El llamado a “instituciones fuertes” poco remite a la profundización de la democracia.
Sergio de Zubiría Samper
En la conferencia ofrecida en la Universidad de Harvard, Sergio Jaramillo, comisionado de Paz del actual gobierno, postula que es imposible garantizar derechos de manera sostenida si no existen unas “instituciones fuertes”. Exige dos condiciones necesarias. La primera, definir las “instituciones” no sólo como “entidades”, sino también como prácticas y normas que regulan la vida pública creando condiciones de cooperación y convivencia. La segunda, tener la capacidad de producir bienes públicos, satisfacer derechos en todo el territorio y asegurar las condiciones para tramitar las demandas políticas de la sociedad.
Haciendo eco del llamado a las “instituciones fuertes”, Salomón Kalmanovitz, en El Espectador, sostiene que la “fortaleza” de las instituciones pasa por el monopolio de los medios violentos y la fiscalidad, se supone, por parte del Estado. Arriesga una previsión con escasos argumentos: “no puedo envisionar (sic) qué tipo de gobierno harán los guerrilleros en sus zonas de influencia, pero no puedo dejar de pensar que serán estructuras jerárquicas, parecidas a las que imperan en su organización militar”.
Ameritan cuidadosas discusiones las posturas sostenidas por Jaramillo y Kalmanovitz. La primera, la pertinencia de utilizar el adjetivo “fuertes” para calificar las instituciones, con toda su carga de autoritarismo y violencia simbólica. Se trata de transformar las relaciones hacia instituciones “democráticas”, “cooperativas”, “colaborativas”, “comunes”, etc., no exclusivamente de instituciones “fuertes”. La segunda, no expresan las posturas de estos autores una forma velada o nostálgica de restaurar un “estatalismo” o “estado-centrismo”. El llamado de Kalmanovitz a “instituciones fuertes”, termina en la fiscalidad y el monopolio de la violencia estatal, pero poco remite a la profundización de la democracia.
La tercera, hay que cuestionar el supuesto que la simple presencia de lo estatal, con funcionarios eficientes, lleva a verdaderas transformaciones de las regiones y las comunidades. El “Estado presente” no cambia la sociedad, porque la autogestión, la conciencia y la organización es determinante en cualquier transformación real. Democratizar el Estado no equivale a democratizar la sociedad. La cuarta, el significado de instituciones fuertes no coincide en las dos perspectivas. Mientras el acento de Jaramillo está en instituciones con capacidad de producir bienes públicos, asegurar derechos en el ámbito territorial y tramitar las demandas políticas; en Kalmanovitz, las instituciones deben monopolizar la violencia y asumir la fiscalidad.
¿Debemos rememorar la tradición de la teoría clásica de Marx, Durkheim, Weber o del neo-institucionalismo? ¿Alguien podría juzgar la conducta de otro ser humano cuando cambien las condiciones de un conflicto armado a un conflicto político?