jueves, abril 18, 2024
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Los caminos de la duda: A ritmo de “Trumpadas”

“Seguir al líder” fue siempre un juego estúpido, pero tal estupidez fue también inculcada por el sistema educativo con la complicidad de buena parte de la población y aún de los educadores, más preocupados por su supervivencia que por el adocenamiento que su práctica contribuía a construir.

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Alfonso Conde C.

La juventud gringa se rebota y sale masivamente a las calles a gritar que el nuevo presidente electo no representa a su nación; los jóvenes paisas salieron a las calles a corear “Antioquia no es Uribe” mientras los de toda Colombia exigían el respeto al acuerdo con las FARC a pesar del resultado del plebiscito; los británicos, en su momento del brexit pidieron también en las calles la repetición del referendo cuyo resultado había sido sesgado por la desinformación y la mentira. Todo ello tiene también en común que la movilización se generó después de resultados adversos de procesos de participación “democrática”, y no antes ni durante tal proceso. Las consecuencias del desfase están a la vista.

La movilización tardía es también un reconocimiento autocrítico de no haber hecho lo suficiente para que el resultado fuera diferente. La juventud, que se empieza a reconocer dueña de su futuro, fue doblegada por sectores sociales caracterizados por el seguimiento al caudillo autoritario o al dirigente religioso dedicado a vender la esperanza, basada en “revelaciones”, a quienes ni eso les queda.

Antes en España, los “indignados” salían a exigir un cambio necesario que hiciera viable su sociedad pero… siguen eligiendo a Rajoy. Los gringos de “Occupy Wall Street” eligen hoy a Trump; en Francia avanza Le Pen y en Alemania y en el resto de Europa ya se ve a Ángela Merckel como la “izquierdista” de la región ante el avance de fuerzas neofascistas y xenófobas.

Por las consecuencias de su inacción, generada a su vez por la profunda desconfianza hacia el modelo de “democracia” vigente, los jóvenes de muchos lugares del mundo expresan hoy su gran preocupación sin contar con la claridad de un modelo alternativo. La realidad atropellante logra aquello que el modelo educativo no ha querido: las generaciones nuevas empiezan a cuestionar la realidad. Al fin y al cabo es su futuro.

“Seguir al líder” fue siempre un juego estúpido, pero tal estupidez fue también inculcada por el sistema educativo con la complicidad activa o pasiva de buena parte de la población y aún de los educadores, más preocupados por su supervivencia que por el adocenamiento que su misma práctica docente contribuía a construir. Cuestionar, criticar, crear, son acciones desestimuladas por un sistema que prefiere la conversión del ser humano en herramientas para el trabajo productivo y no admite individuos autónomos capaces de transformar. Es un debate necesario.

Mientras tanto, la gente seguirá aprendiendo a las “trumpadas”.

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