas del rival para explotarlas, se dirimen las diferencias al interior de un equipo de trabajo y se construye un discurso coherente que convenza al electorado. Quien pensaba que una campaña política –cualquiera– se organiza como un partido amistoso de fútbol y no como una final, ya puede darse por desencantado.

Finalmente, tras la divulgación de horas y horas de grabaciones y de tener la oportunidad de ver las costuras de la campaña del Pacto Histórico, queda claro no solo que allí no se violó ninguna ley, sino que las intervenciones de Gustavo Petro evidencian que el suyo es el talante de un líder que escucha, que es capaz de aceptar los errores y hacer autocrítica, que respeta a sus rivales aun en el uso del lenguaje y que tiene un gran conocimiento del país.

En conclusión, un líder capaz y con espíritu democrático.

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