viernes, junio 21, 2024
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La poderosa voz campesina en los diálogos con el ELN

La participación de la sociedad civil en el proceso es fundamental. La derecha y los enemigos de la paz la satanizan y el pueblo la defiende

René Ayala
@reneayalab

Una de las banderas centrales del gobierno de Gustavo Petro es la Paz Total. Este propósito se impulsa no sin dificultades y desde el reconocimiento del jefe de Estado sobre la implementación del Acuerdo de 2016 firmado con las antiguas FARC-EP, el cual ha sido retrasado y golpeado debido al sabotaje del gobierno anterior, la contradictoria actitud de los grupos disidentes del acuerdo y la oposición virulenta del uribismo, consecuente con su desprecio a la salida política al conflicto.

Una de las más relevantes iniciativas, por su impacto en los territorios y la trayectoria de esta organización rebelde, es el diálogo con el Ejército de Liberación Nacional, ELN, la última guerrilla histórica que mantiene su alzamiento en armas.

Estas negociaciones han sido un proceso complejo. Un elemento clave para entender su dinámica es la estructura organizativa del ELN. Sus frentes expresan miradas diferentes y hay una especie de libertad de tendencias dentro de la organización insurgente, lo que complica la concreción de un proceso de negociación y de acuerdos. Ejemplo de esto son las acciones de paros armados en el occidente, los pronunciamientos críticos de frentes históricos como el Domingo Laín y, la más reciente que generó tensiones al interior de la mesa, el avance de diálogos regionales y la ruptura del frente comuneros del sur en Nariño.

A pesar de ello, la instancia superior de esta guerrilla, el Comando Central, COCE, ha mantenido su equipo negociador y ha demostrado su compromiso. Es un avance trascendental que se haya ratificado el inicio de un nuevo ciclo de diálogos en Caracas y que el gobierno, en cabeza de su jefa negociadora Vera Grabe, haya anunciado ante los medios de comunicación que el ciclo anterior terminó con avances frente al acuerdo de participación, eje de este proceso. “Es la posibilidad de que la sociedad participe en la construcción de la paz. Es un acuerdo de cómo participar para ejecutar las transformaciones con la gente; estamos acá por la paz y con el pueblo colombiano”, recalcó Vera Grabe.

Avanzan los acuerdos

Los temas centrales de la negociación como cese al fuego, participación de la sociedad civil, desminado y desarrollo rural, son componentes que tienen un impacto fundamental en las regiones rurales y territorios golpeados por la agudización del conflicto. Allí, en el campo colombiano, la esperanza está puesta en que avance este proceso para que permita impulsar las transformaciones que ansían las comunidades.

En esa dirección adquieren importancia los avances de la instancia constituida en el marco de los acuerdos, para que el eje de participación pueda desarrollarse y constituirse como la potencia movilizadora. Este espacio es el Comité Nacional de Participación, CNP, instalado el pasado 3 de agosto desarrollando acciones para llenar de pueblo los diálogos, destacando la participación de sectores sociales, pueblos étnicos, movimientos y organizaciones. Son 81 personas que representan treinta distintas expresiones de la sociedad, y han diseñado los mecanismos de participación de la sociedad, referentes al modelo económico, régimen político y situación ambiental.

Sus avances están consignados en el documento dado a conocer por la delegación del ELN en su página, titulado “Acuerdo sobre el desarrollo del proceso de participación de la sociedad en la construcción de la paz”. Se destaca lo más relevante del proceso desarrollado por el CNP. Un eje clave para las comunidades rurales está consignado en el acuerdo de participación: “La participación que vincule al conjunto de la sociedad colombiana en especial a las y los históricamente excluidos en el mundo rural y urbano que incorpore enfoques diferenciales, poblacionales, étnicos, de mujeres y género, derechos y territorial”.

Sin duda, el final de un conflicto de más de medio siglo conlleva a abordar los temas que tienen que ver con las causas del mismo. En ese sentido, hay que rechazar el reproche de los sectores que han impulsado la guerra y se cierran con sectarismo frente a la importancia que tiene para el país y sus comunidades el avance de este esfuerzo de diálogos.

Instalación del Comité Nacional de Participación, CNP. Foto Prensa Rural

Participación campesina

El campesinado expresó su decisión de acompañar esta iniciativa. Any Páez, lideresa de la Asociación campesina del Valle del río Cimitarra, ACVC, y delegada ante el CNP, destaca: “El CNP es un escenario clave en el sentido de garantizar que el pueblo y las comunidades que siguen en medio del conflicto incidan de manera directa en la construcción de la paz. Incluimos en ellos eventos sectoriales de víctimas y derechos humanos, y la importancia de concretar un encuentro regional en el Magdalena Medio.

»El 16 de mayo tuvimos una plenaria y definimos una propuesta de plan de participación, allí insistimos en incorporar en la síntesis del documento la necesidad de un método de diferenciación que incluya a las víctimas y se parta de lo que ya existe en materia de construcción de paz, su institucionalidad e iniciativas sociales, comunitarias de construcción de paz, es decir, que es clave que no se desconozca el Acuerdo del 2016 y las iniciativas comunitarias que trabajan por defender su espíritu”.

“Vamos a impulsar con fuerza el encuentro del Magdalena Medio, una región que sigue viviendo las consecuencias del conflicto y que requiere que se concreten acuerdos humanitarios para que la implementación de los acuerdos se consolide como un escenario que permita lograr la paz en el territorio para los campesinos”, concluyó la lideresa.

Las comunidades rurales siguen padeciendo las terribles consecuencias del conflicto. Reivindicar sus demandas es crucial para el futuro y la conquista de la paz. El campesinado, que ha soportado los rigores de la barbarie de la guerra, es la voz más sensata y vital para construirla. El CNP es una expresión de un pueblo que ha hablado y no se le ha escuchado, pero que sigue insistente en defender su derecho a la vida y al territorio.

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