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Horacio Arango, apóstol de la paz

Será un invitado, en la distancia, para el día que las FARC-EP y el ELN firmen los acuerdos de paz estable y duradera con el Gobierno y con el respaldo de la sociedad colombiana.

Padre Horacio Arango.
Padre Horacio Arango.

Carlos A. Lozano Guillén

Me sorprendió la noticia del fallecimiento del padre Horacio Arango, sacerdote jesuita, de enorme compromiso con la paz para Colombia. Me enteré por la columna del padre Francisco de Roux, otro jesuita y militante de la paz, en el diario El Tiempo del jueves 25 de febrero del presente año, titulada “Celebraciones diferentes: Memorias de Camilo”. El padre Pacho, como le decimos con aprecio, escribió la siguiente nota: “muchos de los lectores de esta columna conocieron a Horacio Arango, jesuita. Hoy nos espera ya desde el futuro que seremos en la fiesta de la fraternidad. Comparto con ustedes la pascua del mejor de los amigos, incansable trabajador por la paz”. En pocas palabras lo dice todo.

Con el padre Horacio forjamos una amistad, distante en la geografía: él en Medellín y quien escribe en Bogotá, con cosmovisiones no siempre idénticas, pero convergentes en el anhelo común de la solución política dialogada del conflicto colombiano. El padre Horacio hacía lo suyo como sacerdote íntegro, discípulo de Cristo, defendiendo la paz como bien supremo que se afianza en la justicia social.

Compartimos con otros muy buenos amigos el almuerzo mensual en la residencia del Embajador de Suiza, donde intercambiamos opiniones y puntos de vista sobre las posibilidades de la paz en medio de contradicciones y vicisitudes entre los participantes, siempre con el mayor respeto y espíritu constructivo.

El padre Horacio Arango Arango era el rector del colegio San Ignacio de Medellín, donde fueron sus honras fúnebres. Falleció el martes 16 de febrero del año en curso. Nació el 1 de octubre de 1946 en Medellín. Dirigió durante once años la Fundación Centro de Fe y Culturas. El objetivo era “promover el debate y la reflexión sobre la crisis ética de la sociedad y la apropiación de valores que garanticen el compromiso con la justicia, la equidad y la pluralidad”, según lo definieron sus fundadores. Siempre estuvo vinculado a causas altruistas y humanistas. Fue Provincial de la Compañía de Jesús.

Hará falta el padre Horacio Arango para contribuir a esclarecer el fondo de los acuerdos de paz, iluminar el debate sobre la complejidad de los diálogos con sus certeros análisis de optimismo y esperanza. Será un invitado, en la distancia, para el día que las FARC-EP y el ELN firmen los acuerdos de paz estable y duradera con el Gobierno y con el respaldo de la sociedad colombiana. Que los voceros y representantes del establecimiento sigan el ejemplo de este apóstol de la paz, descomplicado y espontáneo, que tanto hizo por la reconciliación nacional.

Nuestro pésame a la Comunidad de los Jesuitas, a la Iglesia Católica y al padre Pacho, su gran amigo.

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