martes, abril 23, 2024
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En dibujos, monedas y canciones quedarán los frailejones

El personaje animado de Señal Colombia devolvió la atención a una de las plantas más importantes de Colombia, que irónicamente se encuentra amenazada por el cambio climático

Pablo Arciniegas

El Frailejón Ernesto Pérez y su familia son más maravillosos de lo que nos dice la canción de Señal Colombia que se hizo viral en las últimas semanas. Primero, esta planta, cuyo nombre científico es Espeletia, ha vivido desde hace 2,5 millones de años en el planeta Tierra (800 veces más de lo que ha vivido el ser humano), en parte, gracias a su increíble biología, que le ha permitido adaptarse a las temperaturas y la radiación solar de los páramos. Y segundo, su posibilidad de captar el agua de la niebla y redirigirla al suelo, es la primera fase de la formación de quebradas que alimentan las cuencas colombianas.

Sin embargo, el frailejón está expuesto a distintas amenazas que son producto del desequilibrio que genera la actividad humana. Erika Salazar, bióloga con más de 10 años de experiencia en páramos y frailejones, que además cuenta con una maestría en Conservación y Uso de la Biodiversidad y es candidata a Doctorado en la Universidad de Sophia en Tokio, por ejemplo, explica cuál ha sido el impacto de calentamiento global en las especies de esta planta.

“El frailejón es una planta mágica. A un gran número de especies le crece un tallo que se va recubriendo con las hojas muertas, a eso llamamos necromasa, y además de darle protección contra las temperaturas y la radiación a la planta, es hogar de insectos, ranas, reptiles y pájaros. El problema es que, desde hace varios años, en el páramo de Chingaza hemos observado una mortalidad en los frailejones por cuenta de una relación compleja entre un hongo y una polilla”, dice la científica.

De acuerdo con Erika, el incremento de la temperatura ha permitido que insectos herbívoros que antes no atacaban al frailejón, ahora se alimenten de sus hojas más jóvenes, que son las encargadas de retener agua formando una roseta, y aunque la planta tiene su medio de defensa secretando resina, queda tan débil que es atacada por los hongos de su ambiente húmedo, y muere, lo que es una tragedia para el importante ecosistema del páramo.

La agricultura intensiva

Pero, si bien el cambio climático es la primera amenaza del frailejón, también lo es la agricultura intensiva, y desde varios frentes. “Así no parezca, el frailejón es un ‘primo distante’ del girasol, ya que son de la misma familia Asteraceae, esto lo notamos en la forma de sus flores, que son polinizadas por los abejorros que habitan en el páramo”, explica Erika. No obstante, los pesticidas elaborados con neonicotinoides (como fipronil) que se usan para proteger los cultivos de papa aniquilan a estos insectos, así como mata a las abejas de esas zonas, lo cual es otra catástrofe ambiental.

“El otro problema es que, para la siembra de papa, se debe remover la capa de materia vegetal completamente, incluyendo los frailejones, cuyas semillas esparce el viento y por eso están concentrados en grupos, de modo que eso también afecta gravemente a las especies de la planta”, explica la bióloga. Pero este último factor es la punta del iceberg, en cuanto al conflicto que existe entre comunidades e instituciones alrededor del páramo.

De hecho, aunque en el 2018 se expidió la Ley 1930 de protección de frailejones, su implementación se ha dificultado porque, según las comunidades que subsisten de los páramos, no hubo concertación ni participación con ellas para elaborar estas normas. “La mayoría de estos habitantes siembran y tienen ganado de subsistencia, son campesinos y no tienen los recursos para pagar pleitos jurídicos o daños al ecosistema. De modo que, la ley pueda que proteja a los frailejones, pero no les está dando opciones a los colombianos de estas regiones para vivir de una manera sustentable con el ecosistema”, señala Erika.

Esto, sin embargo, no significa que hoy en los páramos no se estén realizando actividades económicas responsables como agro y ecoturismo por poblaciones como las del Verjón Alto y Verjón Bajo en Bogotá, sino que, objetivamente el Estado no le ha dado el impulso necesario a estas economías emergentes, como para desestimular las prácticas que le hacen daño al frailejón.

Frailejón Sierra Nevada del Cocuy

Una doble moral

Lo curioso es que, al parecer, todo el peso de las leyes que protegen el medioambiente caen en los campesinos, que siempre están en la pugna por delimitar bien los páramos para alimentar sus familias de forma legal, y no en las grandes empresas y multinacionales extractivistas y agroindustriales que ven en las montañas una fuente de minerales y de carbón para producir energía, sin importar la contaminación que generan sus métodos. Mejor dicho, hay una doble moral.

“Lo grandioso de los frailejones es que sus hojas cuentan con unas vellosidades que pueden atrapar el agua de la niebla, parte de esta agua la conserva la planta para que, junto con los nutrientes que absorbe del suelo, sea distribuida en su cuerpo, mientras que el agua restante baja al suelo, donde se filtra y se empieza a canalizar, llevándola hasta las quebradas y de ahí a las lagunas y cuencas”, explica Erika Salazar.

En ese sentido, un proyecto como el de Minesa en Santurbán, amenaza directamente las fuentes de agua que consume no solo Santander sino gran parte de Colombia, un país que de cara a la escasez de agua que se proyecta para mediados de este siglo, es una potencia hídrica, porque como indica el Instituto Humboldt, más del 50 % de los páramos en el mundo se ubican en nuestro país, y el 70 % de las especies de frailejones también están localizadas aquí.

“La situación es complicada porque las comunidades indígenas y campesinas que viven en el páramo no confían en el Estado. Se ha hablado de darles un pago por sus servicios medioambientales, pero esto puede complicarse si los subsidios se vuelven políticos. Honestamente, lo mejor es incluir de base a estos colombianos en las leyes que los afectan, porque ellos también quieren ayudarnos a cuidar y resembrar el ecosistema”, dice Erika.

Lo cierto, es que hoy más del 60% de especies de frailejones están en riesgo, pero, también, gracias a la ciencia cada año conocemos especies nuevas, como la Espeletia ocetana, endémica del páramo de Ocetá, Boyacá, descubierta a finales del año pasado, lo que nos da una luz de esperanza para esta planta que hoy conocemos más en caricaturas, monedas (la de 100 pesos) y canciones.

“Soy optimista y creo que en 100 años vamos a tener todavía frailejones, pero lo que sí se va a reducir es su número de especies. Si queremos impedirlo tenemos que recurrir a dos vías: la pedagogía de las nuevas generaciones, ya que, los niños son muy efectivos a la hora de transmitir el cuidado de los frailejones y las especies de los páramos, y a implementar políticas públicas con la participación de las comunidades, que busquen reducir el impacto del calentamiento global, sobre todo, a través de la regulación de los sistemas de alimentos y de las fuentes de energía”, agrega la científica.

Por esta razón, el Frailejón Ernesto Pérez es el candidato ideal para enseñarnos, a adultos y niños, no solo a reciclar, cuidar el agua y a ahorrar luz, sino también a valorar a Colombia como un país extremadamente rico y diverso en recursos necesarios para mantener la vida, recursos que no podemos dilapidar enriqueciendo a unos pocos o a empresas extractivistas internacionales. Gracias, amigo Ernesto Pérez por devolvernos un poquito de orgullo.

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