“¿Las noticias son verdad o mentira?”, preguntó mi nieto frente al televisor, sin que nadie ni yo pudiéramos darle una respuesta.
Armando Orozco Tovar
Es tanta la agresividad desvergonzada presentada en cada noticiero contra la sensibilidad de los que aún la tienen, que una pregunta hecha como ésta, por un niño de pocos años, no se puede de inmediato responder. Creo que el niño preguntó por el aparecido en la pantalla como fantasma: “Todo de negro hasta los pies vestido”, como en el verso de Manuel Machado, y con puñal asesino en la mano para aprestarse a degollar a un ser humano arrodillado y con bata anaranjada, como si la escena perteneciera a un extraño ritual u obra pánica teatral, corrida taurina, cuando el toro va a ser descabellado ante el fracaso reiterado de la tortura.
No se sabe en qué consiste el macabro espectáculo, aparecido en la pantalla chica, que es vista por los pequeños a todo momento con agrado, por sus variados programas, casi siempre sin la compañía adulta, cuando se salen por momentos del videojuego, donde hipnotizados han permanecido idiotizados, hasta la hora del informativo, que llega como otra “película” hollywoodense.
¿Es verdad o mentira esto… que sucede en la realidad del instante mismo en que se ve? Como cuando apareció la noticia de un piloto, quemado vivo dentro de una jaula, por los mismos cubiertos de negro. Parece ficción la brutal degolladura ante los ojos de un mundo impasible. “Esto ahora ocurre”, dicen las presentadoras sin que la pestañina se les caiga: para eso se les paga. Que no hagan muestra de asco o dolor. Porque sólo se trata de vender la mercancía informativa.
“¡Cuatro niños son asesinados a sangre fría en el Caquetá!…”, dice el noticiero de la una, con el título de relato de Truman Capote… Y el presidente corre, como es su deber, a ordenar de inmediato la captura de los responsables, a riesgo de botar de su cargo a los agentes encargados de resolver la atroz masacre.
Igual, el mandatario de un país oriental cuna del piloto cocinado vivo por los paranoicos de Alá, se anuncia al mismo tiempo en el informativo de la masacre diciendo: “No quedará piedra sobre piedra del lugar donde se ocultan los causantes del asado infame”, igual a los realizados en el Medioevo con herejes por la Iglesia cristiana… Y la continúa degollina de los aprehendidos de diversas naciones europeas… Qué raro, que entre ellos no haya un algún colombiano, como cualquier paramilitar vestido de negro para esconder ante el mundo sus crímenes.
“¿Abuelo, las noticias son verdad o mentira?”… ¿Dios es verdad o mentira? O cómo dice el poeta argentino Jorge Luis Borges: “Es la más grande invención de la literatura fantástica”… ¿Mi vecino que nunca veo, existirá?… ¿Son reales las voces españolas, salidas del videojuego visto con ansiedad por mi nieto?¿Son los sonidos de las sirenas de las ambulancias, que pasan como alaridos de animales heridos?…
¿La explosión de las bombas lanzadas por truhán Truman hace 70 años, sobre los cielos de Hiroshima y Nagasaki fueron verdad, igual que los campos de exterminio nazi-fascistas, de Alemania y Polonia, donde “los de la raza superior” destriparon a cientos de miles de seres humanos, hasta que los liberara el Ejército Rojo de la URSS?
Miro dormido a mi lado al niño de tan sólo cinco años de edad, agotado por tanta fantasía del internet y la televisión… Estoy seguro de que dormidos habremos encendido la televisión de los sueños con la verdad de nuestras pesadillas.
Alegría de Pío. Febrero 8 /2015/ 4:00 a.m.