miércoles, abril 24, 2024
InicioPaísActualidad¿Estallidos sociales o revoluciones?

¿Estallidos sociales o revoluciones?

VOZ reproduce la reflexión de la socióloga, periodista y activista marxista Marta Harnecker sobre la importancia de una organización capaz de levantar un proyecto nacional que permita aglutinar y sirva de brújula a todos los sectores que se oponen al neoliberalismo

Marta Harnecker

Los recientes y menos recientes estallidos sociales que se han producido en América Latina y el mundo, han demostrado fehacientemente que no basta la iniciativa creadora de las masas para lograr la victoria sobre el régimen imperante.

Masas urbanas y campesinas empobrecidas se han sublevado y sin una conducción definida se han tomado carreteras, pueblos, barrios, han asaltado centros de abastecimiento, han logrado tomar parlamentos, pero, a pesar de haber logrado la movilización de cientos de miles de personas, ni su masividad ni su combatividad permitieron pasar de los estallidos sociales a la revolución. Han logrado derribar presidentes, pero no han sido capaces de conquistar el poder para iniciar un proceso de transformaciones sociales profundas.

Instrumento articulador

La historia de las revoluciones triunfantes, por el contrario, ratifica en forma porfiada lo que se puede lograr cuando existe un instrumento político capaz, en primer lugar, de levantar un programa alternativo de carácter nacional que permita canalizar la lucha de los diversos actores sociales hacia un objetivo común; que ayude a articularlos entre sí y que sea capaz de promover la elaboración de los pasos a seguir de acuerdo a un análisis de la correlación de fuerzas existente. Solo así se podrán lanzar las acciones en el momento y el lugar más oportuno, buscando siempre el eslabón más débil de la cadena enemiga.

Esta instancia política es como el pistón en una locomotora, que empuja hacia el motor el vapor contenido en la caldera en el momento decisivo haciendo que se convierta en fuerza impulsora, evitando así que se desperdicie. Por supuesto que, como dice Trotsky, lo que mueve las cosas no es el pistón o la caldera, sino el vapor.

Para que la acción política sea eficaz, para que las actividades de protesta, de resistencia y de lucha logren cambiar realmente las cosas, para que los estallidos sociales desemboquen en revoluciones, para que las revoluciones se consoliden, se requiere una instancia política que ayude a superar la dispersión y atomización del pueblo explotado y oprimido creando espacios de encuentro para aquellos que tienen diferencias pero luchan contra un enemigo común; que sea capaz de potenciar las luchas existentes y promover otras orientando las acciones en base a un análisis de la totalidad de la dinámica política; que sirva de instrumento articulador de las múltiples expresiones de resistencia y de lucha.

Posible lo imposible

Reconocemos que el terreno no es fértil para escuchar estas ideas. Hay muchos que no aceptan siquiera discutirlas. Y adoptan esta actitud porque las asocian a las prácticas políticas antidemocráticas, autoritarias, burocráticas, manipuladoras que han caracterizado a muchos partidos de izquierda.

Yo creo que es fundamental superar este bloqueo subjetivo y entender que cuando hablo de un instrumento político, no se trata de cualquier instrumento político. Se trata de un instrumento político adecuado a los nuevos tiempos; un instrumento que tenemos que construir entre todos.

Pero para crear o remodelar el nuevo instrumento político hay que cambiar primero la cultura política de la izquierda y su visión de la política. Esta no puede reducirse a las disputas políticas institucionales por el control del parlamento, de los gobiernos locales; por ganar un proyecto de ley o unas elecciones. En esta forma de concebir la política, los sectores populares y sus luchas son los grandes ignorados. La política tampoco puede limitarse al arte de lo posible.

Para la izquierda la política debe ser el arte de hacer posible lo imposible. Y no se trata de una declaración voluntarista. Se trata de entender la política como el arte de construir fuerza social y política capaz de cambiar la correlación de fuerzas a favor del movimiento popular de tal modo de poder hacer posible en el futuro lo que hoy aparece como imposible.

Hay que pensar la política como el arte de construir fuerzas. Hay que superar el antiguo y arraigado error de pretender construir fuerza política sin construir fuerza social.

Por desgracia, entre nuestros militantes hay todavía mucha verborrea revolucionaria; mucho radicalismo en los pronunciamientos. Estoy convencida de que la única forma de poder radicalizar las cosas es mediante la construcción de fuerzas. A los que se llenan la boca de exigencias de radicalización hay que preguntarles: ¿qué están haciendo ustedes por construir la fuerza social y política que permita hacer avanzar el proceso?

Al servicio de los movimientos sociales

Pero esta construcción de fuerzas no se produce espontáneamente. Así solo se producen los estallidos sociales. Se requiere de un instrumento político capaz de construir conscientemente las fuerzas que se requieren.

Y yo imagino este instrumento político como una organización capaz de levantar un proyecto nacional que permita aglutinar y sirva de brújula a todos los sectores que se oponen al neoliberalismo.

Como una instancia volcada hacia la sociedad, que respete la autonomía de los movimientos sociales y renuncie a manipularlos, y cuyos militantes y dirigentes sean verdaderos pedagogos populares, capaces de potenciar toda la sabiduría que existe en el pueblo –tanto la que proviene de sus tradiciones culturales y de lucha, como la que adquiere en su diario bregar por la subsistencia– a través de la fusión de estos conocimientos con los más globales que la organización política pueda aportar. Como una instancia orientadora y articuladora al servicio de los movimientos sociales.

Fuente: Capítulo primero del libro de Marta Harnecker Ideas para la lucha

RELATED ARTICLES

Most Popular

Recent Comments