Editorial 3282
No fue un fallo simple. Un proceso largo y complejo. La jueza con lujo de detalles, con una secuencia de argumentos que quedarán para la historia, fue desmantelando cada mentira del acusado. Las incoherencias, la incontinencia verbal de los testigos de la defensa, la mitómana teoría para sacar a Uribe Veléz del lodo de su odio, sus miedos y sus acciones criminales no les sirvieron para enlodar la verdad y la ética de una vida dedicada a servir a la gente, a lograr la paz y a asumir la política como una responsabilidad social, como lo ha sido la vida de Iván Cepeda.
La jueza dio ejemplo de estudio, de elaboración jurídica, conocimiento, firmeza y compromiso trascendental con un juicio, que, siendo estrictamente jurídico, tiene impactos políticos. La verdad defendida por Iván, la Fiscalía y la jueza, pone a Uribe en el lugar que se merece. El lugar de la condena pública.
Si bien, la condena se hizo, como debía ser, estrictamente sobre los dos delitos establecidos en el Código de Procedimiento Penal: Soborno, Artículo 444 del Código Penal, que conlleva una pena de 4 a 8 años. Y el de Fraude procesal, Artículo 453, del Código Penal, con pena entre 6 y 12 años, y aunque, los delitos jurídicamente no tienen relación directa con las verdaderas razones, por las que quisiéramos verlo condenado, como los 6402 jóvenes ejecutados extrajudicialmente, la conformación de grupos paramilitares que produjeron horrores como la escombrera en Medellín y las masacre del Aro; todas sus fechorías se reúnen aquí, para resarcir, así sea indirectamente todo el mal que ha hecho al país.
No se trata de la condena de un hombre, se trata de un sistema, de una élite que no hay que dejar que vuelvan a gobernar y asesinar. El fallo no es contra Uribe, la condena es contra el poder tradicional, los Fincho, los Vargas lleras, las Cabal, las Vicky, las Palomas Valencias, para Duque y Pastrana. El fallo y la condena Aes contra el sistema narcogobernante, corrupto y criminal que creyeron que su reinado era eterno.
Este acto de justicia, es un hecho de fuerza ética, más potente que cualquier guerra o aparato violento. El actuar de Iván Cepeda, de la Fiscal Marlene Orjuela, del abogado Miguel Ángel del Río, de la jueza Sandra Heredia, e incluso, con las diferencias que nos separan, de Daniel Coronel, ratifica las grandes posibilidades que tenemos de seguir recuperando a Colombia para la vida, la paz y la justicia social.
¿La lección para Uribe y la élite tradicional? No se puede jugar con la dignidad de un país. ¿La lección para el pueblo?, hay esperanza, hay cambio, es posible un ideario colectivo, es posible la recuperación ética de la sociedad, recuperar el valor de la vida en colectivo
Seguro el condenado buscará que otras instancias lo absuelvan. Difícil tarea, en cuanto la profundidad y la extensión del texto argumentativo que soportó el fallo, busca no solo sustentar, sino dejar claro a todas las instancias del sistema judicial, que la conclusión es sólida y no tiene hendijas por donde sea posible la absolución.
Uribe debería aprovechar el momento y ponerse a paz y salvo con las víctimas en Colombia, reconocer todos sus crímenes para que su redención le permita llegar tranquilo a rendir cuentas ante su Dios. Sus manos siguen manchadas de sangre de inocentes. No descansaremos hasta que pague por ello. La primera tarea inmediata, es que no vuelvan a gobernar. Para ello necesitamos a un Iván Cepeda listo para seguir ganando el corazón de Colombia para avanzar en las reformas y los cambios.