Su arribo a Colombia fortalece la búsqueda para completar la verdad sobre lo sucedido en el conflicto. Su llegada solo le preocupa a quienes fueron sus aliados
Redacción DD. HH.
Era el 2002, Álvaro Uribe Vélez, después de mantener discretas conversaciones con los jefes de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, pues, no tenían un estatus político, instalaba la mesa para la paz de Santa Fe de Ralito, pero para que esta se pudiera desarrollar, el exmandatario sancionó la ley 782 de 2002, que facultaba al gobierno iniciar las conversaciones con los grupos paramilitares.
Ahora bien, durante el cese al fuego y las conversaciones, según la Comisión Colombiana de Juristas, las AUC “cometieron más de 2500 asesinatos y desapariciones, donde masacraron impunemente con ayuda de militares a dos familias”. Sin embargo, las conversaciones continuaron hasta llevar a la desmovilización y el desmantelamiento de estos grupos paramilitares.
Dos años después, en el 2004, Salvatore Mancuso junto con Ramón Isaza e Iván Ernesto Duque, los tres máximos jefes paramilitares, estuvieron presente en el Capitolio Nacional, invitados por dos congresistas: Rocío Arias y Eleonora Pineda, esta última señalada por el mismo Mancuso de ser el puente entre los paramilitares y la clase política de ese momento.
Mancuso parecía querer colaborar con la reparación y la búsqueda de la justicia, pues, con mapa en mano identificaba lugares donde enterraron a cientos de víctimas de las AUC, hasta que en el 2008 fue extraditado a los Estados Unidos, lo que se consideró como una traición por parte de Uribe Vélez al Acuerdo de Paz.
Gestor de Paz
Dieciséis años después, con el uniforme color naranja y envejecido, a través de videollamada el antiguo jefe paramilitar Salvatore Mancuso aceptó la propuesta del presidente Gustavo Petro de ser Gestor de paz “quiero decirle al país y al presidente que yo honro mi palabra y acepto la designación que me hace para trabajar de la mano de la Oficina del Alto Comisionado de Paz en la búsqueda de la Paz Total en la que creo. Lo hago para ayudar a buscar esa paz total que necesita Colombia”, expresaba el ahora Gestor de paz.
Asimismo, el Tribunal de Paz aceptó su sometimiento y desde ese momento ha declarado de manera pública sobre la parapolítica y las vulneraciones de los derechos humanos que hicieron las AUC en los años del conflicto armado en el país.
Ya está en Colombia
Mancuso llegó a Colombia el 27 de febrero esposado, con chaleco antibalas y rodeado de agentes de la Policía y funcionarios de Migración, donde inmediatamente fue llevado a los calabozos de la DIJIN, asimismo, el Tribunal de Justicia y Paz concedió libertad condicional por cuatro años, que es su tiempo de prueba.
La noticia tuvo diversas reacciones en la sociedad, muchas de ellas han sido de expectativa, pues se escuchará su versión sobre la parapolítica, mientras que otras reacciones, las del establecimiento, han sido de críticas que rayan en el desespero.
Que caiga quien caiga
Indudablemente, la primera persona en reaccionar fue el presidente Gustavo Petro, quien aseguró que esto contribuirá a la edificación de la paz “que ayude a construir ahora, ya no las trincheras, ya no los fusiles que van a disparar sobre la gente, sino la paz”, también, pidió a Mancuso colaborar con la paz en la región del Urabá.
En otro lado, están las reacciones de la oposición que, entre negaciones y denuncias sin fundamentos, muestran el miedo a conocer la verdad sobre el paramilitarismo en Colombia y sus nexos con la política.
Álvaro Uribe es una de las personas que más se ha sentido atacado con el arribo a Colombia de Mancuso, pues, recientemente en su cuenta de X ha dicho que “Mancuso llama a personas a que me denuncien por vínculos con paramilitares. Esas personas de nada pueden acusarme”, agregando con gran desespero “La JEP lo aceptó por informaciones no corroboradas. Una llamada de Mancuso se puede entender como una orden con amenaza criminal”.
Es necesario recordar que Salvatore Mancuso, el 17 de noviembre de 2023, en audiencia privada ante la JEP, afirmó que el expresidente Uribe siempre tuvo conocimiento de la matanza de El Aro y el asesinato del defensor de derechos humanos Jesús María Valle Jaramillo. Durante este tiempo, el expresidente ocupaba el cargo de gobernador de Antioquia.
Asimismo, el empresario José Félix Lafaurie reflexionó sobre esto “nombrar a Mancuso como Gestor de paz es una decisión equivocada. Yo no creo que Mancuso sea un actor que realmente vaya a cumplir con un presupuesto que es fundamental, que es la verdad (…) realmente lo que me preocupa es que vuelva a cuestionar a la Fuerza pública y a diferentes sectores empresariales”.
Estas declaraciones también están bajo un miedo sofocante, pues, el exjefe paramilitar igualmente señaló al presidente de la Federación Colombiana de Ganaderos, Fedegán, de tener vínculos con paramilitares: “Debo corroborar las declaraciones con respecto a la elección del exfiscal Mario Iguarán y el papel de José Félix Lafaurie. Todo fue verdad y lo hemos dicho desde hace años ante los magistrados de Justicia y Paz”, dijo Mancuso en audiencia pública.
Estas dos reacciones son un ejemplo del grito en el cielo que pusieron los uribistas, un grito de desesperación que retumba en todo el país, tal como lo dice la Fundación Paz y Reconciliación, Pares, “inmediatamente se anunció que Mancuso regresaría al país como Gestor de Paz el uribismo en pleno gritó aterrado. Ellos, los que alguna vez le abrieron las puertas del Congreso a los paras, ahora se rasgan las vestiduras y consideran que darle la palabra a Mancuso es permitir que «un asesino», «un despojador» hunda con sus «mentiras» a colombianos de bien”.
Que Colombia pueda ser reparada
Ahora bien, la búsqueda de la verdad y la construcción de la paz siguen en proceso, las versiones que se darán ante la Jurisdicción Especial para la Paz deberán aportar a la reparación a través de la verdad a las víctimas.
El pueblo colombiano, y en especial las víctimas, espera que la llegada de Mancuso sea beneficiosa para la justicia en el país y que sus versiones sean un tatequieto para más de un político de la oposición. El país espera no sea callado de alguna extraña manera.