El conjunto de disposiciones económicas impuestas al gobierno reformista griego, mantiene muchas de las medidas injustas aplicadas al pueblo por gobiernos anteriores y agrega otras nuevas, más duras, como el impuesto a la pequeña propiedad
Alberto Acevedo
La llamada Troika europea, integrada por el Fondo Monetario Internacional, El Banco Central Europeo y el Consejo de la Unión Europea, impusieron un paquete de medidas de ajuste económico a Grecia, en términos de una dolorosa capitulación, que va en contravía del programa de reformas sociales y de redención social del gobernante partido Syriza.
El conjunto de disposiciones económicas impuestas al gobierno reformista griego, mantiene muchas de las medidas injustas aplicadas al pueblo por gobiernos anteriores y agrega otras nuevas, más duras, como el impuesto a la pequeña propiedad, que convierte en inquilinos de sus propias viviendas a amplios sectores de la clase media.
También está la obligación de vender todos los activos públicos, sobre todo los de infraestructura básica, como puertos, aeropuertos, la empresa nacional de electricidad, a lo que se agrega el aumento de impuestos indirectos, y en el precio del transporte, de los alimentos y más recortes en salarios y pensiones.
Al nuevo gobierno griego le imponen además, la obligación de adelantar una dura reforma laboral que deja sin poder de lucha a los sindicatos, limita el derecho de huelga a su mínima expresión y concede mayores herramientas a los empresarios para el despido masivo de trabajadores. Además agiliza los desahucios, en el caso de deudas hipotecarias impagables.
El total de activos del estado que Grecia debe poner en venta, para satisfacer la voracidad de la banca internacional, debe ser del orden de los 50 mil millones de euros, algo así como el 27 por ciento de su economía. Al término de la semana anterior, la mayoría parlamentaria de Syriza había conseguido sacar adelante las disposiciones legales que dan paso a semejante reforma, lo que resulta humillante, pues tanto el primer ministro Tsipras, como el grueso de los parlamentarios, llegaron al gobierno gracias a una plataforma programática que hablaba precisamente de lo contrario, no hacer más doloroso el ajuste fiscal que ya vienen soportando los trabajadores y el pueblo de ese país.
Hora de la lucha social
Tan humillantes condicionamientos fueron impuestas por la banca internacional y el gobierno alemán, que se mostró como el más duro del bloque europeo, para facilitar el giro de un rescate financiero, que no va a invertirse en programas sociales para solventar la angustiosa situación de premuras y limitaciones de los griegos, sino como salvavidas a la banca, para mejorar su liquidez y pagar su deuda privada. Es decir, esos dineros retornarán a bancos prestamistas franceses y alemanes.
Cualquier economista, cualquier político bien orientado, entiende que para activar la economía hay que invertir en gasto público. Pero si todo se invierte en deuda, como ahora, el país cae en un círculo vicioso en el que necesita nuevos préstamos, para pagar una deuda, que además no es suya sino de los bancos, hasta un punto de no retorno, en el que se juega el futuro de la democracia.
De alguna manera, esta precisamente es una estrategia del lobby alemán y de los círculos conservadores europeos, que le apuestan a una crisis política irreversible, que provoque la renuncia de Tsipras y la debacle del gobernante partido Syriza, para en medio de la desesperanza de los electores, recuperar el poder en favor de los círculos tradicionales de la burguesía griega.
Transcurrida una semana después del vendaval causado por las humillantes imposiciones a Grecia, dentro y fuera del país se levantan voces sensatas que indican que a pesar del paquetazo impuesto al país heleno, esa fórmula no ofrece una salida a la crisis económica. Se requieren con urgencia medidas diferentes al recetario de la banca internacional, que ha convertido a Grecia en una colonia. Pero ese camino diferente al del ajuste, solo lo impondrá una vigorosa movilización social, tanto dentro como fuera de Grecia. Ya se insinúan los primero brotes de esa lucha de masas.