La conversación cotidiana toma un cariz diferente. Las banderas arcoíris empiezan a flamear por doquier, además de levantar persignaciones silenciosas, encender de indignación algunos púlpitos —por fortuna no todos— y de provocar gruñidos atemorizantes que emergen de las cavernas criollas
Nixon Padilla
Se abren espacios para que lo invisible ─o invisibilizado─ se muestre tomando múltiples formas, no siempre inteligibles, que rompen la modorra de la norma y cuestionen, de manera provocadora, lo que sumisamente damos por hecho.
Es un mes de denuncias, exigencias, balances gubernamentales y sociales, desfiles, marchas, disfraces, cuerpos sin vergüenzas, reflexiones académicas y políticas, y las expresiones indómitas del género insisten, como un sirirí, en mostrar una vez más la realidad ocultada de las vidas de las personas LGBTIQ+.
La terquedad del arco iris
Volvemos a tornar nuestros ojos hacia esa realidad que aún aparece lejana y difusa, en un país agobiado, que quiere cambios trascendentales, pero que aún no logra deshacerse de los lastres que las élites nos han colgado, para no dejarnos avanzar.
En medio de una guerra que se resiste a morir, de una oposición atrincherada en el Congreso, las Altas Cortes y el Ministerio Público, que no abandona el uso de la violencia para impedir las reformas que ponen en peligro sus privilegios, y unos medios de comunicación tradicionales que han tomado por guía la mentira y el terror mediático, pareciera no haber espacio para la realidad que en junio.
De manera terca, las banderas arcoíris se imponen y cuestionan. Suelen enfrentar a la sociedad, al patriarcado, a los partidos, al capitalismo, a las estructuras de dominación y, cómo no, al gobierno.
Política pública para el sector LGBTQ+
Cualquier vecino, con alguna razón, diría que, en el gobierno del progresismo colombiano, las cosas no podrían ser mejor para la población LGBTQ+. Y, por supuesto, revisando de manera aleatoria, encontramos que una importante cantidad de entidades del gobierno nacional tienen la impronta del enfoque de género y de reconocimiento de los derechos de las personas LGBTIQ+ en sus discursos, planes, presupuestos y decisiones de política pública.
Pero siempre hay un “pero”. Al lado de esos reconocimientos, en veintidós meses de gobierno y diecisiete meses de haberse creado el Ministerio de la Igualdad y la Equidad, no hay un proyecto político alrededor de las demandas de la población LGBTIQ+. No es solo una suma de acciones, planes y proyectos, sino de una orientación estratégica con plena claridad de lo que se quiere dejar instalado al final de su cuatrienio.
Hablar de un proyecto político no es una pretensión partidaria, que también cabría, sino del conjunto de políticas coherentes, coordinadas y suficientemente financiadas, que apunten a una transformación efectiva de la sociedad y al aparato estatal incluidos los entes territoriales, que aporten a la construcción de un sujeto social y político, con capacidad de movilizarse en favor de sus intereses en particular y del pueblo en general. Eso es el proceso constituyente.
El instrumento legal de política pública, decreto 762 de 2018, que de manera apresurada sacó el ministro del Interior, del gobierno Santos II, Guillermo Rivera, antes de terminar el período presidencial, dicho documento no cumple con ningún parámetro técnico, ni de componentes de una política pública. El Gobierno Duque, mediante tutela interpuesta por Laura Weins, fue obligado a cumplir con algunos mandatos de dicho decreto, pero se quedó en la formalidad en cumplimiento con la orden judicial.
Cuando inició este gobierno, se encontraron cajas en basureros con la información de la Política Pública Nacional LGBTIQ+ (PPNLGBTIQ+) e historias que refuerzan nuestra propia identidad macondiana, como las funcionarias contratadas para el desarrollo de la política pública y que luego se declararon en objeción de conciencia y terminaron en otros menesteres con el presupuesto de la Política Pública Nacional LGBTIQ+. Caricatura trágica ─cómica de la derecha cavernaria en el poder.
Gobierno del cambio, ¿una oportunidad?
Para el movimiento social LGBTIQ+, este gobierno es una oportunidad sin igual, por eso, la entusiasta participación en la escritura del programa de gobierno de la dupla candidatizada a presidencia y vicepresidencia, en el proceso de empalme y en la formulación del Plan de Desarrollo.
Hay instituciones del gobierno haciendo cosas positivas por la población LGBTIQ+, pero esa expectativa empezó a convertirse en desesperación, cuando la situación de violencia contra las vidas LGBTIQ+ en 2023 y a comienzos de este año, tuvo una respuesta institucional fragmentaria y descoordinada.
Tal vez la escena más patética sea la ausencia de nombramiento de una persona en el Viceministerio de las diversidades, desde que se creó el Minigualdad, hace más de un año y medio. Pasamos por la designación oficial de un nombre en agosto de 2023, que fue acribillado en los medios, porque participó como actor en películas para adultos. Y el movimiento social tuvo algunas objeciones a ese nombre por su gestión y comportamiento anterior en cargos de dirección gubernamentales y no por su experiencia laboral.
Afortunadamente, se avizoran cambios positivos en la dirección del timón. Con participación e incidencia del movimiento social LGBTIQ+, el gobierno ha iniciado un proceso de articulación ambicioso, para responder a estas falencias, utilizando los instrumentos institucionales que se tienen a mano como el decreto de Política Pública Nacional para dar respuestas a situaciones urgentes, sobre todo aquellas que están ligadas a la seguridad y la vida de las personas LGBTIQ+ y, a la vez, aspira a construir una apuesta estratégica que haga parte del conjunto de cambios de fondo, en que este gobierno está empeñado.
Lo que en junio caluroso se pregunta, en medio del jolgorio y las travesuras, es ¿si ese espíritu autocrítico que está permitiendo ajustar la travesía, cautivará a todas las esferas del gobierno, consolidando las fuerzas necesarias para enfrentar dificultades serias, como la inexequibilidad de la creación del Minigualdad?
¿Será que el llamado presidencial a comprometer todo el gobierno para fortalecer el poder constituyente y convertirlo en el protagonista directo de los cambios, es asumido por quienes deben ejecutar la Política Pública LGBTIQ+?
Cuando junio termine, en medio las apoteósicas y coloridas marchas, debemos tener más que respuestas a estas preguntas, se requieren certezas.