Por: Jaime Cedano Roldán
“Se le vio, caminando entre fusiles, por una calle larga, salir al campo frío, aún con estrellas de la madrugada. Mataron a Federico cuando la luz asomaba”
Antonio Machado
No eran las cinco de la mañana cuando retumbaron los disparos traicioneros. Dirían luego que era un traidor. Uno de los fusileros se jactaría borracho en las cantinas de que se lo habían despachado por maricón. El informe policial hablaba de “homosexualismo y aberración” como uno de sus crímenes. Ser republicano y libertario también. Fue hace 80 años y ésta semana que ha pasado se cumplieron el día 18. Con la detención y asesinato del poeta granadino se mostraba lo que sería la homofobia brutal de la dictadura franquista. Un régimen de odio, violencia y corrupción. Los golpistas se proclamaron defensores de la heredad cristiana, la familia y la patria. Desde los cuarteles y púlpitos oscuros se alentaba a la muerte y se invocaba el odio. Llegaron más allá de las fronteras. Estimularon a los falangistas colombianos a ensangrentar los campos. Fanáticos enceguecidos, sicarios, “pájaros” y chulavitas destruían y asesinaban portando estandartes de la Virgen del Carmen y con gritos de alabanzas a Cristo Rey y de muerte a los cachiporros.
Ochenta años después los restos de Lorca y de decenas de miles de republicanos siguen en tumbas desconocidas o en perdidas cunetas. Sus prontuarios judiciales abiertos y aún se les considera culpables. Los asesinos reposan en basílicas o monumentos nacionales y sus herederos manejan bancos, fundos y ministerios. Desde los púlpitos se sigue disparando cieno y no están seguros los niños que manosean mientras adoctrinan. Tiempos de odios y exclusiones. De murallas que cercan países y libertades. Muros ensangrentados y mares teñidos de muerte. Terroristas fanatizados persiguen a los infieles y los degollan. Y con más rabia si son homosexuales. Con más odio si son mujeres. El uribismo hace parte de esta corriente fanatizada, aunque es necesario diferenciar a instigadores e instigados, victimas también, de alguna manera.
La arrogancia de un impopular presidente ha impuesto un plebiscito que ahora es necesario salvar abrumadoramente. Como ya se hizo con su propia candidatura. Un sí rotundo y claro. Con alas transformadoras y sueños de democracias postergadas. Un sí que no es cheque en blanco ni confianza ilimitada y con la mirada recelosa. Que ya lo decía Lorca cuando detuvieron los guardias al gitano de los Camborios que después fusilarían:
“Están los viejos cuchillos tiritando bajo el polvo”.
La campaña del no asusta por sus mentiras y blasfemias y hasta por la mirada de quienes la instigan. Pero las horas del alba nos indican ahora que ya nunca más vendrán las noches largas.
@cedano85