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La paz y la soberanía de América Latina, en grave riesgo

Gloria Inés Ramírez Ríos
Senadora de la República elegida por el PDA

El pasado 1 de junio, el presidente Juan Manuel Santos, que días antes había tenido una sorpresiva reunión con el ex candidato presidencial de la derecha venezolana Henrique Capriles, volvió a causar aun más sorpresa con el anuncio de que el gobierno está gestionando el ingreso de Colombia a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y que en el presente mes suscribirá un acuerdo de cooperación con dicho organismo.

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Respecto del encuentro con Capriles, el presidente Santos afirmó que se trataba de un “mal entendido” y que buscaría resolver los problemas surgidos en las relaciones con el gobierno de Venezuela por la vía diplomática; en cuanto a la OTAN, el ministro de Defensa ha salido con la tesis de que “se está armando una tormenta en un vaso de agua”. De esta manera, el gobierno pretende restarle importancia a hechos de manifiesta gravedad que ponen en peligro la paz de América Latina y constituyen atentados contra la soberanía y el derecho de nuestros pueblos a su libre autodeterminación.

El asunto de fondo es que está en marcha un plan del imperialismo y de las fuerzas más recalcitrantes de la derecha para deslegitimar y desestabilizar los gobiernos progresistas y de izquierda de América Latina y El Caribe, con miras a recuperar el terreno perdido en lo que los imperialistas gringos consideran su “patio trasero”.

De ese plan, que viene desde tiempo atrás, hacen parte la proliferación de bases militares norteamericanas en nuestro hemisferio, el despliegue de la IV Flota en el mar Caribe, el fallido golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez, el golpe militar que derrocó al presidente Manuel Zelaya, en Honduras; la rebelión policial contra el presidente de Ecuador, Rafael Correa; la destitución arbitraria del presidente Fernando Lugo, en Paraguay, la permanente hostilidad contra los gobiernos de Cuba, Nicaragua, Bolivia y un sinnúmero de agresiones a la democracia y la soberanía latinoamericana y caribeña.

El fracaso de la derecha en su empeño de regresar al poder en Venezuela, que pretende explicar como resultado de un supuesto fraude, ha dado lugar a una nueva escalada desestabilizadora a la cual no es ajeno el presidente Santos.

En efecto, el lanzamiento con bombos y platillos de la llamada Alianza del Pacífico, aparte de que es una nueva versión del ALCA que multiplicará los desastres causados por los tratados de libre comercio, constituye un atentado contra los proyectos integracionistas independientes, como Unasur, ALBA, Celac y Mercosur, que han venido abriéndose paso como alternativas al tutelaje de Estados Unidos.

Las gestiones para ingresar a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que reúne a las principales economías capitalistas, tampoco son ajenas a los planes imperialistas de dominación de Nuestra América, y no es casual que justo antes de los anuncios sobre la OTAN haya estado en Colombia el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden.

En síntesis, mientras en América Latina y El Caribe se abren paso tendencias que reivindican la independencia de los países, en Colombia el gobierno asume posiciones incondicionales a los dictados del imperio y se presta para maniobras contra los gobiernos que no son de los afectos de Estados Unidos.

La OTAN es una organización con un largo historial de agresiones militares a países soberanos y de violaciones a los derechos humanos. Fue creada en 1948 con el fin de enfrentar la “amenaza soviética” y, desde entonces, se convirtió en uno de los principales instrumentos de las potencias imperialistas en la “guerra fría”. En 1999 invadió a Yugoslavia con el pretexto de proteger a la población de Kosovo de la limpieza étnica.

Después de la invasión de Irak por parte del ejército norteamericano, consiguió la cobertura de la ONU para involucrarse, junto a otros países, en esta agresión. También hace parte, bajo la dirección de Estados Unidos, de las fuerzas invasoras de Afganistán. Cumpliendo las directrices norteamericanas, descargó durante varios meses un inclemente bombardeo contra Libia que arrasó ciudades enteras y causó incontables víctimas.

A esta tenebrosa organización es que pretende vincular a nuestro país el presidente Santos, y el ministro de Defensa no tiene el menor inconveniente en decir que el acuerdo de cooperación con ese organismo estará centrado en tres temas: derechos humanos, justicia militar y educación a las tropas. Como si la OTAN tuviera alguna autoridad moral para dar lecciones de respeto a los derechos humanos.

Como puede verse, no se trata de invenciones fantasiosas, sino de hechos de extrema gravedad que llaman al más amplio y decidido rechazo a las nefastas pretensiones del gobierno de Santos de favorecer abiertamente los intereses de Estados Unidos para perpetuar su dominación política sobre nuestros países y favorecer el saqueo de nuestras riquezas y la explotación de nuestros pueblos.

Aun cuando en los últimos días se han apaciguado los ánimos y los más altos voceros gubernamentales de Colombia y Venezuela han hecho declaraciones conciliadoras, es claro que los hechos anteriores seguirán gravitando en las relaciones del gobierno colombiano con los países latinoamericanos.

Las aclaraciones en el sentido de que Colombia no puede ser miembro de ese pacto por razones geográficas no cancelan la discusión, porque el problema no es formal, sino de fondo. Lo cierto es que se busca incluirnos como asociados y firmar acuerdos que nos ubicarían de hecho en la órbita del principal instrumento de agresión militar imperialista, todo lo cual tendría implicaciones para el porvenir democrático, independiente y soberano de América Latina y El Caribe.

Bogotá, D.C., 5 de junio de 2013

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