Se conmemoran 30 años del magnicidio del senador del Partido Comunista. Homenaje al columnista, reportero, cronista, caricaturista y director por casi tres décadas de esta casa periodística
Óscar Sotelo Ortiz
@oscarsopos
Manuel Cepeda Vargas fue asesinado el 9 de agosto de 1994. Tenía 64 años. Era senador de la República por el Partido Comunista Colombiano, miembro del Consejo de redacción del semanario VOZ y uno de los principales dirigentes por la solución política al conflicto social y armado del país.
Por este magnicidio, y por el genocidio político contra el Partido Comunista y la Unión Patriótica, el Estado fue condenado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Corte IDH. En el largo litigio internacional, fue fundamental la lucha en contra de la impunidad emprendida por sus hijos María e Iván, sus familiares, organizaciones defensoras de los derechos humanos y camaradas.
El libro Camino minado (2011), de la periodista Maureén Maya Sierra, es la pieza periodística más completa y rigurosa sobre la batalla jurídica y política del Caso 12.531 en la Corte IDH, correspondiente al asesinato de Manuel Cepeda que, finalmente, terminó con la contundente condena.
Sindicalista
Uno de los múltiples daños que dejó el genocidio contra el Partido Comunista y la UP, fue despojar violentamente a varias generaciones de compartir diferentes momentos de la vida con importantes referentes políticos, ya sean jóvenes o con cierta veteranía, como fue Cepeda Vargas.
En esa búsqueda por la memoria y la justicia, sobre Manuel hay una notable ausencia de videos, audios o material multimedia. En contraste, queda su inagotable obra como periodista, artista y dirigente político, así como un importante material fotográfico de lo que fue su vida militante.
Para conmemorar los veinte años del magnicidio, VOZ publicó un perfil periodístico de Cepeda Vargas. Gracias a la pluma de Alberto Acevedo, alumno del mártir y actual redactor internacional del semanario comunista, cualquier persona puede encontrar los valores políticos que inspiró Manuel al frente de VOZ Proletaria; sus principales referentes como Julius Fučík, el periodista checoslovaco víctima del fascismo, o John Reed, el estadounidense que dejó plasmado en sus crónicas la historia viva de la revolución mexicana y bolchevique.
Además, Acevedo puntualiza un aspecto desconocido, pero muy importante en momentos en los que se degrada cotidianamente la práctica periodística. Se trata del trabajo al interior del gremio que ejerció Manuel, junto con la recordada dirigente política Yira Castro.
El fortalecimiento del Círculo de Periodistas de Bogotá, la Federación Colombiana de Periodistas y Trabajadores de la Prensa, Fedeprensa, del Colegio Nacional de Periodistas, entre otras iniciativas que hoy han perdido fortaleza o que no existen, es el legado de Cepeda Vargas a las organizaciones de trabajadoras y trabajadores que ejercen el trabajo de informar.
Director
Para las personas que no lo conocimos, nos queda el vasto archivo para investigar. Y no es difícil inferir que Manuel era versátil, comprometido y vertical. Un genuino periodista comunista. Reportero, cronista, caricaturista y uno de los principales editorialistas, al tiempo que agudo columnista con su espacio de opinión Flecha en el blanco.
En abril de 1970, el Comité Ejecutivo Central del Partido Comunista designó a Manuel Cepeda Vargas como director de VOZ Proletaria, cargo que dejó de ocupar en diciembre de 1988. Antes de esta dignidad, ya había publicado Vencerás Marquetalia, poemario dedicado a la resistencia campesina.
En las casi tres décadas en las que estuvo al frente del semanario comunista, Manuel tuvo que sortear difíciles coyunturas del orden internacional, nacional y local. Destacamos algunos artículos.
En 1971, frente a la visita a Colombia de Salvador Allende, presidente de Chile por la Unidad Popular, Manuel escribió la crónica Colombia saludó al pueblo revolucionario de Chile, en la que narra el minuto a minuto del mandatario en el país. La virtud de este material es que al leerlo cualquier persona puede trasladarse automáticamente al momento.
Cuando estalló el paro cívico del 14 de septiembre de 1977, Manuel Cepeda desplegó toda la artillería periodística de VOZ para cubrir la movilización popular. Con el titular Colosal el paro, el semanario se dio a la tarea de informar desde diferentes lugares del país lo que fue el estallido social más importante del siglo XX.
Además, y con su seudónimo Antonio, Cepeda dejó en evidencia también su rol como analista: “El paro ha permitido, entonces, ubicar a cada quién según sus intereses materiales. Por eso mismo se ha convertido en una gran escuela política, cuyas lecciones hay que estudiar a fondo. Especialmente porque las mayorías ciudadanas demostraron un grado sumamente interesante de autonomía y de toma de consciencia”.
Trabajo pendiente
El 11 de noviembre de 1988, en Segovia, Antioquia, un grupo paramilitar denominado “Muerte a Revolucionarios del Nordeste”, dirigidos por Fidel Castaño, irrumpieron en el municipio y asesinaron a 46 personas. La sediciosa acción tenía el objetivo de castigar a la población que, recientemente, había votado mayoritariamente por la Unión Patriótica.
Consumados los hechos, a este pueblo llegó Manuel y con cámara en mano dejó registrado la ofensiva de la extrema derecha en la crónica Castigo para los que enlutaron a Segovia. Su pluma es más que elocuente de lo que fueron los días después de la ‘noche de los ríos de sangre’:
“Entrar en Segovia es ver el caudal que manó púrpura de las venas de los trabajadores. Ya el hilo sanguinario se ha tomado negro y ha perdido su esplendor rojo. Pero la sangre derramada sigue mirándonos y exigiéndonos resistencia y combate para castigar a los asesinos y vencer al fascismo”.
Como el material es abundante, es difícil honrar en mil palabras la totalidad de la obra periodística de Manuel Cepeda Vargas. Es un trabajo editorial que sigue pendiente. Sin embargo, terminamos con el final de la última columna Flecha en el blanco, encontrada por Iván aquel fatídico 9 de agosto, hace treinta años:
“Felices los de arriba. Y desdichados los de abajo. Se levanta el telón ahora sobre el gobierno de Samper. Ya no está Leo para ayudarnos, para aportar su risa (no morbosa ni maligna) universal en la multitud de actos que vienen. Risa leonina, que bajo tierra parece decirnos: –no dejen, compañeros, de alistar un acto de teatro, una canción, una pintura que digan que Colombia vive y sueña”.