viernes, julio 26, 2024
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En el Guayabero nadie compra coca

En veredas de los municipios de Vista Hermosa, Puerto Rico y Puerto Concordia el comercio de la pasta base de coca es inexistente, es decir, no hay ingresos de ningún otro tipo. Comunidades enteras han visto sus vidas precarizadas al no poder garantizar mercado, elementos de aseo, vestimenta y salud

Lina Álvarez y Shirley Forero (*)

Desde el 2020 entre El Cuarto Mosquetero y Voces del Guayabero hemos investigado cómo el campesinado ha sido el más afectado en la guerra contra las drogas.

En tiempos de fumigación -acciones que no cubrimos de manera presencial pero que aparecen continuamente en los relatos que escuchamos- pasaron el hambre y precariedad de la vida cotidiana en las comunidades.

En el periodo del gobierno de Iván Duque, especialmente entre 2020-2022, los operativos de erradicación forzada representaron violaciones de los derechos humanos, miedo y escasez, al igual que durante la estrategia para frenar la deforestación: la Operación Artemisa.

El campesinado que eligió a Gustavo Petro vive la tranquilidad de no estar sufriendo arremetidas militares, con el contraste de estar pasando hambre, teniendo que desplazarse y con una zozobra de si su fuente de sustento seguirá acumulada en los rincones de sus casas en grandes cantidades, sin garantizar condiciones mínimas de vida.

Crisis diferencial

¿Por qué hay que analizar la crisis en territorios cocaleros de manera diferencial? Las temporalidades de la crisis del comercio de la coca no han sido iguales, según cada región ha variado, mientras en algunos lugares llevan aproximadamente año y medio, en otros están por cumplir el año.

Hay territorios donde el comercio de la pasta base de coca no ha parado, aunque sí ha disminuido su frecuencia, lo que genera momentos críticos, pero que no se considera por ahora como una emergencia humanitaria.

En algunas veredas y/o municipios hay otro tipo de opciones de comercio, como ganadería o lechería en pequeña escala; agricultura de productos como plátano, yuca, maíz, entre otros; hay minería legal pero sobre todo ilegal; hay empresas de monocultivos extensivos o ecoturismo, lo que permite que las y los lugareños puedan suplir necesidades básicas al cambiar de manera temporal su trabajo.

Aunque algunos departamentos tienen menor densidad de cultivos de hoja de coca, la crisis se ve agravada cuando son territorios que viven realidades de aislamiento, no hay inversión estatal y subsisten exclusivamente del comercio de la pasta base de coca.

Se debe tener en cuenta de manera diferencial la realidad de las mujeres, de las y los adultos mayores, de las personas indígenas y/o afrodescendientes, y también de las y los menores de edad.

Meta y Guaviare

Habitante de la Tigra sobre las fachadas de casas abandonadas. Foto Vladimir Encina

“Hay territorios distintos al Meta con algunas variaciones, por ejemplo, el carbón ha subido de precio por la guerra Rusia-Ucrania y en el Catatumbo el campesinado está prefiriendo más al carbón al tener mejor precio que la pasta base de coca. Hay zonas del bajo Cauca antioqueño, serranía de San Lucas y Chocó donde el oro está a buen precio, entonces prefieren dedicarse a este tipo minería. Lo que hemos visto es que hay una multicausalidad y no en todas partes hay crisis, que es algo que encontramos importante de analizar”, explicó a esta alianza Pedro Arenas, experto en política de drogas e integrante de la organización Visto Mutop.

Es decir, no puede asegurarse que, al haber territorios con mayor cantidad de coca, la situación es más grave que otras zonas con menor densidad de estos cultivos. Por ejemplo, el caso de la región del Guayabero debe analizarse de manera diferencial entre el área del Meta a la del Guaviare. En este último al contar con carreteables así sea en malas condiciones, se comercializa con la leche, también hay ecoturismo y algunos cultivos de pancoger tienen comercialización a pequeña escala, por ende, no hay hambre.

En cambio, en veredas como La Tigra, Caño Cabra, Limón -o Puerto Limón-, Caño San José, El Silencio, La Reforma y Nueva Colombia de los municipios de Vista Hermosa, Puerto Rico y Puerto Concordia en el Meta, la realidad es otra. Allí no hay vías de acceso más que la fluvial, entre algunas veredas pueden comunicarse a través de trochas de herradura, el comercio de la pasta base de coca es inexistente y, no hay ingresos de ningún otro tipo, ya que, al estar aislados por no contar con carreteables, hace que en este momento vean sus vidas precarizadas al no poder garantizar mercado, elementos de aseo, vestimenta y salud.

“En mi caso me he comido dos, entre una y dos comidas diarias, hay gente que la he visto… se ha visto bastante mal para comerse una comida en el día. O sea, se está aguantando hambre, e inclusive mucha gente ha resuelto coger el camino más bien que seguir la situación que tenemos. Pero resulta que, debido a mi edad, yo soy una persona que debo de aguantar aquí lo máximo, porque si yo me voy para una ciudad, ya no me ocupan para nada, para nada. Y pues no tengo nada de qué vivir”, nos contó Jesús Adolfo García, un adulto mayor afrodescendiente que llegó hace muchos años de Argelia, Valle a la vereda Nueva Colombia.

Loterías desafortunadas

Para Alfredo Molano, quien en vida investigó ampliamente los Llanos Orientales de Colombia, el campesinado ha ganado varias loterías desafortunadas: “ser pobres, sin propiedad y labriegos de un país que se perpetúa en manos de las élites que disfrutan la tenencia de la tierra”. Este bien podría ser el sorteo que han tenido que afrontar las y los campesinos de la región del Guayabero.

Enfrentarse con el Estado para mantener un cultivo que no les deja mayores ganancias, sino que suple en determinados momentos sus necesidades básicas. Tratar de pervivir en territorios a los que llegaron en las oleadas de colonización, pero que luego fueron catalogados como áreas protegidas y por lo que ahora son tildados como destructores de la naturaleza.

Finalmente, vivir en medio de actores armados legales e ilegales, que al disputarse el control territorial terminan dejándolos a ellos en medio de violencia, estigmatización y judicialización.

* Equipo periodístico de El Cuarto Mosquetero y Voces del Guayabero.

** Este artículo hace parte de la serie de publicaciones resultado del Fondo para investigaciones y nuevas narrativas sobre drogas convocado por la Fundación Gabo.

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