A diferencia del disparo hecho por el poeta bogotano José Asunción Silva en la madrugada del 24 de mayo de 1896, el de Candelario Obeso (Mompox, 1849-1884) sí se escuchó en su casa de la carrera 9a entre calles 6 y 7, donde, acosado por la discriminación bogotana y las necesidades, decidió poner fin a sus días.
Armando Orozco Tovar
Candelario Obeso, nombre del poeta de Mompox, población colonial sobre el río Magdalena, al final de su corta existencia arrastró su pobreza por las calles capitalinas, que odiaban a las personas de tierra caliente. El poeta negro presenció la desaparición de sus hijos a causa de la insalubridad en una ciudad sin luz eléctrica, acueducto, ni alcantarillado, donde hasta los hijos de los ricos morían a causa de la recurrente aparición del tifo y la viruela. Era tanta la pobreza de Candelario Obeso que, cuando su último hijo murió, y ante la imposibilidad de comprarle un ataúd, lo dejó en la puerta de la funeraria.
Años antes su amigo Rafael Núñez lo nombró cónsul en Tours (Francia) y ayudó también a Rubén Darío, poeta nicaragüense, nombrándolo cónsul en Uruguay. Perdidamente Candelario Obeso se enamoró de una aristócrata blanca que lo despreció, por lo cual tradujo a versos su despecho, que indispuso con el clero español que se sentía dueño del idioma.
“¿Sabes tú lo que es amor?
Si el mismo Dios me pide que lo olvide,
le digo a Dios que no,
y si en el castigo a mi blasfemia me la quita veloz,
entonces me suicido,
me voy al cielo y se la quito a Dios”.
Candelario Obeso, por aquel desprecio de la dama bogotana, no se mató. Como tampoco lo hizo José Asunción Silva por la muerte de Elvira, su hermana, con la que se le acuso de mantener relaciones incestuosas o deudas, puesto que según la investigación de Enrique Santos Molano, consignada en su libro El corazón del poeta, aparecido en mayo de 1986, a los cien años de su muerte, la oligarquía bogotana y el clero fueron los que lo asesinaron.
El poeta negro en épocas anteriores obtuvo el grado de coronel por su desempeño en una de las muchas guerras del siglo XIX entre el capital agrario-clerical (conservador) y el naciente capitalismo financiero (liberal). Combatió bajo bandera de este partido en la batalla de La Garrapata. Y en 1874 entró a la política y al periodismo, colaborando “ad honorem” con el semanario La Ilustración. Durante el gobierno de Santiago Pérez publicó sus Misceláneas, panfletos a la manera de José María Vargas Vila. Por esta época también hizo tolda poética con el chiquinquireño Julio Flórez en la Gruta Simbólica que, sin conocer la obra de Baudelaire, tituló uno de sus mejores poemas como “Flores negras”:
“Oye bajo las ruinas de mis pasiones,
en el fondo de esta alma que ya no alegras,
entre polvo de sueños y de ilusiones
brotan entumecidas mis flores negras”.
Entre los poemas de Candelario Obeso se recuerdan “Cantos populares de mi tierra” y “Canción del boga ausente”:
“Que triste que está la noche
la noche que triste está
no hay en el cielo una estrella
remá, remá.La negra del alma mía,
mientras yo brego en la mar
bañado en sudor por ella,
¿qué hará? ¿Qué hará?”.
Obeso en Santa Marta escribió una gramática y una novela titulada “La familia Pigmalión”. De aquí pasó a Tenerife, un municipio del departamento magdalenense, y luego a Carmen de Bolívar para desempeñarse como maestro.
En Bogotá puso fin a sus días, diciéndole a sus acompañantes mientras fallecía: “Le tiré al blanco y le pegué al negro…”.
Alegría de Pio. Julio 31 de 2015 3:00 p.m.