“Cuando me da una jaqueca tengo que dejar de trabajar, de leer, de seguir mi rutina, así que siempre me hace sentir humilde, me ayuda a darme cuenta que soy mortal y vulnerable”
Ricardo Arenales
Como un reconocimiento a su “intensa prosa poética”, al señalar que su obra “confronta traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana”, la Academia Sueca anunció el pasado 10 de octubre su decisión unánime de conceder el Premio Nobel de Literatura 2024, a la surcoreana Han Kang. Ella, de 53 años, es una de las más jóvenes en recibir el galardón, la primera asiática y la decimoctava mujer en ser distinguida con tan alto reconocimiento.
Con el anuncio, Anders Olsson, presidente del comité del Nobel, destacó la capacidad de la autora para “explorar las conexiones entre cuerpo y alma, vida y muerte, con un estilo poético y experimental que la convierte en una innovadora de la prosa contemporánea”.
La escritora nació en la ciudad surcoreana de Gwandju y a la edad de nueve años se fue con su familia a vivir a Seúl. Mientras se dedicaba a la escritura, se interesó por el arte y la música, lo que se refleja en sus obras literarias. Esta es una vocación que heredó de sus progenitores, particularmente de su padre, afamado escritor en su país.
Episodios atroces
Su infancia se refleja en algunas de sus obras, sobre todo en Los actos humanos, novela que comienza con el relato de una masacre de estudiantes durante una jornada estudiantil en 1980 en su natal Gwandju.
La novela se destaca por sus episodios atroces, descritos por Han con una enorme profundidad. “Tenía nueve años en el momento del levantamiento de Gwandju”, dijo Han sobre ese suceso histórico que dejó 165 muertos. Más tarde, a los 12 años, Han encontró un álbum conmemorativo de fotografías tomadas por periodistas extranjeros, guardado en un estante de la biblioteca familiar.
“Recuerdo el momento en que mi mirada se posó sobre el rostro mutilado de una mujer joven, con sus rasgos atravesados por una bayoneta”, anotó la escritora. “Silenciosamente y sin alboroto, algo tierno en lo más profundo de mí se rompió. Algo que, hasta entonces, ni siquiera me había dado cuenta de que estaba allí”, continuó.
“Los humanos dan miedo”
“Si hubiera tenido 20 años cuando las vi, tal vez habría podido centrar mi odio en el régimen militar, pero era muy joven y simplemente sentí que los humanos dan miedo y yo soy una de ellos”, precisó Han quien bromea diciendo que las jaquecas ─que sufre desde adolescente─ son las que le recuerdan que es humana.
“Cuando me da una jaqueca, tengo que dejar de trabajar, de leer, de seguir mi rutina, así que siempre me hace sentir humilde, me ayuda a darme cuenta que soy mortal y vulnerable”, precisó, al anotar que si estuviera sana al cien por ciento no habría llegado a ser escritora.
“El trabajo de Han Kang se caracteriza por una doble exposición del sufrimiento, una correspondencia entre el tormento físico y mental con conexiones estrechas con el pensamiento oriental”, resalta la Academia Sueca en las motivaciones para otorgar el Nobel.
Para la mayoría de sus lectores, los que ya conocían su obra, Han es una escritora progresista. Así lo dice Guho Cho, profesor de la Universidad Hankuk de Estudios Extranjeros en Seúl: “Ella es muy progresista, y su padre, un novelista muy famoso también, entonces era normal que los ojos estuvieran puestos sobre ambos. Además, nació en Gwandju y allí hubo una masacre, a la que hizo referencia en su novela Actos humanos”.
Varias veces premiada
Tal vez por ese carácter progresista de su obra, Han Kang apareció en una ‘lista negra’, en una especie de nómina de escritores malditos, elaborada por el gobierno de Park Geun-hye, quien sometió al país a una feroz dictadura entre 2013 y 2017.
La obra de Han es extensa y ha merecido numerosos galardones, entre ellos el premio Man Booker Internacional, en 2016, por su novela La vegetariana, quizá la más conocida y divulgada. El galardón es el más prestigioso que se otorga en el Reino Unido.
Han debutó como escritora en 1993, publicando relatos cortos y obras poéticas. A los 20 años se dio cuenta de que le costaba mucho aceptar una humanidad más amplia, por lo que recurrió al budismo, apartándose de él más tarde a los 30 años.
En esa época, empezó a sufrir problemas articulares que le causaban fuertes dolores en las manos, impidiéndole escribir. Durante tres años, solo pudo escribir dando golpecitos con un bolígrafo en el teclado.
La vegetariana es una novela inspirada, parcialmente, en un verso del poeta modernista Yi Sang: “Creo que los humanos deberían ser plantas”. Esta frase obsesionó a la escritora durante sus años universitarios. Con los premios que tiene a cuestas, hoy sigue siendo una mujer sencilla, con una profunda sensibilidad humana.