“Por eso eres tan buena”, me dijo un niño cuando supo que yo era la hija del Che. Primera entrega
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Alberto Acevedo
Invitada por la casa editorial Ocean Sur, encargada de divulgar la obra del Che Guevara, estuvo de visita, por primera vez en Colombia, en el marco de la última Feria Internacional del Libro de Bogotá, Aleida Guevara March, hija del legendario comandante guerrillero y líder indiscutible de la revolución cubana.
Es una mujer que respira afecto y solidaridad por los poros. Reconoce haber tenido una infancia común y corriente, como la de cualquier cubano. Su madre, Aleida, fue una campesina que de joven se ligó a la resistencia contra la dictadura y muy pronto se vinculó a la lucha guerrillera en las montañas del oriente cubano. Allí conoció al Che. Con él tuvo cuatro hijos. Aleida es la mayor. Médica pediatra, investigadora social, Aleida Guevara no se cansa de hablar de su padre. Con ella conversamos en el marco de la Feria del Libro.
–Usted afirma que nacer en el hogar en que lo hizo es un accidente biológico. Creo que usted es muy modesta en ese sentido. Pero, ¿qué se siente ser la hija del Che Guevara?
–Durante mucho tiempo en Cuba yo viví muy tranquila, mi infancia fue como la de cualquier niño cubano. Mi mamá fue muy cuidadosa en eso. Nunca permitió ningún tipo de privilegio, ni que nos trataran en la escuela ni mejor ni peor que a otro niño. Cuando había un problema de esos, ella inmediatamente acudía para poner en claro que no iba a permitir esa situación. Que nosotros éramos niños cubanos. Y como tal nos comportábamos y como tal teníamos que ser.
Sufrimos las mismas carencias que todo nuestro pueblo. En un momento determinado mis hermanos andaban sin ropa interior, mi mamá tuvo que hacerles ropa interior con sus blusas viejas, con sus camisas viejas. Cosas así, vivimos normal, una infancia muy tranquila, muy feliz. Pero siempre hemos recibido un amor extraordinario de nuestro pueblo.
Yo tengo miles de anécdotas, sobre todo cuando fui creciendo, que la gente me fue identificando más. Yo soy médico pediatra. Y haciendo guardia en mi hospital por ejemplo, tenía un niño, y yo hacía mis recetas con mi nombre y mis dos apellidos. Así que cuando la madre veía la receta le decía al niño: “Esa es la hija del Che”. Y el niño, de cuatro o cinco años me miró y me dijo: “¿Es verdad que tú eres hija del Che?”. Le digo: “sí, yo soy la hija del Che”.
La lectura de mi pueblo
Él me dice: “Por eso eres tan buena”. Y a mí me dio un ataque de risa, porque era una lectura que podría molestar a cualquiera. Si soy buena médico, es porque soy la hija del Che. Pero no era esa la real lectura. Un niño de cinco años que me dice que soy buena porque soy la hija del Che. Él ya identificaba que el Che era un hombre tan bueno que su hija no podía ser diferente. Esa es la lectura de mi pueblo, y esas son las cosas que nos hemos acostumbrado a recibir siempre.
Mamá nos enseñó que nos teníamos que parar muy firmemente sobre la tierra. Íbamos a recibir siempre muchas cosas que a veces no nos las hemos ganado por nuestro propio mérito. Teníamos que recibirlas porque eran a nombre de mi papá. Pero a la misma vez dejarlas pasar, porque no nos las habíamos ganado nosotros mismos.
Eso fue muy bueno para nuestra vida. Y de eso sí estoy muy orgullosa. Yo soy digna hija de mi pueblo. Eso sí puedo decirlo tranquilamente. Y me siento muy satisfecha por eso. Pero lo demás es un simple accidente genético. Porque a mí me tocó el honor, pero le pudo haber tocado a cualquiera. Eso no te da méritos ni te los quita.
Quizá te da un compromiso. Te da un compromiso, porque al recibir tanto amor de tu pueblo, tú tienes que devolver ese amor, no puedes defraudar a tu gente. Y eso sí ha sido una norma para nosotros, vivir de manera tal que nuestra gente se sienta orgullosa de tenernos junto a ellos.
