lunes, febrero 10, 2025
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Las maestras y la ética del cuidado

Es fundamental formar a estudiantes conscientes de las múltiples formas de explotación, discriminación y marginamiento por condiciones de clase y opresión

Tania León Vargas (*)

Para abordar la perspectiva de género en la escuela, es indispensable proponer la necesidad de educar de distintas maneras, partiendo del hecho que es un imperativo gestar una nueva cultura que reconozca la expresión de las diversidades existentes en las aulas de clase. Esto implica fomentar la apropiación de nuevos valores y formas de entender y representar el mundo.

En sí misma, la educación presupone una vivencia de la democracia, por tanto, debe comprometerse con la meta de lograr la equidad de género, al promover acciones pedagógicas que vayan encaminadas a superar las viejas formas de relacionamiento de la sociedad y que incentiven la participación social de las niñas y mujeres, para lo cual es importante tener en cuenta los aportes realizados desde el feminismo y la ética del cuidado a la teoría política, ética y educativa.

Por consiguiente, implementar estrategias pedagógicas con este enfoque proporciona una oportunidad para transformar las visiones acerca de los roles de género y las prácticas de sometimiento de las mujeres en los entornos escolares.

Las profes que hacen el cambio

En este sentido, el sistema educativo colombiano debe gestar vivencias desprovistas de estos sesgos y defender una cultura de nuevos relacionamientos entre las mujeres y los hombres. Esto permitirá el avance hacia estadios del bienestar individual y colectivo de la sociedad, superando las dicotomías establecidas, que ubican como pares opuestos lo malo y lo bueno, lo masculino y lo femenino.

Por tal razón, es necesario, a la luz de estas discusiones, reconocer que la escuela viene haciendo aportes y avances importantes a partir de la mirada de la ética del cuidado. En efecto, la docente Ana María, quien labora en una colegio del sur de Bogotá, en el grado primero, socializó sus experiencias y manifestó que su propuesta pedagógica se enmarca en hacer que las reflexiones giren en torno a la creación de una sociedad en la que las tareas de cuidado sean valoradas, distribuidas equitativamente y desvinculadas de los roles de género impuestos por el patriarcado y el capitalismo.

Con esto, destaca el interés de formar estudiantes, sin importar su género, conscientes de las múltiples formas de explotación, discriminación y marginamiento por condiciones de clase y opresión. La educación, en lugar de criticar solamente las injusticias, debe trabajar también herramientas para superarlas.

Por otro lado, Fernanda, docente de filosofía del Corregimiento de Palmarito, de Pitalito, Huila, propone a sus estudiantes la necesidad de fortalecer tres habilidades: el autoconocimiento, la autoestima y el autodominio. Plantea que es muy importante hacer reconocimientos de los cuerpos, identificar todos los aspectos positivos y promover ejercicios colectivos de exaltación de sus fortalezas, a la par las historias de vida compartidas, ubican relatos que permiten una mayor construcción y apropiación de sus identidades.

Por su parte, la educación sin prejuicios de género es un proceso de investigación que lideran las docentes Kalia y Nini, en los municipios de Pitalito y Saladoblanco, Huila. En Pitalito, lo desarrolla en la Escuela Normal Superior, sede Agustín Sierra, y en Saladoblanco, en la Institución Educativa Misael Pastrana Borrero, sede Pirulinda, con estudiantes de básica primaria.

Ejercicio con niños de primero para reconocer la diversidad. Foto Ana María Cepeda

Las educadoras explican que el objetivo ha sido transformar las concepciones en torno a los roles de género, que se manifiestan en el modo de pensar, actuar, actitudes discriminatorias y de prejuicios de género, como las burlas por las formas de vestir, los colores que se usan, los juegos y las tareas que realizan en casa, etcétera.

Las docentes pretenden un cambio de paradigma que sea significativo en las comunidades educativas, a partir del diseño de estrategias que generen conocimientos reflexivos, críticos y empáticos.

El arte como herramienta de cambio

Otras experiencias pedagógicas de la ética del cuidado se desarrollan desde el arte. Una iniciativa es liderada por la docente Maritza, de la Normal Superior de Pitalito, denominada “Teatro A-la Izquierda”, que surgió hace diez años. El fin es abrir espacios de expresión para que los estudiantes sean escuchados y no estigmatizados.

El arte, particularmente el teatro, se convirtió en el aliado perfecto para facilitar a los niños, niñas y adolescentes escenarios para narrar, escuchar, analizar, criticar y replantear sus problemáticas, con el objetivo de formar seres capaces de transformar la sociedad.

Es claro que las mujeres también en las aulas de clase piensan y practican la ética del cuidado, sobrepasando los escenarios de la familia en donde se ponen como principios superiores lo que significa entender y mostrar consideración por las emociones y experiencias de los demás, el inquietarse por las distintas situaciones que se viven en comunidad.

Las maestras comparten sus experiencias buscando generar mayor conciencia de la necesidad de transgredir las muchas prácticas pedagógicas aún existentes que reproducen esquemas de explotación.

A partir de estas narrativas, ellas invitan a la reflexión muy merecida acerca del papel de la educación para contribuir con una escuela en donde se construya la paz con perspectiva de género, libre de las violencias contra las mujeres.

Tal como lo expresa Victoria Vásquez (2010), en La perspectiva de la ética del cuidado: una forma diferente de hacer educación, si hacemos uso de un marco teórico feminista que nos permita desafiar los sexismos adheridos a las prácticas culturales que internalizan y refuerzan los mecanismos de subordinación de las mujeres, podremos modificar presupuestos como la exclusión de lo afectivo en los procesos cognitivos del aprendizaje. Es decir, argumentar la educación desde los propósitos feministas, obliga a repensar aquello que es digno de ser enseñado y aprendido”.

(*) ASONAM-Huila

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