A lo largo del tiempo, las colombianas han liderado luchas sindicales para mejorar sus condiciones laborales, lo que las ha llevado a enfrentar constantes amenazas, persecución y violencia
Laura Amaya Soto
@BolchevIIIque
Las mujeres en el país han sido históricamente relegadas a un segundo plano en todos los ámbitos, incluido el sindicalismo. A pesar de ser una fuerza laboral clave, sus luchas han sido invisibilizadas y su papel como lideresas obreras ha sido minimizado.
No obstante, han sido ellas quienes han impulsado cambios fundamentales en la historia del movimiento obrero del país.
En 1920, Betsabé Espinal lideró una huelga emblemática en la Fábrica de Tejidos de Bello, Antioquia. Con tan solo 24 años, encabezó un movimiento de 400 mujeres que paralizaron la producción para exigir mejores condiciones laborales y salarios equitativos. A pesar del rechazo social, esta huelga sentó un precedente en la lucha por la igualdad salarial.
En 1928, estalló la huelga en la zona bananera del Magdalena contra la United Fruit Company, una protesta que fue violentamente reprimida y pasó a conocerse como la masacre de las bananeras. En este proceso, María Cano, la primera mujer en ser reconocida como líder política y sindical en Colombia, jugó un papel clave en la organización y movilización de los trabajadores, tal como lo menciona Laura Camila Castillo-García en su tesis Mujeres obreras: Sindicato de Obreras Cajetilleras en sus propias palabras y acciones a través de la historia de las emociones, la cultura política y el uso popular de la Ley (1943-1950).
El silenciamiento de las mujeres sindicalistas
A lo largo del siglo XX, la participación de las mujeres en el sindicalismo continuó siendo activa, pero sistemáticamente silenciada. En 1943, Elvira Buitrago, lideresa del Sindicato de Obreras Cajetilleras, denunció la explotación de las trabajadoras y la falta de reconocimiento de sus derechos. Sin embargo, su voz, como la de muchas otras, fue ignorada en un país donde la estructura sindical ha favorecido históricamente a los hombres.
A pesar de avances como la obtención de la licencia de maternidad en 1950, la inclusión de las trabajadoras domésticas en 1988 en la seguridad social y la regulación de la igualdad salarial en 1981, tal como señala María Camila Quintero en su tesis La gran marcha de la mujer en el siglo XX: las mujeres obreras y sindicalistas en la vida privada, la lucha por los derechos de las mujeres sigue vigente. En diversos sectores, las mujeres continúan trabajando en condiciones de precariedad y desigualdad, mientras los sindicatos mayoritarios siguen dominados por figuras masculinas.
El precio de la lucha: persecución y violencia
Las sindicalistas, entonces, no solo han tenido que enfrentar la explotación laboral, sino también la persecución y la violencia. Durante los años 70 y 80, con el auge del paramilitarismo, la violencia contra las y los sindicalistas aumentó. Un ejemplo de esto es el caso de Yolanda Cerón, monja y activista laboral en Tumaco, quien fue asesinada tras liderar procesos de titulación de tierras para las comunidades afrodescendientes.
El caso de Liliany Obando, encarcelada en 2008 bajo acusaciones de terrorismo, ilustra cómo el Estado ha utilizado el aparato judicial para reprimir la lucha sindical, pues, en un país donde el sindicalismo sigue siendo una actividad de alto riesgo, las mujeres enfrentan una doble vulnerabilidad: por su condición de líderes sindicales y por ser mujeres.
Gloria Inés Ramírez y la lucha por el sindicalismo feminista
Una de las figuras más representativa del sindicalismo femenino en Colombia es Gloria Inés Ramírez, líder sindicalista, feminista y comunista. Su trayectoria demuestra que la lucha por los derechos de los trabajadores y las mujeres no puede separarse.
Desde su participación en el Sindicato de Trabajadores de Risaralda en los años 70, presidenta de la Federación Colombiana de Educadores, Fecode, hasta su papel como ministra del Trabajo en 2022, ha impulsado reformas para mejorar las condiciones laborales y reducir la brecha de género.
Durante su gestión en el Ministerio del Trabajo, promovió una reforma laboral integral orientada a restituir derechos a los trabajadores, fortalecer los sindicatos y regularizar el empleo informal.
Entre sus principales logros se destacan la protección de los trabajadores de plataformas digitales, promoviendo la afiliación a la seguridad social y el reconocimiento sus derechos laborales. Además, impulsó el fortalecimiento del salario mínimo y la reducción de la brecha de género, promoviendo medidas para garantizar la equidad salarial y las condiciones laborales dignas para las mujeres.
También se destacó en la formalización del empleo en sectores precarizados, con estrategias dirigidas a trabajadores del campo, el trabajo del hogar remunerado y el comercio informal. Asimismo, defendió de la negociación colectiva y el derecho a la huelga, resistiendo los intentos de debilitamiento de los sindicatos y promoviendo el diálogo social como mecanismo de resolución de conflictos laborales.
Por último, lideró la revisión del modelo de pensiones, con el objetivo de garantizar una vejez digna y mejorar el acceso a la seguridad social.
Un sindicalismo con perspectiva de género: la lucha que sigue
El sindicalismo colombiano requiere una transformación profunda que incorpore una perspectiva de género real. No es suficiente con reconocer la participación de las mujeres en las luchas sindicales; es fundamental garantizar que su voz tenga el mismo peso y relevancia que la de sus compañeros hombres.
Hoy más que nunca es momento de unir fuerzas; seguir en la organización y no ceder ante la injusticia.
A todas las mujeres trabajadoras y sindicalistas: su voz y su resistencia han sido la fuerza que ha impulsado transformaciones cruciales en la historia. Es fundamental seguir marchando, exigiendo y construyendo un futuro en el que el trabajo digno y la igualdad sean una realidad para todas y todos.
La lucha no ha terminado y responsabilidad de todas mantenerla viva. ¡Ni un paso atrás en la defensa de nuestros derechos!