viernes, abril 19, 2024
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La tumba de Antígona: Feliz navidad

Hemos construido patria bajo la consigna de sálvese quien pueda: “un país feliz”. Vivimos esa felicidad que nos promete la publicidad que incita al consumismo desaforado, inexorable. Vivimos en un “mundo feliz”, donde el otro(a) no existe.

Foto: she. via photopin (license)
Foto: she. via photopin (license)

Renata Cabrales

Como en una de esas pesadillas donde gritas y tu voz se queda atorada sin poder salir y nadie se percata de tu angustia, así se siente. Pero hay una pequeña diferencia; de la pesadilla puedes escapar. De esa realidad cruel protagonizada por la indiferencia del prójimo que un dios exige amar, nadie se libra con facilidad. Es la experiencia de Camila y también de cientos de niñas y mujeres, y no solo en el país más feliz del mundo.

Camila, inocente, no sabe que ella es el objetivo del enemigo. Del enemigo eterno de las mujeres y las niñas: el machismo, como también lo es la extrema pobreza a la que está condenada la mayor parte de la población colombiana.

Esperándola al acecho, la fiera se lanza a su presa (Camila) y, agarrándola con fuerza con una mano, con la otra empieza a desvestirla y a devorar su pequeño cuerpo como si fuera un pedazo de carne. Camila se encuentra entonces, parada en esa esquina solitaria y oscura, como oscuro su futuro, mendigando un poco de generosidad de los peatones de la zona. Es diciembre, momento preciso en el cual, según la publicidad, florece de repente la caridad humana.

El agresor no está solo, cuenta con el apoyo y la complicidad de ese ciudadano(a) impasible que corre día a día por las calles, sin importarle lo que sucede a su alrededor, solo una cosa ocupa su mente en ese momento: “hay que llegar al trabajo, si me votan, no tendré con qué pagar las cuotas de la casa, no compraré un carro y no podré tener ese ¡iphone 6!”. Es normal, vivimos en la sociedad del yo primero. Los y las demás no existen. La sociedad se dirige al apocalipsis y no se detendrá, la indiferencia lo escribe y reescribe cada día.

Manipulados(as) por los mass media, cegados por la ignorancia y el deseo de consumir todo; padecemos esta era del vacío anunciada por Lipovetsky. En nuestra lucha diaria por subsistir nos entregamos a ese vacío, a ese caos diario en movimiento, que avanza cada vez más rápido, con ese frenesí que nos reta y nos arrastra hacia un abismo sin regreso, la vida moderna nos consume poco a poco, cautivándonos con lo efímero y, cuando queremos escapar, ya es muy tarde; ya nos ha regurgitado convertidos en monstruos egoístas, narcisistas, hiperindividualistas e insensibles a cualquier situación que no nos afecte.

Hemos construido patria bajo la consigna de sálvese quien pueda: “un país feliz”. Vivimos esa felicidad que nos promete la publicidad que incita al consumismo desaforado, inexorable. Vivimos en un “mundo feliz”, donde el otro(a) no existe. Y ese otro(a), en este caso, es Camila, una niña que pide limosna en una esquina y que lo mínimo que anhela, como la Niña de las cerillas, en navidad, es un par de zapatos para cubrir los pies del frío y un plato de comida para sobrevivir, una noche más, en el país del Sagrado Corazón. Feliz navidad, para todas las Camilas del país.

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