Siguen los talleres preparatorios de la Unión Sindical Obrera, USO, en camino a la III Asamblea Nacional por la Paz. Uno de los puntos más importantes ha sido el cambio minero-energético
Redacción DD. HH.
Liria Manrique habla con voz alta y clara sobre el cambio minero-energético, explica con paciencia que no es discriminación o temor, sino que hay que comenzar a buscar alternativas para seguir cuidando el mundo.
Junto con sus compañeros y compañeras hace un análisis de cada uno de los territorios donde van en preparación a la III Asamblea Nacional por la Paz. Ella busca la paz, defiende los derechos humanos, es feminista y miembro de la Unión Sindical Obrera. VOZ habló con Manrique sobre su papel fundamental en los talleres y asambleas de la USO.
Van ocho talleres preparatorios para la III Asamblea Nacional por la Paz. ¿Cuál es el análisis hasta este momento?
Hay una deuda con las comunidades, pues todas las organizaciones sociales, indígenas, campesinas, de mujeres insisten en que no se ha pagado esta deuda social, que es demasiado grande, y sigue habiendo muchas dificultades para cubrirla.
Y aunque este Gobierno en concreto quiera solucionar el problema, hay una estructura jurídica burocrática, establecida históricamente en el Estado colombiano, que no lo permite.
Eso se ve en los territorios en donde preguntan por qué no les dan los recursos a ellos y no a las agencias en las que se puede perder, pero hacer ese cambio es muy complicado.
¿Y sobre el conflicto armado?
Cuando se firma el Acuerdo de paz con las FARC-EP en el 2016, se sintió un descanso en los territorios del conflicto que duró unos años importantes, pero ahora hay una retoma de los territorios, otra vez los liderazgos sociales están muy asustados, prevenidos, amenazados.
Nuevamente se piensa que el paramilitarismo se está ampliando, que igual las disidencias de los firmantes y las mismas estructuras insurgentes que históricamente actúan contra las comunidades, volvemos a lo mismo del conflicto.
Esto es preocupante porque en el conflicto al final los actores armados están por decisión, y si mueren, saben por qué, pero las comunidades y la sociedad civil, no. Y al final, estos últimos son los que reciben el impacto más grande de esta confrontación. Esto sí sigue siendo una alerta en los territorios.
2024 y más de cien líderes y lideresas asesinados. ¿Qué evaluación hace de esto?
Esta situación es el talón de Aquiles de Petro. El tema del control en los territorios y de forjar la paz se ha complicado en este Gobierno, no porque no tenga las intenciones, sino porque es muy difícil cuando se tiene un país que históricamente está acostumbrado al conflicto, que ha resuelto muchos de sus problemas a través de las armas; resolver esto en dos años, que es lo que lleva, es muy complicado.
Obviamente, algunos grupos armados han seguido con el asesinato de los liderazgos sociales para mandar un mensaje al presidente de que no los está controlando, situación que es aprovechada por algunos sectores de derecha para hablar en contra del Gobierno. Ellos están jugando con las vidas humanas.
La transición energética
La USO ha ido por el país hablando del cambio minero-energético. ¿Qué es eso?
Nosotros lo que estamos planteando es un tema que se ubica en dos ejes centrales; primero, hay que hacer un cambio total de la matriz energética o vamos a acelerar la extinción de la humanidad. Somos la especie que menos tiempo lleva en el planeta y es la que más rápido se va a extinguir.
Estamos intentando sostener un “poquito” más la vida humana. Esto no tiene escapatoria, así que o vemos cómo cambiar la matriz energética o va a llegar el día en que se acabe la energía fósil. Y si ese momento llega y no hemos transitado, nos vamos a quedar sin producción de energía.
Por tal razón, tenemos que pensarnos el cambio de la matriz energética, pero desde el sector de hidrocarburos, donde nos sostenemos económicamente de lo que produce la explotación petrolera.
La idea se lleva a las comunidades…
Sí, porque cuando hablamos de transiciones no es solo pensar que esto lo decide el Gobierno, sino también las comunidades, así que se requiere hablar con el trabajador y trabajadora petrolera, porque no se hace una transición despidiendo gente o desplazando comunidades, sino es poner en el debate regional las propuestas de transición minero-energética.
¿Cuál es el segundo eje central de la transición?
Se nos está acabando el petróleo, en Colombia ya tenemos menos posibilidad de sacar carbón. Hoy tenemos una crisis frente al gas, que aún se debate porque parece que tenemos otra reserva. ¿Qué hacemos frente a esto?, ¿cuáles son las alternativas?, ¿las comunidades son una alternativa? Y si es así, cómo las agenciamos aprovechando este Gobierno.
Porque uno de los temores que tenemos como sindicato de la industria petrolera, es que pasen estos dos años y llegue un Gobierno de derecha que no le guste el discurso de la transición y revierta todos los proyectos de sostenibilidad energética, y cuando sea demasiado tarde, no tengamos con qué transitar y se deba usar el dinero de la nación para comprar petróleo, carbón y entremos a unos índices de pobreza mucho más altos.
Las mujeres, la minería y la energía
¿Cómo debe ser entonces una perspectiva de género para la transición?
Esto ha sido un reto porque es mi ejercicio en estos talleres, puesto que hay una deuda con las mujeres; está medido técnicamente que las mujeres van a tener un impacto frente al cambio climático muchísimo más duro que los hombres.
Hay muchos factores que lo refuerzan. No somos propietarias de la tierra porque casi toda está en manos de los hombres, también nos encargamos de los cuidados y si entramos en una crisis energética, por ejemplo, dejamos de tener gas para cocinar, volveremos a la leña. Pensemos en millones de mujeres teniendo que transportar leña para prender el fuego.
Por eso, en estos talleres hago énfasis en esa parte, porque si no se vuelve visible lo que parece invisible, se le está permitiendo continuidad a una situación de discriminación.
¿Por qué hablar de paz y cambio minero-energético en un taller?
Porque hemos dicho como organización sindical que el conflicto no trata solo de la guerra y que la paz, obviamente, no es solo el silencio de los fusiles, sino que, también, necesitamos llevar a la práctica procesos reales que sirvan a las comunidades.