Editorial 3283
El mundo avanza marcado por la tensión entre quienes creen que la guerra, el extractivismo y el unilateralismo, es la vía y quienes creen en la necesidad de una paz mundial, la autodeterminación soberana de los estados y las naciones y la necesidad de tomar decisiones para detener el calentamiento global. En el centro de esta tensión está la disputa por el derecho a la vida, la tierra y el trabajo digno.
Como parte del escenario que vivimos, los Estados Unidos como líder del guerrerismo global, ha situado dos submarinos nucleares frente a las costas de Rusia, la OTAN avanza en su estrategia de acorralar a Rusia y China, en especial ahora que es claro que ya han perdido la guerra en Ucrania. En respuesta a esta acción provocadora, Moscú ha desplazado misiles nucleares a la misma área.
La tensión belicista aumenta peligrosamente. Hace décadas, no habíamos estado en una situación tan al borde de una guerra mundial. Esta situación evoca la crisis de los misiles Unión Soviética – Cuba – Estados Unidos, en los años sesenta.
Frente a este escenario de perspectivas catastróficas, las fuerzas humanistas, democráticas y progresistas del mundo no están inactivas. La solidaridad y apoyo a la resistencia sacrificada del pueblo palestino, se hace sentir. Que 16 grandes estados del mundo, hayan decidido reconocer al Estado Palestino y su derecho a existir en su tierra, no es un regalo generoso, si no que hace parte de la lucha mundial para detener el genocidio. Parece que al fin escuchan, aunque esta escucha sea mediada por interese geopolíticos.
En Brasil, en el marco de hacer respetar su soberanía, la Corte Suprema de Justicia de Brasil, ordenó arresto y prisión domiciliaria contra el expresidente Jair Bolsonaro, quien está siendo juzgado por conspiración para tumbar el gobierno de Lula, elegido democráticamente por el pueblo brasilero. El juez Alexandre de Moraes emitió la orden de arresto inmediato ya que Bolsonaro incumplió las restricciones impuestas previamente por el tribunal, incluyendo el uso de redes sociales y teléfonos celulares.
En Colombia, después de la decisión de la Jueza Sandra Heredia de condenar a 12 años de prisión domiciliaria al Expresidente Álvaro Uribe Vélez, por fraude procesal y soborno a testigos, este, ha tratado de zafarse de dicha condena, pero todas las instancias del sistema judicial han confirmado las decisiones de la jueza. Brasil y Colombia ha entrado en una etapa de su historia donde la justicia, está en proceso de ponerse al día, después de una larga tradición de impunidad de las élites en nuestra América.
El mundo democrático y humanista avanza hacia un estado, no muy lejano, donde se juzgue, condene y se someta a prisión al más grande genocida solo comparable con Hitler, Benjamín Netanyahu. No hay que soltar, la solidaridad mundial comienza hacer efecto. La persistencia de una diplomacia internacional por la vida y contra el genocidio, liderado entre otros y otras, por el presidente de Colombia Gustavo Petro y la Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre los territorios palestinos Francesca Albanese, lenta pero firmemente gana audiencia y apoyo.
Aunque Netanyahu y Trump muestren mediáticamente que están ganando guerras y fortaleciéndose en su liderazgos de muerte, la realidad es que Estados Unidos e Israel, cada día se aíslan más. Sus pueblos y sus instituciones comienzan a abandonarlos. Las fuerzas democráticas y humanistas del mundo avanzan en defensa de la vida del planeta y de los derechos humanos.