La ética periodística es fundamental para una sociedad democrática, ya que promueve la presentación veraz, justa y responsable de la información, protegiendo el interés público. Sin embargo, cuando los medios priorizan chismes y rumores, se plantea una cuestión ética sobre el verdadero propósito de la información difundida y el impacto del poder sobre los medios de comunicación
Anna Margoliner
@marxoliner
“Quien tiene la información, tiene el poder”, dice el refrán popular. Sin embargo, en épocas de sobreestimulación tecnológica y acceso a diversas fuentes de información, vale la pena preguntarse a qué tipo de información estamos accediendo y cuál es su impacto real en nuestras vidas, es decir, cuál es su poder.
En las últimas semanas las redes sociales han estado moviéndose a través de los chismes de la farándula. No será ninguna novedad porque este tipo de “entretenimiento” siempre está a la orden del día para distraer a la opinión pública sobre otros temas que realmente deberían ser sujetos al debate y la discusión.
No es lo mismo
El chisme y el periodismo son dos formas de comunicación que tienen diferencias fundamentales. El primero suele ser una conversación informal que se centra en asuntos personales, rumores o especulaciones y no necesariamente se basa en hechos verificables. El periodismo, por otro lado, tiene como objetivo informar al público sobre eventos y temas de interés general, basándose en la investigación y verificación de los hechos.
¿Entonces porqué los medios quieren a toda costa meternos por los ojos la vida personal de los artistas? Una primera hipótesis puede surgir desde la perspectiva del contenido que viene con una intención detrás: la venta de publicidad. Según Luis Mantilla en su conferencia Medios de comunicación la vida como espectáculo menciona que:
“Al encender cada día el televisor, al navegar por Internet, al repasar las páginas de las revistas o al contemplar las vallas publicitarias que abarrotan las calles, nuestros ojos se llenan con las tentadoras ofertas a las que difícilmente podemos escapar. Todas ellas intentan convencernos de que nos encontramos en el mejor de los mundos, en el único posible. Sin embargo, ¿cuántos de esos paraísos artificiales, que tan sugestivamente nos presentan los creativos publicitarios, pueden conducirnos a la frustración, a la desesperanza o al rencor?
“En la sociedad del consumo todo se encuentra al alcance de la mano. Constantemente se nos induce a entrar en el club de los privilegiados. Para ello tan sólo hemos de cumplir con la insignificante condición de adquirir lo que los elegidos poseen: coches exclusivos, perfumes exclusivos, urbanizaciones exclusivas con campo de golf exclusivo, tratamientos para conservarnos como las estrellas de Hollywood o como José Coronado gracias a su mágico Bifidus Activo. Para ellos todo es exclusivo, excepto el ser humano, que, por ahora y mientras no nos demuestren lo contrario, sigue siendo un hecho no repetible, ni reproducible en serie.”
Y acaso ¿la vida de los famosos no contiene de por sí ese contenido? ¿no buscan establecer ciertas modas y moldear el status quo a partir de la utilización de algunas marcas, por ejemplo? Seguramente estamos asistiendo a una de las más grandes campañas de marketing que se han hecho, no porque nunca se hubieran utilizado estas plataformas, sino por la amplia difusión que logra el internet y el tiempo que utilizan las personas para acceder a él.
Ética periodística
La formación del buen periodista busca las historias más allá del morbo. Confía en su intuición para contar a través del ellas la universalidad del ser humano, por lo tanto, su ética debería guiar la conducta profesional. Su objetivo es garantizar que la información se presente de manera veraz, justa, imparcial y responsable, con el fin de proteger el interés público y contribuir a una sociedad democrática informada.
Por consecuencia, deben esforzarse por presentar información precisa y objetiva, verificando las fuentes y evitando la distorsión o la manipulación de los hechos siendo responsables de sus acciones y del impacto que su trabajo tiene en la sociedad. Deben estar dispuestos a rendir cuentas por sus errores y a corregir la información falsa o engañosa.
La ética periodística es esencial para el funcionamiento de una sociedad democrática, con criterio suficiente para analizar la información que se encuentra y a partir de ella generar debates que interesen a las grandes problemáticas que existen.
Podría decirse entonces que una prensa libre y responsable es crucial para informar al público sobre asuntos de interés público, para promover el debate público y para vigilar el poder. La ética periodística también ayuda a proteger los derechos de las personas y a garantizar que se haga justicia. Pero ¿qué ocurre cuando el poder es el dueño de los medios de comunicación y le dan protagonismo a chismes y rumores? ¿bajo qué racero de la ética puede criticarse esto?
No es necesario irse al otro extremo y negar la posibilidad de escenarios de esparcimiento dentro de todo el contenido que consumimos a diario. Más bien se hace necesario ir más allá de lo que se nos presenta a simple vista y comprender que tal vez esto solo es una artimaña para alejarnos de lo que es realmente humano más allá del o sensacionalista.