martes, abril 8, 2025
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Los caminos de la duda: Ya compré mi tapabocas

La campaña electoral se ha convertido en un pulso alrededor de los diálogos. El triunfo de Zuluaga significaría el apoyo de la mayoría de los votantes al rompimiento del proceso; el triunfo de Santos no garantiza la culminación del proceso pero sí su continuidad en el corto plazo

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Alfonso Conde

De un lado Fedegán, Fedepalma y similares, voceros del latifundismo que apoya a Zuluaga, el candidato uribista; de otro lado el sector financiero, soporte de su vocero Santos que aspira a la reelección. Entre ellos, choques agudos por intereses concretos relacionados con el uso y propiedad de la tierra, asunto que se discute en los diálogos de La Habana y afecta al latifundismo, causante principal desde hace más de medio siglo de la guerra interna que vive Colombia.

El uno, abiertamente guerrerista, anuncia el rompimiento de los diálogos constructores de acuerdos de paz, pues no puede permitir la “negociación” de sus intereses; el otro, ejecutor de acciones de guerra durante su alianza anterior con el latifundismo y también durante su período actual “independiente”, plantea la continuación del proceso de conversaciones con las FARC puesto que no afecta al sector financiero y el silencio de las armas favorece sus negocios de especulación e intermediación. Ambos amantes de las políticas neoliberales que causan la desgracia y la crisis en casi todo el mundo y ambos, aunque en distinta medida, dispuestos a “patear” la mesa de diálogos.

El primer impulso es negarles el voto, pues los dos representan políticas que agudizan la explotación y miseria de las grandes mayorías. Pero tal vez deba mirarse hacia adelante. Y hacia adelante se encuentra la necesidad de profundizar la lucha de la sociedad por la verdadera paz y su liberación de la explotación.

La campaña electoral se ha convertido en un pulso alrededor de los diálogos. El triunfo de Zuluaga significaría el apoyo de la mayoría de los votantes al rompimiento del proceso y a la continuación, recrudecida, del estado de guerra interna; el triunfo de Santos no garantiza la culminación del proceso pero sí su continuidad en el corto plazo e implicaría el apoyo de los votantes a tal medida. Ante un eventual rompimiento de las conversaciones se requiere una gran y continua movilización popular que las restaure y que imponga la agenda que beneficia a Colombia.

Si gana la política de la guerra, la movilización se debilita por el temor y el desánimo de quienes se sienten rebasados por la barbarie. Si gana la continuidad de los diálogos y, a pesar de ello, se rompe el proceso, las mayorías traicionadas saldrían a la calle con energía a exigir el cumplimiento de la oferta de paz que motivó su voto, se estimularía la movilización; si, de otro lado, el proceso alcanza su culminación, se abriría una nueva etapa de exigencias sociales por la transformación de la nación.

Además, ante las contradicciones de la clase dominante, es necesario intervenir por su agudización y no marginarse para facilitar su reacomodamiento. Ya compré mi tapabocas. Votaré por Santos.

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