martes, marzo 18, 2025
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Ganan las derechas y renace la esperanza en la izquierda

«Ni los muertos estarán a salvo del enemigo si este vence, y nunca ha cesado de vencer…» Walter Benjamin

Alfredo Holguín Marriaga
balan_quiche@yahoo.es

Alemania, país axial para la Unión Europea, celebró elecciones generales el pasado 23 de febrero. El resultado: timonazo a la derecha conservadora y crecimiento de la ultraderecha filonazista. No es un dato menor que esto suceda en el país que representa el 24,2% del PIB total de la Unión, con una población  84 millones de habitantes y una enorme resposabilidad histórica ante los crímenes del Tercer Reich.

Es mala noticia que, por primera vez, desde la derrota del nazismo, un partido de ultraderecha, Alternativa para Alemania ─AfD, con el 20,8%─  sea segundo en el país del Holocausto perpetrado contra millones de ciudadanos judíos, comunistas, gitanos, diversas minorías, magistralmente plasmado en La Lista de Schindler.

Sin embargo, no deja de ser esperanzador que, a pesar de los coqueteos, los partidos del establecimiento alemán, Democristiano ─CDU, 28,5%─ y Socialdemocrata ─SPD 16,4%─, aún mantengan el cordón sanitario contra la ultraderecha a diferencia de Italia, países del Centro y el norte de Europa e igualmente algunos «laboratorios de colaboración»  en el sur del continente.

Ante la bancarrota de los socialdemócratas, verdes ─Grüne 11,6%─ y liberales ─FDP 4,5%─, no deja de ser esperanzador el enorme contingente de jóvenes que votaron a La Izquierda ─Die Linke─ que, tras convocar enormes movilizaciones contra el nazismo, obtuvo el 8,8% con 64 parlamentarios. Asimismo, resaltar el avance de la formación de Sahra Wagenknecht que, por muy poco, no alcanzó la barrera del 5,0%.

Movimiento más a la derecha, pero no es un hecho aislado

El triunfo de Trump y sus adláteres iliberales como Elon Musk, está antecedido por un auge de la ultraderecha y la autocracia en el Occidente colectivo y el Sur Global, que abiertamente están en contra de la democracia liberal y las democracias populares. Estas expresiones han salido de la marginalidad sabiendo canalizar el descontento de quienes viven en los márgenes de globalización y hoy se han erigido como una fuerza decisoria, enarbolando el antieuropeismo.

EL triunfo de AfD en Alemania y sus guiños a la CDU no son fenómenos aislados, pues en Italia Georgia Meloni es abiertamente neofascista; en Francia tenemos a la ultra Marine Le Pen; en Hungría a Viktor Orbán; recientemente triunfó el utraderechista FPÖ en Austria. Ni hablar de la fuerte influencia en Polonia, Finlandia, Suecia, Ucrania, Vox en España y otros especímenes que crecen al calor del abono dejado por los escrementos del neoliberalismo, las políticas guerreristas y claro, no menos importante, la dificultad para construir propuestas viables desde las izquierdas que siguen embriagas con las pócimas woke.

Normalización de los postulados ultras, el colapso del statu quo alemán

La sumatoria de los votos que van de la derecha a la ultraderecha indican claramente la trayectoria del péndulo político. Ante este peligroso avance, solo la memoria histórica, aunque débil, impedirá, por ahora, transitar hacia una alianza entre la derecha tradicional y la extrema derecha.

Al analizar los temas claves del debate político, observamos que la CDU del previsible nuevo canciller Friedrich Merz se acerca más al programa ultraderechista, por ejemplo, que a las posiciones de la excanciller Ángela Merkel, veamos por qué.

En primer lugar, en economía, la CDU y la AfD son coincidentes en el mantra del crecimiento económico, una de fuerte postura proempresarial, avogan por la reducción de impuestos a los ricos, fomentar la inversión privada y claro, achicar el Estado.

En segundo lugar, el líder conservador dejó ver sus orejas al aceptar, previo a las elecciones, el apoyo de AfD para impulsar una moción abiertamente antinmigrante, testeando cínicamente, en ese momento, la posibilidad de futuras coaliciones con los filonazis. Jugadita esta que le costó estar por debajo del 29%, desprendiéndose de allí la necesidad de pactar con la debilitada socialdemocracia.

Finalmente, Mertz comparte con la ultraderecha un escepticismo que raya con el negacionismo frente al cambio climático, un tema que será duro de roer en el nuevo Bundestag.

Ucrania y el naufragio del SPD

Merz, como líder de la oposición al socialdemócrata canciller Olaf Scholz, se puso al servicio de Biden en el conflicto OTAN-Rusia. Hoy se extrapolan los roles: Trump da la espalda a los atlantistas guerreristas europeos que apoyan la guerra con el grito: «Hasta el último ucraniano»; pero está claro, la coalición de gobierno SPD-GRÜNE-FPD, que intentó desde un limitado realismo apoyar la guerra de manera contralada pero ambivalente, naufragaron y tuvieron que convocar elecciones anticipadas, decisiones que les ha pasado una enorme factura, al punto que los liberales quedaron por fuera del Parlamento.

El costoso gas norteamericano que reemplazó el ruso, el sabotaje a los gasoductos Nord Stream contruidos con recursos públicos alemanes y la condición de ser el segundo donante de recursos para la guerra en Ucrania, son algunas de las principales causas de la bancarrota. La mayoría de los votantes se posicionaron a lado de quienes se oponen a la guerra ─La Izquierda y AfD─, o de quienes, incondicionalmente, apoyaron la OTAN, la CDU.

Pero, ¿con cuál discurso gobernará Merz? ¿Con el de Trump o con el de su campaña? Merz sabe que la socialdemocracia alemana engrosa la fila de los náufragos dejados por el apoyo incodiconal a la OTAN, y que, a tres años de la intesificación del conflicto, solo sobreviven Pedro Sánchez y Emmanuel Macron.

El panorama tras los resultados

Es una situación compleja, pues la CDU con el 28,6% no puede gobernar en solitario y, al prometer no gobernar con el ultraderechista AfD, se vería obligado a recurrir a la tradicional Gran Coalición con el SPD que hoy luce bastante desprestigiado.

El nuevo canciller está en un escenario paradójico, ya que si rompe el cordón sanitario al pactar con AfD, esta formación le marcaría el paso hacia la aplicación de buena parte del programa ultraderechista; pero si pacta con el SPD, se asimilaría a lo que combatió como aposición y, naturalmente, AfD le cobraría al CDU, por ventanilla, su incoherencia redundando en su fortalecimiento.

Alemanía y Europa no tienen otro camino que abandonar su posición de patio-jardín delantero de los gringos y retomar la senda por la construcción de un espacio autónomo, contra la guerra, incluyente y con garantías sociales para los y las asalariadas, sin importar su origen.

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