martes, abril 23, 2024
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La historia a contrapelo: La violencia simbólica

El lenguaje, la ideología y el orden social existente, son causas determinantes de la perenne violencia en la historia occidental.

Envenenan la inocencia. Foto: marcha-avvillavicencio-ninyauribe via photopin (license)
Envenenan la inocencia. Foto: marcha-avvillavicencio-ninyauribe via photopin (license)

Sergio de Zubiría Samper

Desde orillas ideológicas distintas ha existido en la filosofía occidental una preocupación recurrente por explorar la naturaleza de la violencia. La filósofa Hannah Arendt se atrevió a formular que “nadie consagrado a pensar la Historia y la Política puede permanecer ignorante del enorme papel que la violencia ha desempeñado siempre en los asuntos humanos”.

En el medio académico colombiano ha sido significativa la influencia del sociólogo y matemático noruego, Johan Galtung, quien sostiene que “la violencia está presente cuando los seres humanos se ven influidos de tal manera que sus realizaciones efectivas, somáticas y mentales están por debajo de sus realizaciones potenciales”. Las circunstancias del contexto social influyen de forma determinante en que una persona pueda o no desarrollar sus potencialidades, y cuando aquellas son imposibilitadas, se desata algún tipo de violencia. Nunca la génesis de la violencia es simplemente subjetiva. Para Galtung, existen tres tipos de violencia: directa, estructural y cultural. La violencia “directa” o “personal”, es la más visible y a la que la mayoría de personas se refiere. La violencia “indirecta” o “estructural” es aquella causada por estructuras económicas o políticas, plenamente evitables. La “violencia cultural” es la que anida en los sistemas de sentido, axiológicos y normativos de las culturas, cuando estas justifican y estimulan la violencia contra determinados colectivos de seres humanos por las identificaciones que se les asignan. El clasismo, el racismo, el patriarcado y la homofobia, son típicas manifestaciones de violencia cultural.

Una teoría de la violencia bastante sugestiva es formulada por el filósofo esloveno Slavoj Zizek, quien plantea que identificar la violencia con la visible y directa ejercida por un agente es un simple “señuelo” para impedir reflexionar sobre su naturaleza. Reducir la violencia a actores que se enfrentan, para este filósofo, antes que mitigar la violencia, termina es fortaleciéndola. La propia noción de “actores armados” es un simple señuelo para perpetuar las lógicas de guerra. Por tanto, es necesario distinguir entre violencias “subjetiva”, “simbólica” y “sistémica”. La violencia “simbólica” está encarnada y mediada por el lenguaje, la ideología y sus formas. La violencia “sistémica” es aquella generada por las consecuencias catastróficas de los actuales sistemas económico y político. Estas dos violencias son devastadoras y potenciadoras de todas las violencias. El lenguaje, la ideología y el orden social existente, son causas determinantes de la perenne violencia en la historia occidental. Quizá no existan metáforas lingüísticas más perpetuadoras de la barbarie, que “guerra preventiva contra el terrorismo”, “guerra contra las drogas”, “la mata que mata”, “seguridad democrática”, “pacificación”, “quien no es amigo es mi enemigo”, entre muchas otras. La violencia simbólica anida en la morada del lenguaje.

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