Un héroe internacional
–Quienes le arrebataron la vida al Che tuvieron el propósito de borrar su imagen, y no lo consiguieron. ¿Cómo mira usted el legado del Che, hoy varias décadas después de su muerte?
–Yo pienso que los que asesinaron a mi papá simplemente tenían mucho miedo. Eran gente además con muy bajo nivel cultural. Los que dispararon, digo. Los que dieron las órdenes son otra cosa. Los que dispararon son personas muy humildes y gente con muy pocas posibilidades de entender lo que estaban haciendo en ese momento. Sin embargo, los que dan las órdenes -está muy claro- tienen mucho temor de que la imagen del Che salga por encima de todo lo que ellos pudieran controlar.
Desgraciadamente lo llevaron a cabo sin darse cuenta que lo estaban convirtiendo en un héroe internacional. Lo estaban convirtiendo en una bandera de lucha para muchos hombres y mujeres. Yo tengo miles de anécdotas también de visitar personas, visitar partes del mundo tan distintas a nuestra cultura, tan diferentes. Y sin embargo, cuando saben que soy la hija del Che, hay un cariño, un deseo de estar cerca de mí solamente porque tengo una partecita de él.
Esas cosas son muy hermosas. Eso para mí es una felicidad tremenda no solamente porque mi padre está multiplicado en miles y miles de hombres y mujeres, sino porque tengo más confianza en la especie humana.
–Hay una cosa que a usted le molesta de manera particular, y es la versión de algunos medios occidentales de una presunta enemistad o diferencias entre Fidel y el Che. ¿Usted qué piensa de eso?
–Es una manera inteligente de confundir a la gente. Una manera de confundir a las personas es poner en duda la unión de estas dos figuras internacionales, indiscutiblemente dos estadistas del proceso revolucionario mundial. Es su manera de divide y vencerás. Si tú piensas que Fidel no fue consecuente, que no hizo lo necesario para proteger al Che… Cuántas cosas podrías pensar.
Sin embargo es todo lo contrario. Mi papá se despide oficialmente del pueblo cubano. Fidel tiene que leer la carta de despedida. No por las presiones de Estados Unidos. Sino porque en ese momento se estaba formando el Partido Comunista de Cuba. Cómo explicarle al pueblo cubano que dentro del Comité Central de ese partido no estaría uno de los pilares más importantes de su revolución. Cómo lo podrían explicar.
La única manera era leer la carta de despedida. Por tanto, oficialmente mi papá ya se había despedido del pueblo cubano. Él estaba en el Congo en ese momento. Cuando él lee la carta, cuando él siente que están leyendo la carta él dice: no hay más retorno a Cuba.
Pero estaba equivocado mi papá en ese sentido. Cuando los africanos deciden que los cubanos que estaban ahí deben salir, a pesar de que mi papá quería quedarse, él cumple órdenes. Un hombre que nunca se impuso por encima de los que estaban al mando de una situación.
La historia real
Así que tienen que retirarse ellos y Fidel le dice: ven para Cuba. Mi papá no quiere regresar. Fidel insiste, insiste, hasta que logra convencerlo. Escribe una de las cartas más lindas que yo he leído de un hombre a otro, de respeto, de admiración, de confianza absoluta en su otro compañero. Pone en riesgo la seguridad de su pueblo para ayudar a este hombre. Simplemente lo hace porque cree que tiene que hacerlo, porque es su deber. Y convence a mi papá de regresar a Cuba. La única condición que papi pone es hacerlo de forma clandestina, para que el pueblo cubano no se entere y por tanto no tener que volver a despedirse oficialmente de mi pueblo.
Esa es la historia real. Por eso me molesta mucho que la gente trate de utilizar este tipo de situaciones entre dos hombres inteligentes. Si tú tienes un hermano, tienes un padre, tú discutes con tu hermano, discutes con tu padre.
Eso es normal, se discute con placer porque estás discutiendo para aprender. Para sacar conclusiones mejores aun de las que tú ya has llegado. Y eso es lo que ocurría entre mi papá y Fidel.