El anuncio del traslado de dos submarinos hacia aguas próximas a territorio ruso, fue respondido con la movilización de misiles nucleares y con el novedoso submarino nuclear estratégico Kniaz Pozharslli
Alberto Acevedo
La semana pasada, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, anunció en su red Truth Social que había ordenado al mando militar de su país desplegar dos submarinos nucleares en aguas marítimas muy cerca a las costas de Rusia. Semejante medida constituye una provocación inaudita, que coloca no solo a Rusia sino al mundo entero al borde de una catástrofe nuclear.
Aparentemente, el anuncio fue una respuesta del mandatario estadounidense a una polémica con el exvicepresidente ruso, Dmitri Medvédev, quien horas antes había criticado el anuncio de Trump de enviar más armas al régimen ucraniano, a pesar de que en repetidas ocasiones anteriores había dicho que Washington quería terminar ese conflicto y no seguir alimentando una ayuda militar y económica cuantiosa, que desangra la economía norteamericana y envía sus recursos a un barril sin fondo.
Medvédev señaló en ocasión anterior que, ante la presencia de nuevos arsenales en territorio ucraniano, Rusia encontraría los mecanismos adecuados para defenderse sin poner en riesgo su seguridad nacional.
El mensaje de respuesta de Trump señala: “He ordenado que se posicionen dos submarinos nucleares en las regiones apropiadas, por si acaso estas declaraciones tontas e incendiarias son algo más que eso”. El mandatario en ese momento no precisó la ubicación de los submarinos.
Trabajar por la victoria
En julio pasado, Medvédev había comentado, en varios trinos, el anuncio del mandatario estadounidense de suministrar más armas a Kiev, cuando días antes había prometido suspender tales envíos.
El político ruso destacó la contradicción de los mensajes de Trump, citando frases como: “Estoy satisfecho con la conversación con Putin”. “Estoy decepcionado de la conversación con Putin”. “No suministraremos nuevas armas a Ucrania”. “Suministraremos muchas armas a Ucrania para su defensa”.
“¿Cómo deberíamos reaccionar a esto? Igual que antes. Igual que lo hacen nuestros soldados. Igual que lo hace el comandante en jefe supremo”, declaró Medvédev, agregando que Rusia debería continuar con los objetivos establecidos en la operación militar especial y trabajar por la victoria.
Sobre la capacidad de Rusia para enfrentar nuevas sanciones económicas, también anunciadas por Washington, el vocero presidencial ruso Dmitri Peskov se refirió a la ‘inmunidad’ de la nación frente a tales medidas. “Llevamos mucho tiempo viviendo bajo un gran número de sanciones, y nuestra economía ha estado funcionando bajo un gran número de restricciones. Por lo tanto, por supuesto, ya hemos desarrollado una cierta inmunidad”, precisó el funcionario.
Por un mundo libre de guerras
El anuncio del traslado de dos submarinos a aguas próximas a territorio ruso fue respondido con la movilización de misiles nucleares rusos tipo Oreshnik, e incluso con el novedoso submarino nuclear estratégico Kniaz Pozharslli, de nueva generación. El despliegue de tales arsenales provocó expresiones de sorpresa y preocupación en círculos de opinión, prácticamente en todo el mundo.
Un grupo de cien organizaciones sociales de diversos países produjeron una declaración, respaldada además por la firma individual de unas cien personalidades ─entre las que se cuenta el Premio Nobel de Paz Adolfo Pérez Esquivel─, en la que abogan por un mundo libre de guerras y de armas nucleares.
“Manifestamos nuestra preocupación y rechazo a la retórica de guerra que escuchamos por los medios de comunicación y que también se manifiesta en el aumento del cinco por ciento del PIB para gastos militares en los países de la Unión Europea, los Estados Unidos y Canadá, países miembros de la OTAN, que se preparan para un conflicto militar directo con Rusia y China a quienes consideran enemigos y amenazas.
»Una posible confrontación directa entre estos países aumenta el riesgo del uso de armas nucleares. Este contexto representa un peligro para toda la humanidad”, dice la declaración.
Una agenda para el desarme
“Demandamos a todos estos países que pongan fin a sus planes de guerra y opten por la diplomacia y las negociaciones que permitan consensuar acuerdos que garanticen la paz para todos. En este sentido, apoyamos los esfuerzos, en tal dirección, que realizan el Centro Internacional Olof Palme y la International Peace Bureau (IPB), quienes promueven la propuesta de la construcción de una seguridad común que garantice la paz para todos los países del mundo”.
De otra parte, a instancias de una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en julio pasado se conformó un grupo de 21 científicos de varias nacionalidades al más alto nivel, que analizará los efectos que para la humanidad tendría una nueva guerra nuclear.
Una posibilidad real
Motivando iniciativas como esta, el secretario general de la ONU, António Guterres, expresó: “Las armas nucleares se utilizan como herramientas de coerción y los arsenales nucleares se están modernizando. Una carrera armamentística nuclear vuelve a ser una posibilidad muy real. Las barreras contra la devastación nuclear se están erosionando”.
El grupo tiene como misión estudiar el posible impacto de una guerra nuclear en todos los ámbitos, desde la salud pública hasta los ecosistemas, la agricultura y los sistemas socioeconómicos globales. El último estudio transversal de este tipo realizado por las Naciones Unidas se realizó hace cuatro décadas, en 1988.
A medida que se acerca la fecha de vencimiento del Tratado de Reducción de Armas Estratégicas, en febrero de 2026, se vuelve cada vez más visible un panorama de una ausencia total de mecanismos de control de las armas nucleares en este ámbito, afirmó Guterres.