No hay que equivocarse, la tarea política principal de estos días es movilizar toda la fuerza electoral disponible para dar la batalla y garantizar la victoria, si se quiere de verdad, que Bogotá se convierta en la capital de la paz.

Gabriel Becerra Y.
A juzgar por los hechos, las elecciones del próximo domingo 25 de octubre, podrían ser las últimas elecciones locales que se realicen en el marco del histórico conflicto armado interno, que afecta a la sociedad colombiana desde hace por lo menos seis décadas.
Aunque la paz esté por construirse y los conflictos sociales, políticos y económicos en muchos casos crecerán, hay que tener conciencia que se asiste a un momento de transición política en donde los métodos y las formas de lucha de quienes ejercen la rebelión en armas se transformarán. Los acuerdos de paz como potencia alteradora del orden dominante necesitan entonces una nueva correlación de fuerzas social, política e institucional que todavía está por conformarse en el país.
No sin contradicciones y fracturas, las derechas inclinaron sus aparatos propagandísticos y económicos principalmente a favor de Enrique Peñalosa, aterrorizados con la continuidad de un gobierno democrático como cimiento de un proyecto para la paz y la reconciliación nacional. La candidatura de convergencia de Clara López representa hoy la única opción con el programa y la capacidad organizativa y política de competir y evitar el retorno pleno de la derecha. No hay que equivocarse, la tarea política principal de estos días es movilizar toda la fuerza electoral disponible para dar la batalla y garantizar la victoria, si se quiere de verdad, que Bogotá se convierta en la capital de la paz.
Así mismo, la ciudad necesita un Concejo Distrital que recupere la dignidad de esta corporación desprestigiada por la corrupción, y la UP desde la izquierda representa la mejor opción, después de haber insistido hasta último momento en la pertinencia de una lista unitaria de la izquierda, meta que fue imposible de materializar por aspectos legales, pero también, con honestidad, por la falta de voluntad política de muchos.
Nadie como la UP, en cabeza de Aída, que ha defendido sin vacilación alguna la validez de la lucha por la paz y la defensa de los derechos de los sectores populares para representar sus intereses en el Concejo. O como Román Vega y su experiencia en el sector salud y el trabajo político de Marcha Patriótica en la capital, desde su fundación, para representar una visión no mercantil de los derechos sociales y la defensa de un modelo de ciudad diferente al del capital.
Junto a ellos, el liderazgo de Alfonso Castillo, leal defensor de los derechos de los desplazados, fundador del Movice, representa los intereses de los desplazados y las víctimas de la violencia; Alfonso Ahumada, Pedro Arango, Nelly Daza, Carlos Gaviria, refuerzan el contenido de candidaturas con sentido social, defensoras de los trabajadores y muy especialmente de los maestros y sus luchas por la educación pública.
En la tarea electoral de la UP en Bogotá se expresan también los hijos e hijas de víctimas de la violencia, y las nuevas generaciones de jóvenes patriotas como Pável Santodomingo en la JAL de Teusaquillo; Andrea Alvis en la JAL de Candelaria; Guillermo Pérez de la Unidad de Procesos Populares; María Camila Castro, líder estudiantil de la Universidad Javeriana y Mariana Ríos, investigadora de la UN y fundadora de la MANE.
La UP incorpora en su ideario también las luchas de la cultura representadas por el poeta José Luis Díaz Granados; las de los campesinos defensores del páramo del Sumapaz y las del movimiento indígena en cabeza de Hendry Loiza; la lucha por la vivienda a través del dirigente Federico Valero, de Cenaprov; así como la lucha en defensa de las libertades y los derechos de la población en condición de discapacidad, representada por una de sus lideresas, la joven Natalia Moreno, y del movimiento LGBTI, mediante el activista y profesor universitario, Nemías Gómez. Integran también la lista mujeres lideresas como la ex alcaldesa de la localidad Rafael Uribe Uribe y defensora de derechos humanos, Martha Bolívar, y dirigentes progresistas como Edith Parada, actual edil de la localidad de San Cristóbal y Natalia Rodríguez de la localidad de Suba.
Votar por la UP es dignificar la política en una sociedad donde los poderosos la han vuelto sinónimo de todo lo indeseable. Es reivindicar la memoria de sus mártires, más allá del solo testimonio, enarbolando en los tiempos presentes las banderas vivas por las cuales entregaron sus vidas. Votar por la UP es no naufragar en las aguas turbias del posibilismo, donde lo viejo se camufla de nuevo. Votar por la UP es dar un paso al frente para seguir militando en la causa de la paz, la unidad, la vida y la esperanza. ¡Marque UP!