jueves, abril 17, 2025
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La disputa simbólica

El episodio de los murales de “Las cuchas tienen razón” y la ofensiva militar del ELN en el Catatumbo revelan aspectos de la lucha política que trascienden los propósitos de los actores

Federico García Naranjo
@garcianaranjo

El año ha comenzado con una catarata de noticias que hacen ver a este enero como un mes atípico. Normalmente el país se despertaba somnoliento y enguayabado y solo comenzaba a producir noticias a finales del primer mes, pero la Colombia del siglo XXI nos abofetea con su realidad y no nos deja parpadear.

Dos de las noticias más importantes de este inicio de año han sido la disputa por los murales de “Las cuchas tienen razón” y la tragedia humanitaria que está provocando la ofensiva del ELN en el Catatumbo. Si bien ambas noticias obedecen a fenómenos diferentes, pueden hallarse entre ellas ciertos sentidos en los que confluyen y nos permiten hacernos preguntas sobre nuestra sociedad.

Pintar y repintar

El hallazgo de la JEP de los primeros cuerpos humanos sepultados en La Escombrera en Medellín se hizo superando los obstáculos que implica una investigación de ese calibre, más el sabotaje de personajes como Federico Gutiérrez, quienes siempre sostuvieron de forma provocadora que las madres buscadoras, las cuchas, mentían y que su propósito era desprestigiar a las instituciones. Por eso, la decisión de Gutiérrez de borrar el mural en Medellín que rezaba “Las cuchas tienen razón”, incluso apareciendo en cámara pintando de gris la pared, provocó la reacción vigorosa de colectivos de jóvenes artistas quienes al día siguiente restablecieron el mural.

En Bogotá, los jóvenes se anticiparon e intervinieron el muro ubicado en la calle 45 con carrera 7 con una enorme pintada que repetía el lema. Esa noche, el excandidato al Concejo del Centro Democrático Josías Fiesco, saboteó el mural y compartió el video en redes sociales presumiendo su “hazaña”. Al día siguiente, los jóvenes salieron en tropel y restablecieron el mural, no solo motivados por la lucha por los derechos humanos, sino, provocados por el acto de sabotaje del torpe activista de ultraderecha. La repintada del mural provocó a su vez que la situación se replicara en varias ciudades del país. Cali, Pasto, Barranquilla, Manizales, Popayán, Soacha, Bucaramanga. Y sigue creciendo en Colombia y el mundo, esta acción cultural de memoria y reivindicación.

Elenos al ataque

La ofensiva militar del ELN contra objetivos del EMC en el Catatumbo ha provocado no solo una emergencia humanitaria de proporciones que no se veían desde antes de la firma de los Acuerdos de Paz, sino un hecho político inédito en la historia reciente del país. No ha sido solo el impacto en términos de cifras, que arrojan un saldo al momento de escribir estas líneas de más de 30 asesinados y más de 6.000 desplazados. Ha sido sobre todo la crueldad con la que han perseguido a los firmantes de paz, buscándolos en sus casas, acusándolos de ser informantes de la disidencia y asesinando, hasta ahora, a siete de ellos.

Ello ha derivado en un reclamo de “mano dura” al Gobierno por parte de sectores de izquierda o progresistas, quienes siempre defendieron la negociación del conflicto armado y se opusieron a la salida militar. Lo inédito del hecho debería llevar al ELN a una reflexión sobre los objetivos políticos (más allá de los militares) de esta ofensiva, porque evidentemente el brutal impacto humanitario que está teniendo hace que se pierda cualquier rédito político que pudiese perseguirse.

La papa caliente que tiene el Gobierno en estos momentos es uno de los más importantes retos que ha tenido que afrontar. Ya se advirtió que se utilizará la fuerza militar para perseguir al ELN pero que no se da por finalizado el proceso de paz. Por otro lado, los sectores de derecha (y muchos en la izquierda) piden guerra y victoria militar. En todos los escenarios, el Gobierno pagará un alto costo político. Si confronta a la guerrilla, se dificulta el avance del proceso de negociación y la Paz Total, uno de sus más importantes proyectos. Si no logra frenar la ofensiva del ELN, quedará como débil antes sectores de la opinión pública. Si continúa dialogando, esta ofensiva y sus consecuencias tendrán que incorporarse a la agenda de discusión. El panorama es incierto.

Disputa por los símbolos

Ambas noticias reflejan un mismo patrón de disputa por lo simbólico, más allá de los propósitos concretos de los actores involucrados. Por un lado, el uribismo revela su indigencia intelectual con la torpeza con que afronta el episodio de los murales. Borrar los murales y presumir de ello en redes, como sucedió en Medellín y Bogotá, envalentona a los promotores del mural, legitima la lucha de las madres buscadoras, convierte la pintada de una pared en noticia mundial y provoca el rechazo de mucha gente que reconoce la justeza de las demandas de las organizaciones defensoras de derechos humanos.

Por otro lado, el ELN pone en evidencia su distorsionada concepción de la paz provocando un cruel impacto humanitario en las comunidades y poniendo en riesgo el propio proceso de negociación con el Gobierno. El rechazo unánime por parte de la sociedad y las erráticas explicaciones de los voceros de esa organización, no hacen más que entorpecer el propio proceso político del ELN.

Jóvenes y futuro

La parte esperanzadora de este agitado comienzo de año son los jóvenes de todo el país volcándose con entusiasmo a reivindicar la dignidad de las madres buscadoras de desparecidos y haciendo uso de su creatividad y capacidad de organización, así como los gestos de buena parte de la sociedad en solidaridad con las víctimas del Catatumbo.

Claramente, la lucha colectiva y la movilización de las consciencias son el mejor antídoto contra el uso del dolor colectivo como arma de guerra. La juventud, nuevamente, nos ha invitado a la esperanza de que sí hay futuro y de que otro país sí es posible. ¡Feliz año nuevo!

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