jueves, marzo 28, 2024
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¿Hay crisis económica?

El gran beneficiado de esta situación sigue siendo el sector financiero que acumula ganancias exorbitantes (la banca colombiana en 2015 obtuvo utilidades por $10.6 billones) mientras mantiene su vocería dominante en el gobierno nacional.

Foto: Pedro Szekely via photopin (license)
Foto: Pedro Szekely via photopin (license)

Alfonso Conde C.

Crecen la desocupación y el subempleo. El gobierno ya lo reconoce a pesar de sus ingentes esfuerzos por ocultar con discursos lo que viven y sienten todos los colombianos. Hoy los desocupados suman un 15 por ciento más que hace un año, sin contar los informales; de ese grupo de personas y familias sin ingresos forman parte 240.000 cesantes en el sector industrial y 138.000 en el campo. La informalidad es otro cuento: en Cúcuta ella alcanza al 69.2 por ciento de la población ocupada, mientras en Barranquilla es el 54.7 por ciento y en Bogotá el 47.2 por ciento.

A esa situación anotada, que representa desesperación para muchos colombianos, se une el crecimiento de los precios de los artículos de primera necesidad, como los alimentos que en los últimos doce meses han crecido en 12.6 por ciento mientras la totalidad de las mercancías han aumentado sus precios un promedio de 7.93 por ciento. Todo ello mientras el salario mínimo, ese que los empresarios usan como referencia para todos los reajustes, sólo se modificó en 7 por ciento. Crecen el desempleo y la inestabilidad laboral mientras el costo de vida se dispara.

Pero no se trata sólo de problemas de quienes venden su fuerza de trabajo: las dificultades abarcan toda la economía. El descenso de los precios internacionales del petróleo, asunto que incide de manera notable sobre los ingresos de divisas afectando su tasa de cambio, no es el único factor negativo.

En los últimos 12 meses las exportaciones descendieron casi 36 por ciento siendo el renglón más notorio, como es de esperar, el de los combustibles; pero las exportaciones de manufacturas también cayeron 12.7 por ciento en ese período y las del sector agropecuario 11.3 por ciento, de modo que a pesar de los precios altos del dólar y de los controvertidos tratados de libre comercio, los exportadores no se vieron fortalecidos. Los importadores, de otro lado, también redujeron en 19 por ciento el valor en dólares de sus transacciones. En conjunto el comercio exterior retrocedió de manera muy visible. La economía no va bien y los colombianos vamos peor.

De otro lado el país se encuentra hipotecado a la banca mundial y nacional. La deuda externa ya supera el 43 por ciento del producto interno bruto (PIB) y el endeudamiento interno lo supera con creces. El gran beneficiado de esta situación sigue siendo el sector financiero que acumula ganancias exorbitantes (la banca colombiana en 2015 obtuvo utilidades por $10.6 billones) mientras mantiene su vocería dominante en el gobierno nacional.

Para favorecer al mismo sector dominante que termina apoderándose de los activos públicos, el gobierno de Santos realizó la privatización de Isagén y planea la venta de empresas del grupo Ecopetrol, aún con mayoría estatal pero cuyas acciones privatizadas están en poder del sector financiero nacional y mundial; su homólogo bogotano, el alcalde Peñalosa, emula al mandatario nacional y propone en su plan de desarrollo la privatización de la Empresa de Teléfonos de Bogotá (ETB). Se trata de empresas de sectores estratégicos que, además de representar ingresos periódicos importantes para Colombia, su enajenación afecta la soberanía nacional: generación y suministro de energía eléctrica, combustibles y telecomunicaciones.

Si a ello se le añade el deterioro del campo colombiano que obliga a importar la mitad de los alimentos que consumimos, se debería concluir que los gobiernos han venido cediendo el control soberano de la nación al capital privado, en su mayoría transnacional.

Por todo lo expresado y muchos otros factores que no caben en este espacio, los colombianos necesitamos manifestar con energía nuestro descontento con el modelo económico impuesto y nuestra demanda de su cambio. En desarrollo de esa expresión, desde estas páginas exhortamos a la ciudadanía a apoyar, preparar y participar en las protestas populares cuya realización ya está definida: mencionamos el paro agrario del 1° de junio, el paro nacional de los transportadores a renglón seguido y el paro cívico nacional para el segundo semestre de este año.

La paz es el objetivo principal, pero la verdadera paz no es sólo el silencio de los fusiles sino la verdadera transformación del país.

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